10/07/2025
Conciliar la vida personal con la profesional cuando eres emprendedora no es fácil. Llevar sobre los hombros una empresa, un proyecto que es casi como un hijo, significa tomar decisiones que a veces duelen. Renuncias a tiempo libre, a planes improvisados, a la comodidad de lo seguro. Te enfrentas a incertidumbres diarias, responsabilidades que no puedes delegar y momentos de soledad en los que solo tú sabes el peso real que cargas.
Y aun así, buscas mantener el equilibrio. Porque no solo eres una profesional, también eres persona. Necesitas cuidar tu cuerpo, entrenar, liberar tensiones a través del deporte, mantener la mente clara, el corazón tranquilo. El autocuidado y la salud mental no son un lujo, son una necesidad para sostener todo lo demás.
Muchas veces el día no tiene suficientes horas, y toca elegir: ¿seguir trabajando un poco más o darte ese tiempo para ti? ¿Responder a otro correo o salir a correr para despejar la mente? Y en esas decisiones diarias, pequeñas pero importantes, vas construyendo tu vida.
Es un camino que exige fortaleza interna, foco y mucha disciplina. Pero también humildad para reconocer cuándo necesitas parar, o reajustar prioridades. Porque ser fuerte no es aguantarlo todo, es saber qué batallas merecen tu energía y cuáles no.
Y a pesar del cansancio, de las dudas, de los días difíciles, hay algo que te sostiene: la certeza de que estás alineada con tu propósito. Que estás construyendo una vida que tiene sentido para ti. Y desde ahí, nace el agradecimiento. Porque no todo el mundo tiene el privilegio de levantarse cada día y trabajar por lo que realmente cree.
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