07/05/2025
En las Intervenciones Asistidas con Animales no existe una raza o cruce ideal. Más allá de etiquetas o modas, lo que realmente importa es la relación entre el equipo técnico y el perro, y la capacidad de este para trabajar de forma ética y respetuosa, teniendo en cuenta sus características individuales.
Riu, por ejemplo, es un Pastor Australiano sensible, muy inteligente y con una enorme predisposición para colaborar. Pero eso no significa que encaje en cualquier tipo de sesión o con cualquier colectivo. Como equipo, nuestra responsabilidad es observar, escuchar y adaptar. Identificar en qué contextos se siente más cómodo, qué tipos de dinámicas lo motivan y cuáles lo saturan.
Cada perro tiene su lugar, su ritmo y su manera de aportar. Forzar un encaje únicamente por conveniencia del programa o por expectativas humanas no solo es injusto sino también contraproducente. Cuando un perro se siente a gusto y comprendido, puede desarrollar todo su potencial y disfrutar del trabajo, generando un impacto positivo y auténtico en las personas.
Nuestro trabajo no es solo intervenir. Es también acompañar y cuidar. Y eso empieza por conocer bien a nuestros compañeros de cuatro patas y buscar, con criterio y sensibilidad, aquellos espacios donde puedan brillar sin dejar de ser ellos mismos.