05/07/2025
🕊️ El hijo que nunca nació, pero nunca se fue.
La maternidad está rodeada de tabúes, de experiencias y sentimientos que se silencian y son invisibles para todos, menos para los que lo viven.
La muerte de un hijo en el vientre materno o a las horas de nacer, es una de ellas.
En silencio, invisibles, vuelven a casa con una ilusión rota, una historia que no pudo ser, con un futuro que se desvaneció después de escuchar unas pocas palabras: "No hay latidos."
Un hijo que nunca nació, pero nunca se fue.
Un hijo que sigue viviendo en nosotros:
en ese test positivo que guardamos,
en esa ropita que no se usó,
en esas fantasías de tenerlo en nuestros brazos,
en los nombres que pensábamos,
en los movimientos que creímos sentir,
en los planes que hicimos sin darnos cuenta,
en cada rincón donde lo imaginamos.
Sigue estando, incluso cuando nadie más lo ve.
Sigue estando en los momentos más simples.
En el pensamiento que aparece sin aviso.
En el cuerpo que lo recuerda todo.
En la mirada perdida hacia donde hubiera estado su cuna.
En la canción que íbamos a cantarle.
En ese nombre que tal vez nadie más pronuncie, pero que sentimos propio.
No se fue, porque nunca dejó de ser parte de nosotros.
Aunque no haya fotos, aunque no haya huellas, aunque no haya tiempo compartido.
Sigue ahí.
En una parte del corazón que no se ve, pero que late con su presencia.
En ese amor que no terminó, porque nunca empezó desde afuera: empezó adentro, muy adentro.
El duelo no borra. El tiempo no reemplaza.
Solo abre espacio para seguir caminando con él o con ella en algún rincón profundo, sereno, sagrado.
No estás sola. No estás solo.
Y no estás imaginando nada.
Ese hijo existió. Y sigue existiendo.
✍️🏻Lic. Victoria Tausch
Coordinadora del Grupo de Crianza para embarazadas y mamás en Londres