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Buenas noticias. Ya está disponible al público mi último libro  Henrytustra y el mapa de las emociones en la plataforma ...
09/03/2025

Buenas noticias. Ya está disponible al público mi último libro Henrytustra y el mapa de las emociones en la plataforma de venta Amazon. Este libro hace parte de la saga, El universo de la psicología, que también incluye la obra Caminando con Henrytustra. Es una saga que contará con cuatro obras que abordan el fascinante universo de la psicología. Este libro va dirigido al gran público y también a los psicólogos. Te invito a que lo adquieras. Tus comentarios serán preciosos para mi.
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Todo tiene un comienzo y un fin. Cuando se habla de la portada de un libro quiere decir que es el fin, al menos de la es...
19/02/2025

Todo tiene un comienzo y un fin. Cuando se habla de la portada de un libro quiere decir que es el fin, al menos de la escritura. En todo caso, el fin de algo siempre es el comienzo de algo nuevo. el titulo: Henrytustra y el mapa de las emociones. La portada,te dejo opinar...

Esta cápsula te ayudará a manejar la ansiedad. La ansiedad, un agente anticipador*Cuando el humanoide pierde el control ...
14/02/2025

Esta cápsula te ayudará a manejar la ansiedad.

La ansiedad, un agente anticipador
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Cuando el humanoide pierde el control de sus emociones, el cuadro puede ser desastroso. Algunos humanoides se congelan ante una tarea que deben realizar, frente a un futuro incierto o al tomar decisiones difíciles. Otros, sin embargo, son carcomidos lentamente por una sensación de inquietud constante: la ansiedad.
**
El camino hacia el castillo era largo y culebrero, pero se hacía llevadero con la compañía. Henrytustra sabía que la juventud, con su energía y valentía, podía llevarlos a dimensiones inexploradas. Aquella isla que parecía desierta mostraba su naturaleza agreste y sorpresiva. Conforme avanzaban, los tres viajeros notaron algunos esqueletos desperdigados, descompuestos con el paso del tiempo, algunos mutilados, evidencia de ataques violentos.
Al llegar al castillo, la portada era un espectáculo macabro: dos calaveras colgaban como advertencia para los intrusos. Henrytustra, siempre reflexivo, murmuró:
—La vida es así, unas son de cal y otras son de arena.
Sin embargo, para el joven centurión Marco Aurelio, la escena era más que un símbolo. Un malestar progresivo se apoderó de su cuerpo. Se detuvo en seco y, con un temblor en la voz, expresó:
—Siento que mi corazón se acelera, me cuesta respirar, mis manos sudan y mis piernas tiemblan. No puedo quitarme de la mente que algo malo está por suceder.
Henrytustra colocó una mano firme y reconfortante sobre el hombro del joven:
—Tranquilo, Marco Aurelio. Lo que sientes es algo común llamado ansiedad.
***
En psicología, la ansiedad se define como un estado de alerta constante, una preparación para enfrentar lo desconocido o lo que se percibe como una amenaza. A veces, el sujeto identifica claramente la causa de su ansiedad: un examen, una presentación, una cita importante. Otras veces, la ansiedad parece surgir de la nada, como una sombra que emerge del inconsciente, alimentada por temores y conflictos internos no resueltos.
La ansiedad, en su estado funcional, es un agente anticipador. Puede ser una aliada para resolver conflictos y actuar de manera proactiva. Por ejemplo, si tienes un examen mañana, la ansiedad te impulsa a estudiar. Si tienes una cita amorosa, te motiva a prepararte y lucir lo mejor posible. Pero cuando la ansiedad se desborda y anticipa negativamente los eventos, puede volverse paralizante. Si temes fracasar en el examen, podrías decidir no estudiar, convencido de que el esfuerzo será inútil. Este tipo de ansiedad anticipatoria, en lugar de movilizar, bloquea.
***
Henrytustra, comprendiendo la vulnerabilidad del joven centurión, le habló con voz serena:
—Marco Aurelio, la ansiedad no es tu enemiga, pero puede convertirse en una adversaria peligrosa si le permites tomar el control. Un guerrero no lucha con fantasmas antes de que aparezcan. Afrontaremos cada desafío en su momento, ni antes ni después. Ahora, respira profundo. Llena tus pulmones de aire, siente cómo el oxígeno fluye en tu cuerpo. El miedo puede golpear, pero tú eres quien decide si se queda o si lo enfrentas con serenidad.
El joven centurión asintió, siguiendo las instrucciones del maestro. Poco a poco, su respiración se volvió más pausada, y su mente, más clara. Juntos, los tres avanzaron hacia las puertas del castillo, dejando atrás las dudas y la opresión de lo incierto.
Henrytustra reflexionó en silencio:
—La ansiedad está dentro de todos los humanoides, pero no debe ser un tirano. Cuando sientas su presencia, escucha lo que quiere decirte, pero no dejes que controle tus pasos. El momento para actuar siempre es el presente. Así reflexionaba Henrytustra.

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De mi nuevo libro, Henrytustra y el mapa de las emociones, que será publicado en algunas semanas, he aquí una muestraLa ...
05/02/2025

De mi nuevo libro, Henrytustra y el mapa de las emociones, que será publicado en algunas semanas, he aquí una muestra

La Pereza o la madre de todos los vicios
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Para comprender la esencia del humanoide, no basta con observar sus acciones; también es imprescindible analizar aquello que deja de hacer, los vacíos que va creando en su cotidianidad, en sus aspiraciones y en su falta de movimiento.
**
Henrytustra, en su travesía por aquella cueva húmeda y oscura, contemplaba entre sueños a sus jóvenes aprendices, Atenea y Marco Aurelio. A lo lejos, en un rincón polvoriento, divisó unos pergaminos olvidados. Se trataba de textos religiosos, sus letras desgastadas contaban historias de fe y moralidad. Al abrir uno de esos libros, sintió un frío a su lado, y con él apareció una figura sombría.
—Yo soy la Pereza —balbuceó la sombra con una voz lenta—. No abras esos textos, ahí me difaman. Dicen que soy un pecado capital y que el perezoso arderá en el purgatorio. ¿Crees que soy tan mala? Solo soy la falta de actividad, un susurro que invita al descanso infinito. Me instalo en algunos humanoides y los arrullo en la comodidad de su inercia. Les enseño a rechazar empleos, a ignorar el desorden en sus hogares, incluso a descuidar su propio cuerpo. Soy la reina de las excusas, Henrytustra: me escondo detrás de dolores, climas adversos, distancias insalvables. Y, aunque hablo de defectos, no me malinterpretes: no soy un pecado, soy una elección.
Henrytustra, cauteloso, escuchaba a la sombra, reflexionando sobre sus palabras.
***
En psicología, no toda falta de actividad puede considerarse pereza. Esta última se define como negligencia o desinterés hacia obligaciones reconocidas como necesarias o importantes. La pereza no es simplemente descansar o tomarse un respiro, sino la persistente falta de motivación y acción incluso cuando las consecuencias negativas de la inacción son evidentes.
La pereza puede ser física, mental o emocional. No obstante, es crucial diferenciarla de condiciones más profundas: algunas veces, la falta de actividad responde a depresiones ocultas, trastornos como la esquizofrenia, el autismo o incluso afecciones físicas debilitantes. Pero estas realidades no justifican del todo un estilo de vida perezoso. Hay quienes eligen conscientemente un camino de inercia, atrapados en una zona de confort perpetua, prefiriendo su cama o el sofá a cualquier forma de acción significativa.
La pereza física se manifiesta como la falta de disposición para realizar actividades corporales, incluso cuando estas son necesarias para el bienestar personal. Por ejemplo, un individuo reconoce que hacer ejercicio mejorará su salud, pero constantemente pospone sus caminatas o visitas al gimnasio porque "hoy no tiene ganas" o "está demasiado cansado". Ciertos humanoides acumulan platos sucios, ropa sin lavar o espacios desordenados debido a la falta de energía para realizar tareas domésticas básicas. Mientras que otros humanoides evitan hacerse chequeos médicos o no siguen un tratamiento porque "implica mucho esfuerzo".
La pereza mental es la falta de motivación para enfrentar retos intelectuales, aprender algo nuevo o resolver problemas en cuanto a la toma de decisiones como enfrentar un dilema complejo y preferir no decidir nada, dejando que el problema se agrave, postergar constantemente el inicio de sus tareas, optando por actividades pasivas como ver series o jugar videojuegos en lugar de estudiar o evitar cuestionar información recibida y aceptar opiniones o decisiones de otros sin reflexionar sobre ellas.
Finalmente, la pereza emocional implica evitar enfrentar o procesar emociones, ya sea las propias o las de los demás. Un humanoide que no se esfuerza por mantener contacto con sus amigos o familiares, dejando que las relaciones se enfríen; aquel que opta por ignorar conflictos emocionales o evitar confrontaciones difíciles en lugar de resolverlos, lo que puede llevar al deterioro de las relaciones o una persona que no reflexiona sobre su bienestar emocional o evita buscar ayuda cuando se siente abrumada por el estrés o la tristeza.
A menudo, estas formas de pereza no actúan de manera aislada, sino que se entrelazan. Una persona que experimenta pereza emocional puede sentir miedo o desgana de enfrentar sus problemas emocionales, lo que a su vez puede llevarla a evitar tareas físicas (como ir a trabajar) o mentales (como planificar soluciones). Alguien atrapado en la pereza física puede justificar su inactividad con argumentos mentales, como “no tengo tiempo para hacer ejercicio”, aunque esto sea una racionalización más que una realidad.
****
Henrytustra había conocido incontables humanoides que, atrapados por la pereza, habían dejado escapar las oportunidades de sus vidas. Envejecían con lamentos, recordando todo aquello que podrían haber logrado, pero nunca intentaron. En su memoria quedaron grabados rostros que habían pasado décadas postrados ante pantallas, paralizados por la inercia de un ocio vacío.
El sabio, con su habitual empatía, cerró el pergamino y miró a la sombra:
—En cada humanoide hay una pugna entre el descanso legítimo y la pereza corrosiva. Descansar es un arte, pero cuando el descanso se convierte en huida, comenzamos a ceder ante la pereza. Identificar si es el cuerpo, la mente o el corazón lo que nos frena es el primer paso hacia la acción. Pero recuerda: un pequeño movimiento puede romper grandes cadenas.
—¿Cómo pretendes cambiar la percepción de ti mismo, y la percepción de los demás, si no te movilizas? Cada paso que no das es una puerta que nunca abrirás. Piensa en lo que aún puedes construir, pero recuerda: la pereza no desaparecerá con un deseo, solo con la acción.
La sombra parecía desvanecerse mientras Henrytustra hablaba. En la penumbra de la cueva, el sabio sintió que había sembrado una semilla, pequeña, pero lo suficientemente fuerte como para resistir el viento de la inercia. Así se activaba Henrytustra.
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En busca del sentido de las emociones El tiempo es un maestro implacable, pensó Henrytustra mientras avanzaba por el sen...
25/01/2025

En busca del sentido de las emociones

El tiempo es un maestro implacable, pensó Henrytustra mientras avanzaba por el sendero que lo llevaba a la fortaleza. Enseña a quienes tienen la capacidad de comprender que los segundos que pasan jamás regresan, que el presente es efímero y que el pasado queda sellado, inaccesible, salvo en los recuerdos. No hay estancamiento en el tiempo; su marcha incesante exige movimiento y cambio, un constante mirar hacia adelante.
Era el momento de seguir. De construir más conocimiento sobre el humanoide, de desentrañar esos contenidos emocionales encerrados por los barrotes del pasado. La fortaleza de las emociones se erguía imponente a lo lejos, brillando bajo el sol radiante, como un faro que los invitaba y desafiaba a la vez. A medida que se acercaban, los guerreros sintieron el peso simbólico del lugar.
Un desconocido en el camino les ofreció orientación, pero no sin antes lanzarles una advertencia:
—Deben estar bien preparados si van a la fortaleza. Este es un lugar donde las emociones se desatan, y no todos salen indemnes.
Henrytustra agradeció y continuó. Al llegar, encontraron una estructura monumental, con puertas abiertas de par en par, como si estuviera esperando su llegada. En el pasillo de entrada, bustos de mármol representaban las emociones humanas en toda su complejidad: un rostro reía, otro lloraba, otro gritaba en desesperación. La diversidad emocional era palpable incluso en la arquitectura.
Dentro, el bullicio llenaba los oídos de los viajeros. Miles de humanoides caminaban por los amplios salones: algunos discutiendo sobre los misterios de la vida, otros sobre trivialidades, algunos más en un profundo silencio reflexivo. Había quienes parecían avanzar hacia nuevos niveles de comprensión y quienes daban vueltas en círculos, atrapados en sus propios laberintos emocionales.
Marco Aurelio, observando con desconfianza, comentó:
—Maestro, ¿cree que estemos en peligro? Este lugar parece impredecible.
Atenea, con su habitual tono reflexivo, respondió:
—No siento hostilidad aquí, Marco. Lo que veo son personalidades enfrentando sus propias emociones. Algunas no parecen positivas, es cierto, pero eso es lo que caracteriza a los humanoides: su volatilidad emocional.
Marco Aurelio replicó, más cauteloso:
—Ya deberías haber aprendido, Atenea, que esas emociones volátiles pueden ser peligrosas. Muchos humanoides actúan sin medir las consecuencias de lo que sienten.
Entonces Atenea, intrigada, miró a su maestro:
—Henrytustra, ¿cree usted que debamos librar alguna batalla en esta fortaleza?
Henrytustra se detuvo en seco. Tomó una copa, la llenó de vino que alguien le había ofrecido, y se dirigió a sus aprendices con la voz firme y serena de quien ha reflexionado largamente sobre el tema:
—Tantas personalidades, tantas mezclas de emociones desbordadas... Cada humanoide es único, y sus trazos emocionales los hacen irrepetibles. Lo que muchos no entienden es que cada encuentro con otro humanoide es una lección en sí misma, si tienes la humildad de escuchar y comprender. Algunos te devolverán esa bondad en igual medida, pero no siempre será así.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en sus discípulos, y continuó:
—Atesora cada instante compartido con otro humanoide, porque no sabes cuánto tiempo tendrás antes de que los caminos se separen. Cada relación es una oportunidad para explorar esferas emocionales desconocidas, para avanzar en la comunicación y para crecer.
Bebió un sorbo de vino y añadió:
—Avanza sin miedo, pero con sabiduría. Y si encuentras joyas en el camino, atesóralas. Son esas joyas las que dan sentido al recorrido.
Los viajeros quedaron en silencio, reflexionando sobre las palabras de su maestro. Miraron a su alrededor, a las almas que transitaban la fortaleza de las emociones, y comenzaron a comprender que su misión no era destruir ni conquistar, sino observar, aprender y compartir.
El sol comenzaba a bajar en el horizonte, pero la fortaleza aún resplandecía, como si fuera un recordatorio de que las emociones, aunque volátiles, eran también una fuente de luz y aprendizaje. Así atesoraba Henrytustra

La frustración, el sentimeinto de la carencia, o "si no me vas a dar, no me lo muestres"La entradaLa frustración es una ...
11/01/2025

La frustración, el sentimeinto de la carencia, o "si no me vas a dar, no me lo muestres"

La entrada

La frustración es una experiencia inevitable, un elemento crucial que impulsa a los humanoides a superar la escasez y la carencia, fomentando el desarrollo de soluciones innovadoras. Los humanoides pueden canalizar su creatividad a partir de la ausencia de lo deseado, generando una diversidad de respuestas para satisfacer sus necesidades. En ciertas ocasiones, la frustración puede ser beneficiosa, motivando el crecimiento personal y la resolución de problemas. Sin embargo, para algunos humanoides, la frustración puede ser el punto de partida de interpretaciones negativas y comportamientos destructivos, sumiéndolos en un abismo de desesperación. Estos humanoides pueden tomar decisiones precipitadas durante momentos de frustración que lamentarán el resto de sus vidas.

La vivencia

El bebé humanoide estaba en proceso de formar su plataforma emocional a partir de la compleja experiencia emocional que estaba viviendo. Observaba cómo su objeto de afecto, su objeto de amor, su cuidadora, la madre, llegaba y se iba sin explicación, sintiendo un profundo vacío cuando se marchaba, y anhelando desesperadamente que regresara.

—Me pregunto si puedo desarrollar una forma de soportar el vacío, ¿cuál es la emoción que me conduce al vacío? En la ausencia, cuando me cortan de mi objeto, me siento frustrado; me están quitando el soporte. Realmente ya no es el seno, es lo que lo acompaña —cogitaba el bebé humanoide.

El aporte psicológico

La frustración forma parte de las emociones primordiales y desempeña un papel crucial en el desarrollo de los humanoides. Esta emoción surge en la ausencia del objeto de deseo, el cual se encuentra envuelto en un universo de representaciones. No se trata simplemente de la privación física, sino más bien de una carencia imaginaria, donde el objeto ya está presente en la mente del individuo. Por ejemplo, cuando un bebé anhela el seno materno, no es la leche en sí lo que falta, sino la presencia reconfortante del seno. Cada individuo aprenderá a manejar la frustración de manera única, ya que el umbral de tolerancia a esta emoción varía de uno a otro. Algunos buscan sustitutos temporales que alivien la frustración, mientras que otros pueden experimentar desorganización cuando el objeto deseado no está presente.

La enseñanza de Henrytustra

Henrytustra observaba cómo algunos humanoides pasaban toda su vida lamentándose por su incapacidad para manejar la frustración. Muchos de ellos carecían de tolerancia ante la adversidad y, al no ver satisfechos sus deseos de manera inmediata en la edad adulta, se tornaban agresivos, irritables y coléricos. Ante estas personas que buscaban gratificación instantánea, Henrytustra expresaba lo siguiente:

—Cuando te encuentres sin la presencia de una persona, un animal o un objeto, es natural que desees su compañía de inmediato. Sin embargo, es crucial aprender a vivir sin depender constantemente de ese apoyo emocional. Si no has cultivado tus propios recursos para lidiar con el vacío, estarás destinado a buscar desesperadamente una presencia que llene ese vacío por el resto de tus días. Aprende a soltar, cultiva tu resiliencia, cuenta hasta mil y más allá, y mientras tanto, construye vínculos emocionales que te sostengan.
Así se expresaba Henrytustra.

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Apartes de mi nuevo libro que será publicado prontoAnsiedad de separación, angustia de abandono o cuando no se soporta l...
07/01/2025

Apartes de mi nuevo libro que será publicado pronto

Ansiedad de separación, angustia de abandono o cuando no se soporta la soledad

Ni mucho que queme al santo ni poco que no lo alumbre, decían los abuelos. Así es la dinámica de las relaciones. Si te pegas mucho, eres un dependiente; si te alejas, ya no estás conectado con la relación.

Henrytustra observaba, en el escenario dicotómico de aquel salón, cómo algunos humanoides solicitaban desesperadamente la presencia de una persona en sus vidas. Entre ellos, destacaba un hombre que no permitía que su mujer hablara con nadie. Cuando Henrytustra intentó acercarse a esta mujer, el hombre se adelantó con una voz temeraria:

—¿Necesitas algo? Creo que no te conozco y no quisiera conocerte.
—Solo quería preguntarle a la señora qué se siente ser controlada —respondió Henrytustra.
—Nunca lo sabrás porque ella no habla con desconocidos —ripostó el hombre.
—Siento que la ansiedad del abandono te convierte en un hombre posesivo —concluyó Henrytustra.

Algunos adultos necesitan constantemente la presencia de una pareja, de sus padres o incluso de una mascota. Para ellos, imaginar el mundo sin la presencia de su “prótesis mental” es un calvario. La prótesis mental puede ser esa persona, objeto o cosa de la que dependen emocionalmente. En parejas, esto puede generar conflictos cuando la prótesis mental no responde al teléfono, tarda unos minutos más en llegar a casa o simplemente no presta atención total a sus palabras. La ausencia de esta prótesis mental provoca una ansiedad abrumadora, llevando al humanoide a imaginar escenarios catastróficos: el abandono, la irrelevancia, o el sinsentido de su vida.

En algunos casos, la ansiedad del abandono se manifiesta como un miedo irracional a perder al otro. Estas personas buscan desesperadamente atarse emocionalmente a alguien, pero esta dependencia las lleva a un vacío emocional cuando no logran ese anclaje. Este vacío, lleno de incertidumbre y desolación, puede derivar en conductas autoagresivas o heteroagresivas, con el individuo haciendo daño a sí mismo o a los demás en un intento de aliviar su dolor.

Henrytustra había sido testigo de cuadros trágicos producto de esta angustia de abandono: muertes, lesiones, discusiones interminables, y vidas que se hundían en las dr**as o el alcohol. Veía cómo los humanoides caían a sus más bajos niveles, arrastrados por la desesperación de no soportar su soledad.
El maestro, en su reflexión profunda, rumió un discurso que resonaba con un eco en todo el salón:

“El vacío debes domarlo y atesorarlo. Es gracias al vacío que existe el cascarón. Un bello florero es hermoso porque en su interior hay un vacío; una casa es digna porque su vacío puede ser decorado. Así es el humanoide: en su mente debe existir un vacío, el vacío de las pérdidas. Pero este vacío no debe ser motivo de angustia; adórnalo con lo más bello que encuentres sobre la tierra, y en lugar de temerlo, hazlo tu aliado.”

Con estas palabras, Henrytustra desafiaba a los humanoides a transformar su desesperación en una oportunidad para encontrar belleza en lo que falta, para abrazar la soledad y convertirla en una fuente de fortaleza y creatividad.

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Nunca te quedes quieto ante las demostraciones de violenciaHenrytustra reposaba en su carpa, exhausto tras un largo día ...
06/01/2025

Nunca te quedes quieto ante las demostraciones de violencia

Henrytustra reposaba en su carpa, exhausto tras un largo día de batallas, pero lleno de vida al contemplar a su alrededor a los jóvenes guerreros que lo acompañaban. Ellos, incansables, seguían descubriendo nuevas dimensiones en su propio proceso de evolución humana. Habían dejado atrás sus escudos y espadas, pues aquel día no solo habían peleado en campos de batalla, sino también en las trincheras invisibles de la mente, rescatando a humanoides que libraban guerras internas y se sentían constantemente derrotados.

El maestro cocinaba para los tres. El aroma del guiso llenaba el aire mientras los jóvenes lo observaban en silencio, admirando la humildad de aquel líder que no solo les enseñaba a empuñar la espada, sino también a forjarse como seres humanos completos. Las risas y las reflexiones se entrelazaban en un ambiente cálido, casi olvidando que el mundo allá afuera seguía siendo cruel e implacable.

Pero la paz era efímera.

La tranquilidad de la noche fue desgarrada por la súbita irrupción de cuatro hombres armados. Sus rostros reflejaban odio y sus ojos, cristalinos y enrojecidos, brillaban con una furia inhumana. El primero, sin pronunciar palabra, se abalanzó sobre Henrytustra con una daga afilada. Su intención era clara: el as*****to. El hombre lanzó la puñalada con precisión mortal, apuntando directamente a la aorta del maestro. Apenas un susurro escapó de sus labios: “¡Morite, gonorrea!”
Henrytustra, un guerrero experimentado, había aprendido que ante la violencia, la inmovilidad es la sentencia de muerte. En una fracción de segundo, movió su cuerpo instintivamente, desviando la trayectoria de la daga. El filo, aunque certero, falló su objetivo principal y se hundió en la clavícula del maestro. El impacto fracturó el hueso y desató un torrente de sangre, pero la vida aún no abandonaba a Henrytustra.
Cayó al suelo con un ruido sordo, pero incluso en ese instante de vulnerabilidad, su mente seguía trabajando. No había espacio para el pánico; sus aprendices estaban en peligro. La joven Amazona luchaba desesperadamente contra un atacante que la acosaba con una lluvia de espadazos, mientras el centurión forcejeaba con otro hombre que buscaba apuñalarlo.
El maestro, impulsado por un furor que jamás había experimentado, tomó su espada y se levantó como un vendaval de fuego. Sus ojos, normalmente serenos, ahora ardían con una intensidad aterradora. “¡Ya tuvieron su oportunidad! Ahora los que van a morir son ustedes”, bramó, su voz resonando como un trueno en la pequeña carpa.

Con movimientos rápidos y letales, Henrytustra se lanzó sobre el atacante del centurión, hundiendo su espada en el abdomen del hombre. Sin detenerse, giró hacia la Amazona, quien ya desfallecía bajo la presión de su agresor. Con un golpe preciso, el maestro cortó la espalda de aquel hombre, alcanzando incluso uno de sus pulmones. Los otros dos, al ver la mirada encendida de Henrytustra y la ferocidad con la que combatía, retrocedieron y huyeron aterrorizados, dejando tras de sí solo el eco de sus pasos.

Cuando el centurión intentó perseguirlos, Henrytustra lo detuvo con un gesto firme: “Déjalos ir. No podemos separarnos”.

La joven Amazona, herida en el brazo, se acercó rápidamente al maestro, observando con preocupación la herida profunda en su clavícula. La sangre seguía fluyendo en borbotones, pero Henrytustra, con una calma casi sobrehumana, tomó un trapo y presionó la herida. “Hoy no es mi día para caminar por el valle de los muertos”, murmuró, su voz teñida de determinación.

Entonces, mirando a sus dos aprendices, les habló con la gravedad de quien sabe que sus palabras serán recordadas:

“Escuchen bien: nunca, bajo ningún ataque físico o psicológico, se queden quietos. La inercia es la muerte. Muévanse, reaccionen, ataquen si es necesario. Cada movimiento, por pequeño que sea, puede ser la chispa que transforme una situación desesperada. Pero no se trata solo de sobrevivir; se trata de construir algo nuevo incluso en medio del caos. Siempre evalúen la situación. Cada acción cuenta, incluso cuando todo parece perdido”.
El silencio que siguió fue solemne. Los jóvenes asintieron, grabando esas palabras en sus corazones mientras ayudaban a Henrytustra a atender su herida. La batalla había terminado, pero las lecciones del maestro seguirían resonando mucho después de que las cicatrices sanaran.

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En esta cápsula Henrytustra explora la guerra entre el bien y el malHaz el bien y no mires a quiénEl bien y el mal son t...
30/12/2024

En esta cápsula Henrytustra explora la guerra entre el bien y el mal

Haz el bien y no mires a quién

El bien y el mal son temas recurrentes en la trama familiar del humanoide desde su temprana edad. Bajo esta dualidad, el pequeño humanoide va internalizando el patrón que le muestran sus cuidadores. Esta dinámica desencadena una lucha interna en el infante humanoide, quien se encuentra confrontado en su identidad, sus valores y sus modelos, intentando discernir entre los gestos de "niño bueno" o "niño malo".

**
—Soy un guerrero, uno de esos que luchan por sobrevivir. Cargo una armadura, un escudo, una espada, un cuchillo, una p***a y un mazo, defensas con las que me enfrento en cada batalla. Así me adentro en el campo de batalla de las emociones, mejor equipado para evitar el daño. El mal acecha afuera, y yo me considero el defensor del bien, aunque a veces respondo al ataque cuando los demás me agreden, cuando eso sucede puedo hacerle daño a los demás—exclamaba el joven centurión.

***
Algunos factores externos influyen en el juicio del humanoide, llevándolo a cuestionar sus valores. En ocasiones, los humanoides desarrollan sentimientos de hostilidad hacia sí mismos, formando patrones relacionales en los que se sienten constantemente atacados. Desde su nacimiento, el humanoide lucha por tomar decisiones correctas en la vida. Sin embargo, para muchos, su propia imagen personal es negativa; han crecido creyendo que son insignificantes, que no son escuchados ni considerados por nadie. Estos por mas que piensen que sus decisiones son correctas, tomaran caminos equivocados
Los humanoides, con baja autoestima y una identidad poco definida, buscan desesperadamente construir una identidad, a veces recurriendo al mundo criminal o al uso de dr**as como una forma de encontrar el valor que sienten que les falta internamente. Así van creando un mundo de defensas: una identidad construida con mecanismos que ocultan sus fragilidades. Estos mecanismos, una especie de escudo rígido, se convierten en la manera en la que el humanoide enfrenta sus situaciones. Estos humanoides buscan escapar de una guerra en la que siempre salen vencidos: su fragilidad interna. Estas defensas de una fragilidad vergonzosa solo refuerzan su prisión emocional.

****
Henrytustra observa cómo esas vidas se desgastan sin rumbo ni dirección hacia la realización de sus verdaderos deseos.
Con una lírica sincera, dirigiéndose a su joven aprendiz, expresó:
—Observo que muchos valores se ven afectados en las personas según las decisiones que toman en ciertos contextos. He visto cantantes que componen canciones para traficantes; políticos que alcanzan el poder con dinero del narcotráfico; curas que abusan sexualmente de menores; y empleados públicos que se enriquecen a través de la corrupción. Estas personas luchan con su identidad, debatiéndose entre el deseo de ser mejores y hundiéndose en una espiral de autodevaluación.
Conserva y protege tus valores; son la clave para terminar el día con felicidad y sentir que has actuado correctamente. Eso te construye a largo plazo; lo contrario, te destruye.
Así hablaba Henrytustra.

Cura tus heridas emocionales Curando heridasCada batalla traía consigo golpes, heridas, llantos, pero también una experi...
17/12/2024

Cura tus heridas emocionales

Curando heridas

Cada batalla traía consigo golpes, heridas, llantos, pero también una experiencia única: la de sentirse vivo. Henrytustra había recorrido campos de batalla donde era necesario adentrarse en la regresión temporal de los humanoides. Este proceso representaba un trabajo agotador, no solo por el estado de trance y concentración que requería sumergirse en la infancia de cada humanoide, sino también porque cada regresión lo confrontaba con sus propios valores y con los recuerdos de su propia niñez.
Henrytustra se alejaba de un campo de batalla donde muchos estaban heridos, mientras otros cargaban el fracaso sobre sus hombros. Entre los sobrevivientes también había humanoides alegres, felices de avanzar hacia una nueva etapa de sus vidas; en la regresión, habían logrado comprender un poco más de sus emociones.

Caminaba sintiendo la ligera alegría del triunfo, aunque pensaba retirarse por completo para descansar, andando solo por sus senderos, curando sus propias heridas. Estas eran las marcas que le dejaba el acto de sanar las heridas de los demás. Él lo lograba ejecutando su propia regresión, observando cada uno de sus movimientos y evaluando los vínculos que había construido con sus cuidadores, quienes ya habían fallecido tras librar ellos también miles de combates.

De pronto, miró hacia atrás y vio a dos jóvenes: una amazona y un centurión guerrero que lo seguían, armados y aún dispuestos a luchar mil batallas más.

—¿Qué hacen siguiéndome? —preguntó Henrytustra.
La amazona se adelantó y respondió:
—No lo seguimos, maestro. Lo cuidamos. En mi camino veo que todavía hay muchas batallas, pero necesito su sabiduría para poder librarlas. Soy joven y necesito un guía, alguien que me ayude a enfrentar mis luchas emocionales.
Henrytustra los miró con serenidad antes de responder:
—Me cuidan de forma egocéntrica; lo hacen por su propio bienestar. Aunque también es válido: así se siente la empatía. Empiecen por caminar dedicando cada momento plenamente a cada relación. Cada humanoide tiene un valor y está librando su propio combate. Algunos están más avanzados que otros en su capacidad de entregar emociones a los demás. No se preocupen, esto no es una competencia; cada uno da lo que tiene.
Hizo una pausa y concluyó:
—Pueden caminar conmigo si así lo desean, pero, en algún momento, tendrán que perderse y crear su propio camino.
Y así, Henrytustra seguía caminando.

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