12/06/2024
Dylan Marlais Thomas (Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914-Nueva York, 9 de noviembre de 1953) fue un poeta, escritor de cuentos y dramaturgo británico. Famoso por ser un bohemio y famoso también por su vozarrón cautivante, que atraía, cual cantante juvenil, a cientos de personas a sus recitales poéticos, o a pegarse al receptor cuando hablaba en la BBC. Poeta precoz y repentinamente fallecido, el caos y el exceso fueron su camino a la genialidad.
Galés hasta los tuétanos, es el escritor de habla inglesa de mi preferencia. Dylan Thomas era díscolo, amante de la vida, del placer el amor. Así, entre la miseria y la aristocracia artística de su época, entre la depresión y la genialidad, dio vida a poemas que contrastan con el resto de la poesía de su época.
Ahora a caballo entre los recuerdos y la muerte que nos espera a todos, leo sus poemas y escribo este segundo homenaje, escuchando de fondo a la genial Stefani Joanne Angelina Germanotta cantando "always remember us this way"
Como un moderno Prometeo, Thomas se atreve a declararle a la muerte que "no tendrá dominio". Como las fuerzas esenciales del universo, lejos de ser eternas, aunque lo parezcan, juegan su doble juego: el amor vence a la muerte y esta al amor.
Pero lo eterno como Dylan y todos los visionarios saben, aún los más humildes, habita entre dos instantes,uno pasado y otro futuro, uno recuerdo, el otro anhelo. Lo eterno habita en el momento presente, que puede ser llenado por la muerte, la culpa, la desesperación y la ira, o el amor, la amistad, la compasión y el gozo de estar vivo.
Thomas lo supo al decir que la muerte no tendría dominio. Sus piezas contienen imágenes vívidas, metáforas audaces y un ritmo musical cautivante.
La muerte de su padre lo marcó de una manera particular. En uno de los más recordados versos de este increíble poeta galés, “Rabia, rabia contra la muerte de la luz”, dedicado a la muerte de su padre, (que fallecería años después, tras una larga enfermedad), el poeta nos inicia en la emoción más allá de la oscura noche que nos espera a todos al final del camino. ¿nos rendiremos ante esa oscuridad devoradora sin luchar, sin batallar una vez más?. La voz del poeta resuena en cualquiera que busca sentido a la pérdida.
Cuenta la leyenda (tal vez cierta o tal vez metáfora de melancolía) que Dylan Thomas, borracho, regaló un ejemplar de su obra y se tiró a las vías de un tren. Sea como sea, Thomas se internó en esa buena noche, pero es probable que no lo haya hecho dócilmente.
“No entres dócil en esa buena noche / La vejez debe arder y delirar al acabarse el día / Rabiar, rabiar contra la muerte de la luz”, dice uno de sus versos.
Finalmente en el que es mi segundo poema preferido luego de Rabia rabia Ante la Muerte de la Luz, Este increible escritor nos regla una visión de como el alma humana puede preservar todo lo bueno bello y verdadero y todo lo tremendo, crudo e incierto que nos depara la vida y usarlo como un ariete par horadar con la esperanza el territorio nunca disputado de la muerte.
En este poema mi corazón se llena de esperanza, esperanza de que en nuestro corazón puede estar la clave para vencer a la muerte, que o es mas ni menos que no haber vivido en vano, a pesar de nuestros innumerables desaciertos.
Y la muerte no tendrá dominio
Dylan Thomas
(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell)
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente mu***os
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.