25/02/2025
Hoy invité a mi yo de hace 10 años.
La encontré en una oficina, tomando té frío y trabajando hasta tarde. Como sabía que saldría a las 6, la esperé en un café cercano.
Cuando llegó, estaba llena de energía, amaba la presión y tener mucho que hacer… aunque aún no lo reconocía. Le conté que ahora trabajaba desde casa, porque estaba haciendo mi sueño realidad.
Le pregunté si estaba donde quería estar. Me dijo que estaba encontrando una nueva pasión en su carrera, pero que sentía una parte de ella descuidada. Le respondí que yo había encontrado algo que me hacía tan feliz, que ni siquiera sentía que trabajaba.
Le pregunté por el amor. Me dijo que, aunque sus parejas se comprometieran, ella terminaba cargando demasiado para sostener la relación. Le conté que entendí que el primer amor debía ser yo misma… y que desde ahí, el amor se volvía más humano y sano.
Le pregunté si quería ser mamá. Me dijo que sí, que lo tenía claro desde los 7 años, pero que aún no era el momento. Le conté que ahora tenía un hijo hermoso y sano, que me llena de amor y me desafía a ser mi mejor versión.
Por último, le pregunté: ¿Crees que vas por buen camino?
Me respondió: Creo que buscar sanar me llevará a donde quiero estar.
Le dije que ese camino, que además era su don, ahora tenía un gran espacio en su vida. Que el sueño de ser independiente, tener un consultorio y tiempo para su hijo, lo había logrado.
Antes de irse, me miró y me preguntó: ¿Ya sabes quién eres?
Le respondí: Aprendí que no somos, vamos siendo… y cada día trae su propia prisa.
Hace 10 años estaba en mi segundo trabajo, terminando una especialización y soñando con ser administrativa en una empresa. Hoy, después de reconstruir el éxito, la pareja, la profesión y la maternidad, puedo decir:
Felices 10 años, Pamela. Vamos muy bien.