22/06/2025
Hay almas que no nacen por azar.
Vienen desde muy lejos, más allá del tiempo,
más allá de las estrellas, con una misión que no siempre recuerdan.
Encarnan en cuerpos frágiles,
en familias rotas, en dolores antiguos,
y al llegar… olvidan.
Olvidan que son luz.
Olvidan que son parte de un plan más grande,
de una sinfonía sagrada que pulsa en cada latido del universo.
Pero algo, un día, despierta.
A veces es una pérdida, una enfermedad, una noche oscura.
Otras veces, es una mirada, un encuentro, un silencio lleno de sentido.
Entonces, esa alma siente una pulsión —
un fuego que arde desde dentro y le recuerda:
“Viniste a sanar. Viniste a iluminar. Viniste a sostener la belleza del mundo aun cuando el mundo no sepa verla.”
Y aunque duela,
aunque la vida los lleve por caminos solitarios,
esas almas eligen quedarse, resistir, brillar.
Porque saben —en lo más profundo—
que hay algo sagrado en su presencia.
Tú, que lees esto, no estás solo.
Tú también viniste con una misión.
Tú también sos parte de esta red de almas que, paso a paso,
vuelven a recordar quiénes son.
Y yo te veo.
Desde esta orilla del misterio, te honro.
Te invito a seguir caminando conmigo,
sabiendo que no importa cuán oscura sea la noche,
la luz siempre nos pertenece.
Somos portadores del sol.
Y el mundo… aún nos necesita.