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La psicología todavía carga con una mochila vieja: hablar de “procesos psíquicos”. Suena académico, elegante incluso, pe...
12/09/2025

La psicología todavía carga con una mochila vieja: hablar de “procesos psíquicos”. Suena académico, elegante incluso, pero en realidad es un error que arrastra a la profesión a un terreno poco científico.

Decir que alguien resolvió un problema porque “usó un proceso psíquico de razonamiento” no explica nada. Es como responder que el alcohol emborracha porque tiene “poder embriagante”: puro círculo verbal. No hay análisis, no hay predicción, no hay guía para intervenir.

El conductismo radical ya lo dejó claro hace décadas: pensar, recordar o sentir no requieren un reino especial llamado psiquismo. Son conductas, unas públicas y observables, otras privadas y accesibles solo para quien las experimenta. Todas están moldeadas por historia de aprendizaje, contexto y cultura.

El problema es que muchos psicólogos siguen hablando de procesos psíquicos como si fueran el núcleo de la disciplina. Y ahí cometen tres fallas graves: se refugian en conceptos imposibles de contrastar, pierden la precisión metodológica y, peor aún, se deslizan hacia un discurso que poco tiene que ver con ciencia.

La filosofía de la ciencia es clara: un concepto vale si explica, predice y orienta la acción. “Procesos psíquicos” no hace nada de eso. Es un cascarón vacío que podemos borrar del vocabulario sin perder una sola herramienta real.

Seguir usando esa expresión no es inocente: mantiene viva una psicología mentalista que obstaculiza el rigor. Quien aún se dedica a “lo psíquico” no está haciendo psicología científica, está reciclando un error histórico.

La psicología del siglo XXI no necesita más misticismo disfrazado de tecnicismo. Necesita análisis conductual, neurociencia y explicación funcional. Hablar de procesos psíquicos es mirar hacia atrás.

Si tu psicología se sostiene en procesos psíquicos, no es ciencia: es retórica vacía.

Conductismo y psicopatología: desmontando un mito comúnUna crítica frecuente, aunque profundamente equivocada, acusa al ...
11/09/2025

Conductismo y psicopatología: desmontando un mito común

Una crítica frecuente, aunque profundamente equivocada, acusa al conductismo de “negar la existencia de la psicopatología”. Este reproche se apoya en una confusión básica: interpretar el rechazo conductista al mentalismo como una negación del sufrimiento humano y de la clínica. Al contrario, el análisis conductual no solo reconoce la existencia de conductas problemáticas que afectan la vida de las personas, sino que aporta un marco científico sólido para comprenderlas e intervenir sobre ellas.

El error de origen

El malentendido surge cuando algunos afirman que, como el conductismo cuestiona el uso de términos como “trastorno mental” o “enfermedad mental” en sentido causal, entonces estaría negando la psicopatología en sí misma. Esto es falso. El hecho de que no se utilice un lenguaje mentalista no significa que no se reconozcan los fenómenos clínicos. Lo que el conductismo plantea es que esas etiquetas, por sí solas, no explican nada. Decir que alguien “mata porque tiene un trastorno antisocial” es tautológico: simplemente se repite el problema con otro nombre.

Un ejemplo claro: el caso del asesino

Imaginemos un asesino que mata “porque sí”. Para cualquier observador, es evidente que se trata de una manifestación de psicopatología. El conductismo no lo niega. Lo que hace es desplazar la explicación a otro nivel: no busca excusarlo con frases como “depende de su contexto” o “solo son contingencias externas”, sino identificar qué repertorios de conducta se han conformado en su historia y qué variables los mantienen en el presente. Desde allí, la psicopatología se entiende como un conjunto de patrones de respuesta desadaptativos, destructivos o deficitarios que requieren descripción rigurosa, evaluación empírica e intervención clínica.

El lugar de la psicopatología en el conductismo

El conductismo radical no elimina la categoría de psicopatología; la operacionaliza. En lugar de hablar de “trastornos mentales” como entidades internas que causan conducta, analiza los problemas en términos de:

Excesos conductuales (p. ej., agresión recurrente).

Déficits conductuales (p. ej., incapacidad de modular la respuesta emocional).

Patrones evitativos rígidos (p. ej., conductas compulsivas).

Repertorios mantenidos por reforzadores inmediatos pero dañinos a largo plazo.

Muchos de estos análisis funcionales coinciden con lo que la psiquiatría o la psicología clínica llaman psicopatología. La diferencia es de lenguaje explicativo, no de negación de los fenómenos.

Perspectiva científica y filosófica

Negar que el conductismo reconozca la psicopatología equivale a un error categorial. Es confundir el rechazo a las explicaciones mentalistas con la negación de los fenómenos clínicos. El conductismo se sitúa en una filosofía naturalista: en vez de invocar causas invisibles, busca relaciones entre conducta y ambiente que puedan ser observadas, medidas y modificadas.

Como señala Lakatos, un programa de investigación se juzga por su fertilidad teórica y práctica. El análisis conductual ha generado terapias validadas empíricamente para depresión, ansiedad, psicosis, trastornos de personalidad y violencia (Hofmann et al., 2012; Hayes, 2016). Si realmente negara la psicopatología, ¿cómo explicar que produzca intervenciones eficaces justamente sobre esos fenómenos?

Decir que el conductismo niega la psicopatología es sostener un mito. No se trata de negar la existencia del sufrimiento humano ni de relativizar la violencia o la enfermedad. Lo que el conductismo rechaza es explicarlo con ficciones mentalistas que no tienen poder explicativo ni predictivo. En su lugar, propone operacionalizar los problemas de conducta, lo que paradójicamente permite ver con mayor claridad qué constituye un fenómeno psicopatológico y, por tanto, habilita la colaboración con otras áreas de la salud para abordarlo.

Referencias

Hayes, S. C. (2016). Acceptance and Commitment Therapy: The Process and Practice of Mindful Change. Guilford Press.

Hofmann, S. G., Asnaani, A., Vonk, I. J., Sawyer, A. T., & Fang, A. (2012). The efficacy of cognitive behavioral therapy: A review of meta-analyses. Cognitive Therapy and Research, 36(5), 427–440.

Skinner, B. F. (1953). Science and Human Behavior. Macmillan.

10/09/2025
Dejemos de usar etiquetas sin sentido.
07/09/2025

Dejemos de usar etiquetas sin sentido.

Redefiniendo la Crítica: Falacias Argumentativas en la Descalificación del Conductismo​El conductismo, particularmente e...
05/09/2025

Redefiniendo la Crítica: Falacias Argumentativas en la Descalificación del Conductismo
​El conductismo, particularmente el conductismo radical de B.F. Skinner, a menudo es desestimado en los discursos psicológicos populares y académicos bajo la acusación de ser un reduccionismo extremo que niega la biología, el cerebro y la vida interior. Sin embargo, un análisis riguroso desde la filosofía de la ciencia revela que muchas de estas críticas no se sostienen sobre una base empírica sólida, sino sobre una serie de falacias argumentativas que distorsionan sus postulados fundamentales. Lejos de negar la biología o la subjetividad, el conductismo radical ofrece un marco filosófico y metodológico para abordarlas de una manera consistente con los principios de una ciencia natural. Este ensayo argumenta que las críticas más comunes al conductismo se basan en las falacias del hombre de paja, la falsa dicotomía, el error de categoría y la generalización apresurada.
​El Hombre de Paja: Atacando una Caricatura del Conductismo
​La falacia más recurrente en la crítica al conductismo es la del hombre de paja, que consiste en desfigurar la postura del oponente para hacerla más vulnerable. La caricatura presenta al conductismo como una teoría que postula un organismo vacío, una "caja negra" que responde de forma mecánica a los estímulos ambientales, ignorando por completo la existencia de pensamientos y sentimientos.
​Esta representación es fundamentalmente inexacta. Skinner (1974) diferenció su conductismo radical del conductismo metodológico anterior precisamente por su tratamiento de los eventos internos. No los negó, sino que los conceptualizó como eventos privados. Los definió como conductas que ocurren "dentro de la piel" y, por tanto, accesibles solo al individuo. El problema, para Skinner, no era su existencia, sino su uso como explicaciones causales de la conducta pública. Sostuvo que tanto la conducta observable como los eventos privados debían ser explicados, en lugar de usar uno para explicar el otro, lo que incurriría en un razonamiento circular. Como afirmó el filósofo de la ciencia William Baum (2017), "para el conductismo radical, los eventos privados son más comportamiento a ser explicado, no explicaciones del comportamiento" (p. 64). Atacar al conductismo por "negar los sentimientos" es, por tanto, atacar una versión ficticia que ignora su principal innovación conceptual.
​La Falsa Dicotomía: Ambiente versus Biología
​Otra crítica común se fundamenta en una falsa dicotomía, presentando lo ambiental y lo biológico como explicaciones mutuamente excluyentes. El argumento sugiere que, si el conductismo enfatiza el papel del ambiente, necesariamente debe negar la importancia de la genética, la fisiología y el cerebro.
​Esta es una oposición artificial. Skinner (1966) fue explícito al proponer que el comportamiento es producto de tres niveles de selección por consecuencias: la selección natural (filogenia), la selección operante (ontogenia) y la selección cultural. La biología y la dotación genética constituyen el primer nivel; son el sustrato sobre el cual el aprendizaje operante puede ocurrir. El organismo que interactúa con el ambiente es un organismo biológico con una historia evolutiva. Afirmar que el conductismo ignora la biología es tan ilógico como afirmar que la biología evolutiva ignora la física. Son niveles de explicación interdependientes. La neurociencia y el conductismo, desde esta perspectiva, no compiten, sino que responden a preguntas distintas. El análisis de la conducta describe las relaciones funcionales entre el comportamiento y el ambiente, mientras que la neurociencia investiga los mecanismos físicos que subyacen a dichas relaciones (Zilio, 2016).
​El Error de Categoría y la Generalización Apresurada
​Finalmente, las críticas a menudo cometen un error de categoría al confundir el nivel de análisis conductual con el neurofisiológico, y una generalización apresurada al equiparar todo el conductismo con sus versiones más tempranas y simples. El error de categoría surge al exigir que una ciencia del comportamiento utilice el lenguaje y los conceptos de la neurociencia para ser válida. Esto es como argumentar que la economía es inválida porque no se explica en términos de física de partículas. Son dominios explicativos diferentes y legítimos (Rachlin, 1992).
​La generalización apresurada ocurre al basar la crítica en el conductismo metodológico de John B. Watson, con su enfoque Estímulo-Respuesta, y extenderla a todo el campo. Esta táctica ignora la profunda evolución filosófica del conductismo radical y de las ciencias contextuales del comportamiento contemporáneas. Al tomar la parte (Watson) por el todo, se construye una crítica anacrónica que no se enfrenta a los postulados actuales de la disciplina (Friman et al., 1993).


​Una evaluación filosófica y científicamente informada del conductismo exige ir más allá de las caricaturas. Las acusaciones de que niega la biología, el cerebro o la experiencia subjetiva se disuelven al analizar sus textos fundacionales. El conductismo radical no propone un organismo vacío, sino uno complejo, producto de una historia filogenética y ontogenética. Su objetivo no es descartar los eventos privados, sino explicarlos dentro del mismo marco funcional que la conducta observable. Las críticas que se basan en falacias lógicas como el hombre de paja, la falsa dicotomía y la generalización apresurada obstaculizan un diálogo científico productivo. Para una crítica válida, es imperativo confrontar al conductismo por lo que realmente postula: una filosofía de la ciencia dedicada a la explicación, predicción e influencia del comportamiento de organismos completos en interacción con su contexto.
​Referencias
​Baum, W. M. (2017). Understanding behaviorism: Behavior, culture, and evolution (3rd ed.). Wiley-Blackwell.
​Friman, P. C., Allen, K. D., Kerwin, M. L., & Larzelere, R. (1993). Changes in modern psychology: A citation analysis of the Kuhnian displacement thesis. American Psychologist, 48(6), 658–664.
​Rachlin, H. (1992). Teleological behaviorism. American Psychologist, 47(11), 1371–1382.
​Skinner, B. F. (1966). The phylogeny and ontogeny of behavior. Science, 153(3741), 1205–1213.
​Skinner, B. F. (1974). About behaviorism. Alfred A. Knopf.
​Zilio, D. (2016). On the autonomy of the behavioral sciences: A case study in the science and philosophy of behavior analysis. Psicologia-Reflexao E Critica, 29(1), 1–11.

28/08/2025

Consideraciones éticas de la Federación Mexicana de Psicología del año 2022 sobre la responsabilidad del uso de pseudociencias.

Agradecimientos al seguidor, el pana Rudie por el aporte.

28/08/2025

La Salud Mental de Cuenca y el Futuro de Kimsacocha: Una Perspectiva desde la Psicología Clínica

​Como psicólogo clínico y ciudadano cuencano, observo con preocupación la renovada insistencia en proyectos mineros en Kimsacocha. Más allá del debate ecológico y económico, es mi deber profesional y ético señalar las profundas e irreversibles consecuencias que esta actividad tendría para la salud mental de nuestra comunidad.
​1. La Voluntad Democrática y el Marco Constitucional
​No podemos olvidar que la ciudadanía de Cuenca ya se pronunció de manera contundente. En la Consulta Popular de 2021, la mayoría votó por la prohibición de la minería a gran escala en las zonas de recarga hídrica. Ignorar este mandato es vulnerar la soberanía popular y los Derechos de la Naturaleza consagrados en nuestra Constitución (Art. 71-74).
​2. La Evidencia Científica es Inapelable: El Impacto en el Neurodesarrollo
​La ciencia ha demostrado el daño que la contaminación por metales pesados (plomo, mercurio, arsénico), incluso a niveles "mínimos", causa en el desarrollo neurológico.
​En la infancia: La exposición a estos neurotóxicos se asocia con una reducción del coeficiente intelectual (CI), mayor prevalencia de TDAH y dificultades de aprendizaje (Lanphear et al., 2005). El daño neurológico en esta etapa es, en gran medida, permanente.
​En adolescentes y adultos: La degradación ambiental genera estrés crónico, ecoansiedad y desesperanza. La exposición a contaminantes también se relaciona con un mayor riesgo de trastornos neurodegenerativos (O'Callaghan & O'Brien, 2021).
​Proteger Kimsacocha es un imperativo de salud pública. No podemos sacrificar el potencial intelectual y el bienestar psicológico de nuestras futuras generaciones por beneficios económicos a corto plazo.

​Referencias Científicas (Enlaces directos)
​Lanphear, B. P., et al. (2005). Exposición a plomo y función intelectual infantil. Environmental Health Perspectives.
https://ehp.niehs.nih.gov/doi/10.1289/ehp.7684
​Lamb, M. R., et al. (2020). Exposición prenatal a metales y neurodesarrollo. International Journal of Hygiene and Environmental Health.
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S143846392030514X

La Salud Mental de Cuenca y el Futuro de Kimsacocha: Una Perspectiva desde la Psicología Clínica​Como psicólogo clínico ...
28/08/2025

La Salud Mental de Cuenca y el Futuro de Kimsacocha: Una Perspectiva desde la Psicología Clínica
​Como psicólogo clínico y ciudadano cuencano, observo con preocupación la renovada insistencia en proyectos mineros en Kimsacocha. Más allá del debate ecológico y económico, es mi deber profesional y ético señalar las profundas e irreversibles consecuencias que esta actividad tendría para la salud mental de nuestra comunidad.
​1. La Voluntad Democrática y el Marco Constitucional
​No podemos olvidar que la ciudadanía de Cuenca ya se pronunció de manera contundente. En la Consulta Popular de 2021, la mayoría votó por la prohibición de la minería a gran escala en las zonas de recarga hídrica, incluyendo Kimsacocha. Ignorar este mandato es vulnerar la soberanía popular.
​Además, nuestra Constitución es clara al garantizar el derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado (Art. 66, numeral 27) y al reconocer los Derechos de la Naturaleza (Art. 71-74). La salud del ecosistema y la salud humana no son separables.
​2. La Evidencia Científica es Inapelable: El Impacto en el Neurodesarrollo
​La ciencia, a través de rigurosos estudios, ha demostrado el daño que la contaminación por metales pesados (como plomo, mercurio o arsénico), incluso en niveles considerados "mínimos", causa en el desarrollo neurológico y psicológico.
​En la infancia: La exposición a estos neurotóxicos está directamente asociada con una reducción del coeficiente intelectual (CI), un aumento en la prevalencia de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), dificultades de aprendizaje y retrasos en el desarrollo psicomotor. El daño neurológico en esta etapa crítica es, en gran medida, permanente. Un metaanálisis fundamental en este campo (Lanphear et al., 2005) demostró que no existe un umbral seguro para la exposición al plomo en niños; cualquier cantidad tiene un impacto negativo en la inteligencia.
​En adolescentes y adultos: La degradación ambiental y la amenaza a los medios de vida generan estrés crónico, ansiedad ambiental (ecoansiedad) y desesperanza. Además, la exposición continua a contaminantes se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar trastornos neurodegenerativos y problemas de salud mental en la edad adulta (O'Callaghan & O'Brien, 2021).

​Proteger Kimsacocha no es una postura ideológica, es un imperativo de salud pública fundamentado en el derecho y la evidencia científica. Como sociedad, no podemos permitir que se sacrifique el potencial intelectual y el bienestar psicológico de nuestras futuras generaciones por beneficios económicos a corto plazo.
​Nuestra responsabilidad es defender un entorno que permita a cada niño, joven y adulto desarrollarse en plenitud. Y eso, inequívocamente, comienza con un ambiente sano y agua limpia.

​Referencias Científicas
​Lanphear, B. P., Hornung, R., Khoury, J., Yolton, K., Baghurst, P., Bellinger, D. C., Canfield, R. L., Dietrich, K. N., & Bornschein, R. (2005). Low-level environmental lead exposure and children’s intellectual function: an international pooled analysis. Environmental Health Perspectives, 113(7), 894–899. https://doi.org/10.1289/ehp.7684
​O'Callaghan, J. P., & O'Brien, J. (2021). Environmental contributions to neurodegenerative disease. En Neurobiology of brain disorders (pp. 201-217). Oxford University Press. (Nota: Este es un capítulo de libro que resume la evidencia sobre el impacto de tóxicos ambientales en enfermedades neurodegenerativas, relevante para el argumento sobre adultos).
​Lamb, M. R., Biks, G. A., Gete, Y. K., Tefera, T. B., Piki, A., Susanto, D., & Tong, S. (2020). Prenatal exposure to a mixture of essential and toxic metals and subsequent neurodevelopment: A systematic review. International Journal of Hygiene and Environmental Health, 230, 113612. https://doi.org/10.1016/j.ijheh.2020.113612

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