29/09/2025
A quienes aún no han desarmado la maleta, comparto una pequeña y humilde reflexión. Vivimos tiempos de tránsito. No solo físico, sino emocional, espiritual, identitario y en ese movimiento constante, muchas veces no se detiene. No se asienta. No se habita.
La maleta cerrada que llevamos —real o simbólica— es el testimonio de ese exilio silencioso. No importa si hemos cambiado de ciudad, de pareja, de propósito. Si no hemos elaborado lo perdido, si no hemos llorado lo que se fue, si no hemos aceptado lo que es… seguimos en tránsito. Seguimos esperando que algo nos devuelva al lugar que ya no existe. Si nos observamos desde lo sistémico, hemos perdido pertenencias. Las familias se fragmentan, los vínculos se diluyen, las comunidades se vuelven líquidas.
Vivimos en múltiples realidades simultáneas. La vida que mostramos, la que imaginamos, la que tememos. Nuestra identidad se vuelve probabilística, y nuestra energía se dispersa.
Dejamos ciclos abiertos. Relaciones sin despedida, proyectos sin cierre, emociones sin procesar. El presente se llena de figuras inconclusas que nos impiden estar aquí.
Desde lo psicológico, el duelo se posterga. Nos movemos, pero no sentimos. Cambiamos, pero no integramos. La maleta cerrada es el síntoma de una psique que no se permite sanar.
Enfrentamos una crisis de sentido. En medio de la abundancia de opciones, nos sentimos vacíos. El exilio es interior: no sabemos quiénes somos, ni para qué estamos aquí.
Y esto importa. Porque este exilio nos enferma. Nos desconecta. Nos vuelve nómadas emocionales, habitantes de lo transitorio.
Hoy, el siglo XXI nos llama. Nos invita a dejar de huir. A dejar de esperar. A dejar de cargar con lo que ya no nos pertenece. A reconstruirnos desde el vacío, con conciencia, con presencia, con propósito.
Desarmar la maleta no es solo abrirla. Es mirar lo que hay dentro. Es decidir qué se queda y qué se va. Es elegir habitar el presente con todo lo que somos.
Porque el verdadero hogar no está en un lugar. Está en el cuerpo que habitamos, en el alma que reconocemos, en el sentido que construimos.
Con respeto y esperanza, Sol Salas Psicóloga Social – Facilitadora de Terapias Alternativas