
21/04/2025
“Te esperé… pero nunca llegaste.”
No sé exactamente en qué momento dejé de esperarte.
Quizás fue la noche en la que te llamé y no respondiste.
O cuando prometiste que cambiarías… y no lo hiciste.
Tal vez fue en esa mirada tuya, tan distante, que me hizo sentir invisible.
O en todas esas veces que me quebré en silencio para no incomodarte.
Yo te quise con todo. Con paciencia. Con fe.
Te defendí incluso cuando sabía que no debía.
Y me conté mil veces la historia de que “podrías ser mejor”,
que “solo necesitabas tiempo”,
que “el amor todo lo puede”…
Pero no. El amor no puede con todo cuando sólo uno lo carga.
Y dolió. Dolió mucho.
Porque me aferré a la idea de ti, no a ti.
Me aferré a lo que soñé contigo, no a lo que realmente eras.
Y fui quedándome sola, vacía, esperando un milagro que nunca llegó.
Hoy… hoy no te odio.
Hoy te dejo ir.
Con las manos temblando y los ojos llenos de lágrimas.
Pero también con la certeza de que merezco más.
Merezco alguien que no me pida que me destruya para que él pueda estar cómodo.
Merezco alguien que se quede sin que tenga que rogarlo.
Alguien que no me prometa cambios, sino que los haga.
Te amé. Pero me elijo a mí.