24/10/2025
«¡Mamá, te quiero muchísimo!»
—le decía yo en el desayuno, cuando tenía como 14 años.
«¿De veras?»
—sonreía mi mamá—.
«Entonces la próxima vez que llegue de trabajar, nomás pélame unas papas. Ahí voy a sentir tu amor, sin que digas una sola palabra».
«¡Amo a mi gato!»
—decía yo, abrazando al bola de pelos calientita.
«¿Y entonces cuándo le vas a cambiar la arena?» —preguntaba mi papá—.
«Porque el pobre ya ni quiere entrar a su cajita…».
Yo escuchaba a mis papás y me quedaba pensando:
¿por qué hablan de papas o de arena de gato cuando yo hablo de amor?
Me acuerdo que tendría como siete años y estuve varias semanas en el hospital. Era en las afueras de la ciudad, y en ese tiempo las reglas eran duras: los papás solo podían mandar encarguitos a ciertas horas y ver a sus hijos de lejos, desde el jardín. Por suerte, era septiembre y todavía hacía calorcito.
Mi mamá venía dos veces al día. En la mesita junto a mi cama siempre aparecía un paquetito: un poco de queso fresco, un vasito de compota, tantita sopa de frijoles o una tortita de carne al v***r. Justo lo necesario para una comida. A las pocas horas, ella regresaba con algo nuevo y calientito. Y junto a eso, envueltos en papel periódico, unos dibujitos con vestidos que ella inventaba para mis muñecas de papel: con moñitos, con lunares, con cuellitos y capas.
Yo nunca se lo pedí. No era medicina ni vitaminas.
Era su manera de decirme: «Te amo».
Lo entendí de verdad muchos años después. Pero nunca lo olvidé.
Cuántas veces no valoramos los detalles…
Sí, las palabras bonitas, los poemas, los «te quiero» son necesarios. A nosotras, las mujeres, nos gusta escucharlos, nos alimentan. Pero si esas palabras no vienen acompañadas de acciones, se vuelven puro ruido.
El amor se puede expresar con un anillo de diamantes o con un ramo de rosas. Pero también, y más auténtico, con cosas simples de cada día: una taza de café, una camisa planchada, un gesto de cuidado.
Unos amigos tienen un perrito salchicha que quedó paralizado de las patitas traseras. Y ya llevan tres años sacándolo a pasear en un carrito especial con rueditas. Podrían cargarlo en brazos o llevarlo en una carriola, pero el perrito quiere caminar solo. Y le dieron esa oportunidad. Porque lo aman.
Cuando de verdad amas, siempre encuentras la forma de demostrarlo. En cada día, en cada gesto.
Entrar a un cuarto en puntitas para no despertar. Acomodar la cobija para que no se enfríen los pies. Apagar el celular para que no suene. Preparar el café como si fuera un pequeño ritual de cariño.
Y un día, de repente, encuentras en tu mesa una taza de té y dos sándwiches adornados con aceitunas y tomates. Y entiendes: «Te amo» no siempre se dice con palabras.
El amor no es solo discursos. Es mirada. Es gesto. Es cuidado. Es hacer sentir al otro importante.
Recordemos: por muy fuerte que suenen las palabras, si no llevan acciones detrás, se vacían.
El verdadero «te amo» vive en los pequeños detalles.
Créditos a su autor(a).