20/09/2022
Para alcanzar un nivel de vida satisfactorio, los países se enfrentan a un desafío constante por ampliar la oferta de bienes y servicios que mejoren las condiciones económicas y sociales de su población. Esto a su vez, ha derivado en problemas ambientales que han obligado a normar las diferentes prácticas de extracción y transformación de materias primas, así como la deposición final de los residuos.
En este sentido, el sector de la construcción ha sido motivo de preocupación por la gran cantidad de materias primas que requiere, sin olvidar el ruido, las vibraciones y el polvo que genera. El advenimiento de las certificaciones de edificación sustentable han sido claves para encontrar mejores maneras de llevar a cabo los diferentes procesos.
Pese a ello, un tema que presenta un rezago importante en términos ambientales es la calidad ambiental de los materiales de construcción desde el punto de vista de la salud humana; sobre todo, si se toma en cuenta que una persona promedio pasa alrededor del 90 % de su vida en espacios interiores. En épocas anteriores, los materiales de construcción tradicionales como el ladrillo, la piedra, la madera o la paja cumplían con las expectativas de seguridad, resistencia y capacidad térmica. Posteriormente, el proceso de industrialización ha requerido innovar, buscando que los materiales también sean más livianos y económicos. Sin embargo, en las últimas dos décadas y particularmente en la última, se empezó a temer por posibles materiales tóxicos.