27/03/2024
Una vez vi a un conocido maestro de la no dualidad (“Advaita”) acercarse a una mujer valiente que estaba atravesando una transición de vida muy profunda.
Ella dijo: “Tengo una profunda ansiedad en el estómago. ¿Puede usted ayudar?"
Él respondió, sin corazón, sin compasión: “Aún estás apegado a tu cuerpo, todavía identificado con el yo separado. ¡Simplemente adopta la postura de la Conciencia!"
En su afán por ser un experto, un “maestro”, había extrañado por completo su corazón y su vientre.
Y él había extrañado a los suyos y olvidado su profunda humanidad.
Ella quedó aplastada después de esta interacción, más ansiosa y desconectada que antes.
Cuando la conocí le di un gran abrazo cálido y la dejé sentir sus sentimientos y contar su historia. Lloró, su ansiedad disminuyó, se sintió completa otra vez.
Nuestra vulnerabilidad, nuestra ternura, nuestra imperfección no son vergonzosas; en realidad, pueden curarnos. Y la no dualidad no es nada si no es un abrazo sagrado y una celebración salvaje de nuestra profunda humanidad.
Vi el terrible dogma del Advaita. La difamación del “yo separado”. La negación y la vergüenza del dolor y el trauma humanos. Vi cómo las mentes más brillantes pueden utilizar las enseñanzas de la Conciencia para aplastar nuestra humanidad, adormecer nuestra vulnerabilidad, silenciar nuestra dulce duda y aniquilar nuestro miedo exquisito. Y empujarnos más profundamente hacia la vergüenza y la represión.
Por eso dejé de ser “maestro de no dualidad” hace muchos años. La verdad no se puede encontrar en NINGÚN dogma y, lamentablemente, la no dualidad para muchos se ha convertido en simplemente otro dogma, otra secta, otra forma de separarse. Qué irónico.
La verdad no conoce dogmas. Está vivo, profundamente cálido y humano, responde al momento vivido… y está lleno de cálidos abrazos. 😀
-Jeff Foster-