
16/05/2025
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Creemos en un mundo donde los animales son educados con amor y con respeto, no con miedo.
Un mundo donde entrenar no sinónimo controlar, sino de comunicar. Donde las herramientas que usamos no buscan someter, sino facilitar el aprendizaje desde el cariño, la empatía y la comprensión del comportamiento y las capacidades cognitivas de otro ser.
Las ciencias del comportamiento han sido claras: los métodos basados en el castigo, el dolor o la intimidación no solo son éticamente cuestionables, sino que también generan efectos secundarios dañinos como ansiedad, estrés crónico, evitación, agresión o deterioro del vínculo entre el animal y su cuidador.
Frente a esta premisa, el adiestramiento basado en el refuerzo positivo ha demostrado empíricamente  ser más eficaz, más seguro y más respetuoso. Este enfoque se basa en motivar, reforzar conductas deseadas y reconocer las capacidades cognitivas, emocionales y sociales de los animales. Hoy sabemos que los animales sienten, tienen cognición, aprenden y recuerdan. Por tanto, merecen procesos pedagógicos que estén a su altura.
Adiestrar con respeto es también un acto de justicia. La bioética nos enseña que no basta con lograr resultados: importa cómo los logramos. Si hay un camino que cuida el bienestar, promueve la cooperación y fortalece el vínculo… ese debe ser el camino.
Por eso decimos con claridad:
No al maltrato disfrazado de “adiestramiento”. No al miedo como recurso pedagógico. No a las herramientas de castigo que vulneran al animal.
Porque educar a un animal no es enseñarle a obedecer. Es enseñarle a confiar.
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