19/11/2025
Hay algo que tardé años en comprender:
no solo habitamos un cuerpo.
Habitamos también un entorno.
Un lugar que envuelve, acompaña y moldea mucho más de lo que creemos.
Tu hogar es ese segundo cuerpo que no ves,
pero que respiras.
Que tocas.
Que absorbes.
No se trata solo de productos,
ni de aromas,
ni de “cosas más naturales”.
Se trata de reconocer que lo que vive en tu casa…
vive también en ti.
La piel no es una barrera.
Es un órgano neuroendocrino que escucha, responde y recuerda.
La casa tampoco es un escenario.
Es un espacio que sostiene, calma o agota.
Y entre una cosa y la otra
hay un puente invisible que nadie nos enseñó a mirar.
El entorno.
Ese segundo cuerpo que te sostiene,
o te pesa.
Que te acompaña,
o te empuja.
Que te abraza,
o te drena.
No necesitas una casa perfecta.
Ni una etiqueta low-tox en todo lo que compras.
Ni renunciar a lo práctico.
Solo necesitas empezar a mirar.
Y elegir un poco mejor.
Un gesto.
Un producto.
Un olor.
Un ambiente que te devuelva al cuerpo.
Porque al final,
el hogar y el cuerpo no están separados.
Son parte del mismo ecosistema.
Se hablan.
Se influyen.
Se regulan.
Y cuando tu hogar respira más limpio,
tú también te sientes más tú.
MöN