20/05/2025
Pedir también es una conducta.
Y como toda conducta, no aparece porque sí.
Tiene historia, función, consecuencias, aprendizajes, contexto.
A veces no se trata de voluntad, ni de confianza, ni de autoestima.
Se trata de experiencias pasadas que enseñaron que pedir puede doler, que pedir no sirve, que pedir es exponerse.
Y así, muchas personas no aprenden a pedir:
aprenden a adaptarse, a resignarse, a adelantarse, a callar.
Desde una mirada contextual-conductual, pedir no es un rasgo. Es una conducta modelada:
• Se refuerza o se extingue.
• Se castiga o se ignora.
• Se asocia a contacto o a desconexión.
• Se entrena o se evita.
Por eso, en terapia no trabajamos solamente lo que la persona siente, sino también lo que puede o no puede hacer con eso que siente.
Pedir implica riesgo, pero también puede ser una vía de contacto.
Es una microconducta interpersonal que abre posibilidades relacionales.
En FAP, por ejemplo, observar cuándo una persona logra pedir —aunque sea con los ojos, con un silencio o con una respiración que invita a quedarse— es material clínico vivo.
En ACT, podemos ver si ese pedir está siendo coherente con los valores de conexión, cuidado o dignidad.
Y también, si está siendo evitado por miedo al rechazo o a la invalidación.
Porque a veces, pedir lo que necesitamos es un acto de coherencia interna.
Incluso si después no llega.
Incluso si no es correspondido.
El valor no está en el resultado. Está en la elección.
Si te cuesta pedir, no estás rotx.
Estás cargando una historia en donde eso se volvió peligroso.
Y reconocer eso ya es parte de reescribir el presente.
¿Qué sentís cuando necesitás pedir algo importante?
¿Te lo permitís? ¿Lo postergás? ¿Lo disfrazás?
✨Te invito a que me sigas, compartas o guardes este contenido si crees que puede ser útil en algún momento. | Es importante que sepas, que todo lo publicado en esta red, no es reemplazo de un servicio de psicoterapia ni pretende serlo.
cofanelli | Bienvenid@