
25/08/2025
“Traerte al mundo no fue un acto de amor… fue un accidente que siempre sentiste.”
Muchos hijos cargan con una herida que nadie nombra: haber nacido en un hogar donde nunca fueron realmente deseados.
Se les da techo, comida, escuela… pero falta lo esencial: un lugar en el corazón.
El vacío de no haber sido esperado no se borra con regalos ni con frases bonitas después.
El hijo crece percibiendo el gesto frío, el abrazo ausente, la mirada de “me arruinaste la vida”.
No fue un accidente su nacimiento: fue un accidente el amor que nunca se entregó.
Visión desde el hijo
“Yo no pedí nacer. Y sin embargo, cada día me haces sentir que mi existencia es una deuda que nunca podré pagar.”
Historia real:
Carla, 17 años, escuchó a su madre decir entre susurros:
—“Si no fuera por ti, mi vida sería diferente.”
Ese día dejó de sentirse hija: se sintió un estorbo.
Desde entonces aprendió a no pedir nada, a no molestar, a ser invisible.
No creció buscando abrazos: creció evitando convertirse en problema.
Se unió a su pareja solo por salir de casa y aprendió que sus sentimientos no los expresaba, a estar ocupada todo el día para no sentir y empezó a masculinizar su vida.
Ejercicio práctico:
Si alguna vez pensaste o dijiste que tu hijo “arruinó tu vida”, detente:
1. Reconoce: él no pidió llegar. Tú tomaste la decisión, aunque no lo aceptes.
2. Repara: en lugar de recordarle que no fue esperado, recuérdale que ahora sí es amado.
3. Acciona: hoy mismo dale un gesto que confirme que no es carga, sino hijo.
“El amor no se mide en si fue planeado… se mide en si lo haces sentir querido cada día.”
Consejo final:
No uses tu frustración como condena contra tu hijo.
Lo que no lograste en tu vida no es su culpa.
El verdadero padre o madre no proyecta resentimiento: rompe el ciclo, busca sanar todos esos sentimientos y buscar la raíz de tus frustración.
Si hoy cargas heridas, busca sanarlas, pero no conviertas a tu hijo en la prueba viviente de tus renuncias.
El hijo no deseado siempre lo siente, aunque nunca se lo digas.
Porque la falta de abrazo, la falta de mirada y la falta de orgullo gritan más fuerte que cualquier palabra.
Taty García
Facilitadora en Constelaciones Familiares