Escritos y Reflexiones

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La debilidad, la fortaleza y el ruido Ser **débil** no significa llorar, caer o tener miedo. La debilidad aparece cuando...
25/09/2025

La debilidad, la fortaleza y el ruido

Ser **débil** no significa llorar, caer o tener miedo. La debilidad aparece cuando entregas tu valor a las opiniones ajenas, cuando dejas que lo que otros ven o dicen defina quién eres.

Ser **fuerte** no es aparentar dureza ni mostrar una sonrisa falsa. La verdadera fuerza nace dentro: de lo que crees de ti misma, de tu fe, de tu resiliencia silenciosa.

La gente opina de acuerdo a lo que observa, pero tu verdadera fortaleza no se mide con ojos externos, sino con lo que tu corazón sostiene en silencio.

Jamás dependas de cómo te vean. Solo tú sabes quién eres y lo que llevas dentro. A veces, el **silencio** es tu mejor aliado:
- Te habla el canto de las flores que adornan tu día.
- Te acompaña el aire que respiras.
- Te acaricia el sol que te calienta.
- Te bendice la luz que entra por la ventana.
- Y ese rocío fresco que es el recordatorio de que aún respiras, aún vives porque Dios está.

Tu fuerza no siempre hace ruido, pero se siente, se nota y te sostiene.

Un abrazo es el hogar al que regresamos cuando el alma está cansada. Es la caricia que no busca, sino que simplemente en...
15/09/2025

Un abrazo es el hogar al que regresamos cuando el alma está cansada. Es la caricia que no busca, sino que simplemente encuentra. En su breve duración, el mundo exterior se desvanece y solo queda la verdad de dos cuerpos que se reconocen, dos corazones que laten al unísono. Es en ese gesto simple donde se anidan los recuerdos más profundos, las alegrías más grandes y las lágrimas más sinceras.
No hay necesidad de palabras. El abrazo es la respuesta a la pregunta que ni siquiera nos atrevíamos a formular: "¿Estoy solo?" Y la respuesta llega, contundente y silenciosa: "No, no lo estás. Aquí estoy". Un abrazo nos une a la humanidad, nos recuerda nuestra fragilidad y, al mismo tiempo, nuestra inmensa fortaleza. Es el puente entre dos soledades, la confirmación de que siempre hay un refugio, un lugar seguro en el calor del otro.

LA PRUEBA DE LOS TRES FILTROS DE SÓCRATESEn la antigua Grecia, Sócrates era admirado por su sabiduría. Cierto día, algui...
07/09/2025

LA PRUEBA DE LOS TRES FILTROS DE SÓCRATES

En la antigua Grecia, Sócrates era admirado por su sabiduría. Cierto día, alguien se acercó emocionado y le dijo:

—¿Quieres que te cuente lo que acabo de oír sobre tu amigo?

Sócrates levantó la mano con calma y respondió:
—Un momento. Antes de hablar, me gustaría que pasemos lo que vas a decir por una pequeña prueba que yo llamo los tres filtros.

—¿Tres filtros? —preguntó sorprendido el hombre.

—Así es —dijo Sócrates—. El primero es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a contar es verdadero?

—Pues… no. Solo lo escuché por ahí.

—Ya veo. Entonces no sabes si es cierto. Pasemos al segundo filtro: la bondad. Lo que quieres contarme, ¿es algo positivo sobre mi amigo?

—No, más bien es todo lo contrario.

—Entonces —replicó Sócrates— quieres hablarme mal de él sin tener certeza de que sea verdad. Queda un último filtro: la utilidad. Dime, ¿me sirve de algo saber lo que ibas a decir?

—La verdad… no mucho.

—Entonces —concluyó Sócrates— si lo que me traes no es verdadero, ni bueno, ni útil, ¿para qué contarlo?

🌻Practicar este sencillo ejercicio no solo protege nuestras relaciones, también mejora nuestra vida y la sociedad en la que vivimos.

Más Allá de las LágrimasDe Julie CL (JC)Valeria estaba triste. Acababa de llorar en la escuela, y las lágrimas se sentía...
03/09/2025

Más Allá de las Lágrimas
De Julie CL (JC)

Valeria estaba triste. Acababa de llorar en la escuela, y las lágrimas se sentían como pequeñas gotas de lluvia en su corazón. Su abuela la abrazó fuerte. "Mi querida Valeria," dijo la abuela, "pronto irás a la universidad. Es un nuevo capítulo."

Valeria miró a su abuela. "Pero, ¿y si lloro allí también, Abuela? Tengo que ser una persona adulta, ¿verdad? Los adultos no lloran." La abuela sonrió suavemente. "Ser adulta no significa no llorar, mi amor. Significa aprender a navegar tus sentimientos."

Días después, Valeria llegó al campus universitario. Los edificios eran enormes, los pasillos bulliciosos y todo parecía nuevo y un poco intimidante. Se sintió un n**o en la garganta. "Aquí no puedo llorar," pensó.

En su primera semana, Valeria se perdió buscando una clase. El mapa era confuso y su corazón empezó a latir rápido. Sintió esa familiar sensación de querer llorar. Respiró hondo, recordando las palabras de su abuela.

Justo entonces, una voz amable dijo: "Pareces un poco perdida. ¿Necesitas ayuda?" Era Mateo, un estudiante de último año con una sonrisa amigable. Le mostró el camino y le dijo: "La universidad es grande, es normal sentirse abrumado a veces."

"Gracias, Mateo," dijo Valeria. "Es que... no quiero llorar. Quiero ser fuerte." Mateo asintió. "Ser fuerte es pedir ayuda cuando la necesitas, Valeria. O encontrar una manera de procesar lo que sientes. No es guardar todo dentro."

Un día, Valeria recibió una calificación baja en un examen importante. Las lágrimas picaron en sus ojos. Se sintió como en la escuela de nuevo. Pero esta vez, en lugar de esconderse, recordó lo que Mateo le había dicho.

Tomó un cuaderno y empezó a escribir. Escribió sobre su frustración, su tristeza y su miedo. Las palabras fluyeron, y con ellas, la tensión en su pecho disminuyó. No lloró, pero se sintió liberada.

Al día siguiente, habló con su profesor sobre el examen y con Mateo sobre cómo se sentía. Ambos la escucharon y le ofrecieron consejos. Se dio cuenta de que había muchas formas de ser "adulta" y fuerte.

Valeria siguió enfrentando desafíos en la universidad, y a veces, las lágrimas aún querían asomarse. Pero ahora sabía que podía respirar, escribir, hablar o simplemente permitirse sentir. Ser adulta era entender sus emociones, no esconderlas. Y eso la hacía más fuerte que nunca.

No todos los niños tienen recuerdos felices, La vida de los niños depende mucho del equilibrio emocional de los padres."...
02/09/2025

No todos los niños tienen recuerdos felices, La vida de los niños depende mucho del equilibrio emocional de los padres.

"Un hogar en paz es el primer regalo que unos padres pueden dar a sus hijos."

"El amor cubre multitud de faltas; los gritos, en cambio, dejan cicatrices en el alma."

"La voz de los padres forma el eco interior de sus hijos. Que sea un eco de amor, no de dolor."

"No eduques con gritos, enseña con ejemplo y ternura, como el Señor nos instruye a nosotros."

"Donde habita el respeto y la comprensión, florecen corazones sanos y vidas bendecidas."

"La verdadera fortaleza de una familia no se mide en gritos, sino en abrazos y perdón."

"Los niños que crecen en amor aprenderán a sembrarlo dondequiera que vayan."

"Padres equilibrados crean generaciones bendecidas."

"Corrige con amor, nunca con furia; porque el corazón de un niño es un jardín, no un campo de batalla."

"La paz en el hogar es el reflejo de Dios habitando en medio de la familia."

Cuando el corazón cuidaSer cuidadora es amar sin horarios,es entregar la vida misma, es sacrificar tu propia esencia par...
26/08/2025

Cuando el corazón cuida

Ser cuidadora es amar sin horarios,
es entregar la vida misma, es sacrificar tu propia esencia para hacerte cargo de sus detalles y preocupaciones de muchos tamaños.
Pero a ese cuidador, muchas veces, le tiembla el cuerpo, la mente se nubla
y el corazón se siente quemado.

El síndrome del cuidador no se ve,
porque los cuidadores tienden a esconder su frustración y se dibuja una permanente y pesada sonrisa, le pesa el alma, llorar en silencio, porque necesita un respiro sin culpa. Es acostarse a dormir haciendo planes para el otro día, para que nada les falte…es seguir aunque ya no puedas; es sentirse invisible, es verte como un robot mientras la vida se le escape, que pase por delante, sin esperar nada a cambio. Las amistades se van, los vecinos huyen, la familia no te busca, pasas desapercibido y ya ni te importa porque te tienes a ti mismo y te lo has dicho muchas veces por dentro. Te propones que jamás te vean desvalida, aunque luego en la habitación grites en silencio, si, muy callada para no preocupar a las personas que amas.

Hoy levanto mi voz, no para quejarme,
sino para recordar que quienes cuidan
también necesitan libertad.

Le dije a mi estilistaEsto creo: Hay un miedo del que casi nadie habla, pero todas lo llevamos escondido en algún rincón...
23/08/2025

Le dije a mi estilista
Esto creo: Hay un miedo del que casi nadie habla, pero todas lo llevamos escondido en algún rincón del alma.
Un miedo que no se confiesa en voz alta porque parece traerlo más cerca, como si nombrarlo fuera invocarlo.

No es miedo a las arrugas, ni al cabello blanco, ni al paso lento.
No es miedo al bastón, ni siquiera a la soledad.

Es otro miedo…
Ese que aparece cuando imaginas que tu cuerpo, poco a poco, deja de ser tu aliado.
Cuando piensas que tal vez un día no podrás levantarte sin ayuda.
Que el camino al baño será un reto, no una costumbre.
Que lo más simple —prepararte un café, tomar un pincel, abotonarte una blusa— se convierta en montaña.

El miedo a depender.
A no poder con todo.
A necesitar manos que no sean las tuyas para hacer lo que siempre hiciste sola.

A veces me despierto con ese pensamiento golpeando suave, como queriendo entrar.
No lo digo en voz alta… por si el silencio lo aleja.
Pero ahí está.
¿Qué pasará si un día mi memoria se llena de ausencias?
Si olvido nombres, rostros, fechas… o incluso me olvido a mí.
Si mis manos tiemblan y dejo caer lo que antes sujetaba con firmeza.

Y no, no quiero que me miren con lástima.
No quiero esa mirada que reduce, que empequeñece.
Quiero respeto.

Porque aunque el cuerpo se apague poco a poco, el alma sigue encendida.
Aunque los pasos se hagan cortos, los sueños siguen siendo largos.
Aunque las manos tiemblen, las ganas de crear, amar y sentir siguen firmes.

Pero duele…
Duele ver cómo, a medida que envejecen, a muchos los tratan como si sobraran.
Como si ser viejo fuera sinónimo de estorbo.
Como si fueran niños torpes y no adultos llenos de historias y batallas ganadas.

Y ese es otro miedo:
No solo depender…
Sino que te vean como una carga.
Que te ayuden, sí, pero desde la impaciencia o la obligación, no desde el amor.

Por eso, mientras pueda, me levanto sola.
Me preparo mi café.
Me seco las lágrimas sin que nadie lo note.
Me abrazo fuerte, recordándome que sigo siendo suficiente.

Porque si un día ya no puedo hacerlo por mí, que al menos quien me cuide lo sepa:
No necesito compasión.
No necesito que me hagan sentir menos capaz o menos valiosa.
Quiero amor que no duela.
Quiero respeto que abrace.

Y si llega el momento en que dependa de alguien…
que esa mano que me sostenga lo haga sin hacerme sentir que pierdo mi dignidad.

Porque sí, llegaré a vieja…
pero vacía, invisible o incapaz… ¡Jamás!

“¿Ya comiste, hija?”Leía el mensaje… y lo dejaba en visto.Siempre había algo más importante: el trabajo, las prisas, los...
21/08/2025

“¿Ya comiste, hija?”
Leía el mensaje… y lo dejaba en visto.
Siempre había algo más importante: el trabajo, las prisas, los pendientes.

—“Mi mamá me llama mucho… a veces me irrita. Siempre repite las mismas historias… ya sabes cómo son los viejos.
Además, casi no tengo tiempo.”

Le decía una mujer a su amiga, mientras tomaban café.

Su amiga se quedó en silencio un momento. Luego, con una mirada que pesaba más que mil palabras, respondió:

—“Yo también era así.
Y ahora… la visito todos los meses.
Pero en el cementerio.”

La otra mujer bajó la mirada.

—“Cuando estaba viva, me molestaban sus manías, su insistencia… su amor.
Ahora, daría lo que fuera por escuchar su voz de nuevo, aunque solo fuera para que me repitiera por décima vez cómo se conocieron mis abuelos.
Si pudiera volver atrás, la abrazaría más, la escucharía con paciencia… y no dejaría para mañana lo que hoy podría ser un recuerdo eterno.”

Ese día, la amiga salió del café, se subió al auto… y por primera vez en años, lo entendió.
Llegó a la oficina, tomó el teléfono y le dijo a su secretaria:

—“Cambia mi agenda. Hoy no hay reuniones. Hoy… voy a ver a mi mamá.”
No esperes a que sea un silencio el que te recuerde cuánto ruido hacía su amor.
___Llama hoy. Abraza hoy. Valora hoy. Porque un día… ya no podrás.
-extraído de internet-

Gillian es una niña de siete años y no puede sentarse en la escuela. Se levanta continuamente, se distrae y no sigue las...
18/08/2025

Gillian es una niña de siete años y no puede sentarse en la escuela.
Se levanta continuamente, se distrae y no sigue las lecciones.

Sus profesores se preocupan, la castigan, la regañan, pero nada, Gillian no sabe sentarse y estar atenta.

Cuando llega a casa, mamá también la castiga, como si no fueran ya castigo suficiente los gritos y la humillación ante todos sus compañeros de escuela.

Un día la madre de Gillian es convocada a la escuela. Triste como quien espera malas noticias, toma a la niña de la mano y se va a la oficina del director.

Los profesores hablan de enfermedad, de un trastorno evidente de la niña, hiperactividad.

Durante la entrevista llega un viejo profesor que conoce a la niña.
Pide a todos los adultos, madre y colegas, que lo sigan a una habitación contigua desde donde observar en silencio a la niña.

Al irse le dice a la niña que tenga un poco de paciencia que volverán enseguida y le enciende una vieja radio donde suena un poco de música.

Como la niña se encuentra sola en la habitación inmediatamente se levanta y comienza a moverse hacia arriba y abajo siguiendo con los pies lo que el corazón le dicta.

El viejo profesor sonríe y mientras los colegas y la madre lo miran confundidos dice:

" Ven, Gillian no está enferma, Gillian es bailarina".

La niña empezó a asistir a clases de baile y desde la primera lección volvía a casa diciendo:
"Todos son como yo, allí nadie puede sentarse."

En 1981, después de una hermosa carrera de bailarina, después de abrir su propia academia de baile, después de recibir reconocimientos internacionales por su arte Gillian lynne será la coreógrafa del musical cats.

𝗨𝗻 𝗯𝗲𝘀𝗼 𝗮 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗹𝗼𝘀 𝗻𝗶ñ𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀, deseando que encuentren en su camino a los adultos capaces de acogerlos por lo que son y no por lo que les falta.

«TODOS SOMOS GENIOS, PERO SI JUZGAS A UN PEZ POR SU HABILIDAD PARA TREPAR ÁRBOLES, VIVIRÁ TODA SU VIDA PENSANDO QUE ES UN INÚTIL»

Por: Albert Einstein

Mi papá nunca fue de decir “te quiero”.Pero cada mañana, antes de irse al trabajo, revisaba que mi ventana estuviera bie...
17/08/2025

Mi papá nunca fue de decir “te quiero”.
Pero cada mañana, antes de irse al trabajo, revisaba que mi ventana estuviera bien cerrada.

Salía temprano, con su lonchera en la mano, y dejaba un vaso de leche en la mesa.
No me despertaba para despedirse, pero escuchaba sus pasos apagados, cuidando de no hacer ruido.

No era de preguntarme cómo me había ido en la escuela, pero siempre se aseguraba de que tuviera cuadernos nuevos antes de que se acabara el trimestre.
Nunca me dijo que estaba orgulloso, pero lo vi sonreír cuando me entregaron un diploma y creyó que no lo estaba mirando.

De niño pensé que eso no era cariño… que el amor era decirlo y abrazarlo.
Con los años entendí que no todos saben querer con palabras.
Algunos lo hacen con manos que trabajan hasta tarde, con detalles que parecen pequeños… pero que te sostienen toda la vida.

Porque hay amores que no se escuchan, pero se sienten en cada rincón de la casa.

Créditos: al autor

✨Sí, dile a tu médico que te duele el pecho… pero cuéntale también que ese dolor viene de la tristeza, de la angustia qu...
12/08/2025

✨Sí, dile a tu médico que te duele el pecho… pero cuéntale también que ese dolor viene de la tristeza, de la angustia que te aprieta el alma.

✨Dile que tienes acidez… pero pregúntate también por qué, si con tu mente agitada se multiplica la producción de ácido en tu estómago.

✨Informa que tienes diabetes, sí… pero no olvides decir que la dulzura parece haberse esfumado de tu vida, y que te pesa demasiado el sabor de las frustraciones.

✨Menciona que sufres de migrañas… pero reconoce también que te duele el perfeccionismo, la autocrítica constante, la sensibilidad extrema a la opinión ajena y la ansiedad que nunca descansa.

✨Muchos desean curarse, pero pocos están dispuestos a neutralizar el ácido de la calumnia, el veneno de la envidia, los microbios del pesimismo y el cáncer del egoísmo. No quieren transformar su forma de vivir.

✨Buscan la cura de un tumor… pero se resisten a soltar una vieja pena. Quieren liberar sus arterias coronarias… pero siguen con el pecho cerrado por el rencor y la agresividad.

✨Desean sanar sus ojos… pero no se quitan la venda del juicio y la maledicencia. Piden alivio para la depresión… pero no sueltan el orgullo herido ni el dolor por las pérdidas que no han sabido integrar.

✨Suplican ayuda para sus problemas de tiroides… pero ignoran sus propios rencores y frustraciones, y no se permiten expresar con claridad lo que realmente necesitan. Ruegan por sanar un nódulo en el pecho… pero siguen negándose a liberar la ternura y a dejar fluir la afectividad.

✨Piden intervención divina… pero hacen oídos sordos a los gritos de ayuda que vienen de las personas más próximas.

✨La vida nos habla de mil maneras. Y sí, la enfermedad es una de ellas. A veces la más clara. Porque el mensaje que nos trae es urgente y profundo: nos está haciendo falta más amor y más armonía en nuestra existencia.

1 Corintios 13

Limpié sus baños durante 12 años; no sabían que el chico con el que llegué era mi hijo... hasta que se convirtió en su ú...
06/08/2025

Limpié sus baños durante 12 años; no sabían que el chico con el que llegué era mi hijo... hasta que se convirtió en su única esperanza de supervivencia.

Me llamo Chinyere. Empecé a trabajar como limpiadora en la Mansión Oladimeji a los 29 años.

Era viuda. Mi marido había mu**to en el derrumbe de un edificio, y solo me quedaba mi hijo de cuatro años, Ifeanyi.

Cuando le rogué a la señora Oladimeji que me diera trabajo, me miró de arriba abajo, evaluándome antes de decir: «Puedes empezar mañana. Pero ningún niño debe andar suelto. Se quedará en las habitaciones de atrás».

Asentí. No tenía otra opción.

Nos mudamos a las habitaciones de los chicos: un solo colchón, un techo con goteras y mucho silencio.

Todas las mañanas, fregaba suelos de mármol, pulía las tapas de los inodoros y limpiaba lo que dejaban los tres niños mimados de la señora.

Nunca me miraban a los ojos.

¿Pero mi hijo? Él observaba. Él aprendía. Y todos los días decía: «Mamá, te construiré una casa más grande que esta».

Ifeanyi era brillante. Le enseñaba los números con tiza y baldosas rotas. Leía periódicos viejos como si fueran libros de texto.

Cuando cumplió 7 años, le supliqué a la señora:

«Por favor, señora, que vaya a la misma escuela que sus hijos. Trabajaré extra. Le pagaré con mi sueldo».

Se burló. «Mis hijos no se juntan con los hijos de las empleadas domésticas».

Así que lo matriculé en una escuela pública local.

Caminaba dos horas todos los días.

A veces descalzo.

Pero nunca se quejaba.

A los 14 años, ganaba concursos estatales.

Una de las juezas, una mujer del Reino Unido, se fijó en él.

«Tiene talento», dijo. «Si tuviera la plataforma adecuada, podría llegar a ser alguien increíble».

Nos ayudó a solicitar becas internacionales. Y así, sin más…

Entró en un prestigioso programa de ciencias en Canadá.

Cuando se lo conté a la señora Oladimeji, se quedó atónita.

"¡Espera! ¿El chico con el que viniste aquí... es tu hijo?"

Sonreí.

"Sí. El mismo chico que creció mientras yo limpiaba tus baños".

Ifeanyi se fue a Canadá.

Yo me quedé.

Seguía limpiando.

Seguía invisible.

Hasta que un día, todo cambió.

El Sr. Oladimeji sufrió un infarto. A su hija mayor le diagnosticaron insuficiencia renal. Sus negocios se desmoronaron.

Su riqueza se desvaneció como la niebla.

Los médicos les dijeron: "Necesitan expertos internacionales. Pero nadie está dispuesto a ayudar".

Entonces llegó una carta de Canadá:

"Me llamo Dr. Ifeanyi Udeze. Soy especialista en trasplantes. Puedo ayudar. Y conozco muy bien a la familia Oladimeji".

Regresó con un equipo médico privado.

Alto. Guapo. Competente.

Al principio no lo reconocieron.

Entonces miró a la señora y dijo: «Una vez dijiste que tus hijos no se mezclan con los hijos de las criadas. Pero hoy… la vida de tu hija está en manos de una sola».

La señora cayó de rodillas. «Lo siento. No lo sabía».

Se giró suavemente. «Te perdono. Porque mi madre… me enseñó compasión. Incluso cuando tú no la tuviste».

Operó a la hija con éxito. Le salvó la vida.

No cobró ni una sola naira.

Solo dejó una nota escrita a mano:

«Esta casa una vez me vio como una sombra. Pero ahora, camino con la cabeza alta, no por orgullo… sino por cada madre que limpia baños para que su hijo pueda crecer».

Volvió a mí.

Me construyó una casa.

Me llevó a ver el océano, algo con lo que siempre había soñado.

Hoy, me siento en el porche de mi casa, viendo pasar a niños con uniformes, uniformes que yo jamás podría permitirme.

Y cada vez que los oigo gritar "¡Dr. Ifeanyi!" en una revista o en las noticias...

Sonrío.

Porque antes, solo era la criada.

Pero ahora, soy la madre del hombre sin el cual no pueden vivir.

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