17/12/2025
El amor nos recuerda lo que siempre hemos sido: seres dignos, completos, y capaces de reflejar la misma luz que nos creó. Cuando nos permitimos sentirlo —aunque sea por un instante— algo en nosotros se relaja. El miedo pierde fuerza, la culpa se disuelve y aparece una verdad simple: nunca hemos estado solos.
El amor no se impone ni exige; simplemente es, como una presencia silenciosa que sostiene incluso cuando no la reconocemos. No depende de nuestros aciertos ni de nuestras sombras, porque ve más allá de lo que creemos ser y se dirige a nuestra esencia, allí donde todavía somos inocentes.
El amor no es una recompensa; es el suelo mismo sobre el que caminamos. Y en la medida en que lo aceptamos, nos volvemos capaces de amar a otros con esa misma amplitud, sin posesión, sin condiciones, desde la libertad y la compasión que nacen del corazón.