07/10/2025
En un valle donde el amanecer doraba los trigales, vivía Eloar, un joven aprendiz de los secretos de la tierra. Cada mañana, antes de que el sol tocara las montañas, caminaba descalzo entre los surcos, escuchando el latido silencioso del suelo. Soñaba con comprender el poder oculto en las semillas, ese milagro que transforma la oscuridad en vida.
Un día, mientras cavaba junto al viejo roble, halló una moneda antigua. En su centro brillaba un pentáculo grabado con precisión sagrada. Al tomarla entre sus manos, Eloar sintió un leve temblor recorrer la tierra, como si el mundo lo reconociera. Desde entonces, todo lo que sembraba germinaba con fuerza insólita: las flores eran más fragantes, los frutos más dulces, y los animales lo seguían con calma reverente.
Los aldeanos lo llamaron el guardián del símbolo dorado, y decían que la moneda otorgaba fortuna. Pero Eloar comprendió que su poder no residía en el metal, sino en la armonía que el pentáculo le recordaba: la unión entre tierra, aire, fuego, agua y espíritu.
Al final, enterró la moneda bajo el mismo roble y susurró una promesa. Sabía que la verdadera riqueza es mantener el equilibrio, nutrir sin poseer, y dejar que la vida siga su curso en perfecta conexión con lo sagrado.
Cuento inspirado en Sota de Oros
Baraja Rider Waite.