Psicólogos Igartua

Psicólogos Igartua Escribo sobre temas de psicología que pueden ser de ayuda para todos. Como psicóloga, realizo terapia individual, de pareja y con adolescentes.

Psicólogos especializados en terapia de pareja, Infanto-juvenil y Adultos. Con Máster general sanitario, expertos en EMDR en trauma y maltrato a la infancia y en pruebas proyectivas. Consultas online para adaptarnos a cada situación

La neurosisLas neurosis son una forma común de lidiar con el estrés de la vida y los problemas derivados de relaciones p...
10/10/2024

La neurosis

Las neurosis son una forma común de lidiar con el estrés de la vida y los problemas derivados de relaciones personales insatisfactoria. Etiológicamente, se entiende como un conflicto inconsciente que provoca estos síntomas

Los síntomas neuróticos son difíciles de entender para la persona que los padece, ya que parecen irracionales e inexplicables. Estos pueden incluir pensamientos o impulsos que no tienen relación con el resto de su personalidad, y en algunos casos, incluso provocar síntomas físicos como parálisis o vómitos sin una causa médica clara. Sin embargo, a través del psicoanálisis, se puede descubrir que estos síntomas tienen una explicación más profunda y están conectados con las experiencias y conflictos inconscientes de la persona.

La neurosis puede ser provocada por situaciones de frustración o decepción como fracasos amorosos, laborales o sociales, y por momentos críticos de la vida. Sin embargo, no todos los que enfrentan estas situaciones desarrollan una neurosis. Esto sugiere que las dificultades externas no son suficientes por sí solas para causar una neurosis; debe haber un factor interno, relacionado con conflictos psicológicos de la infancia. El origen del problema está en la incapacidad del yo para manejar impulsos internos intensos, lo que genera ansiedad. Aunque las experiencias externas pueden influir, es el conflicto interno el que realmente causa la neurosis.

La neurosis surge cuando el yo no logra resolver los conflictos inconscientes entre los impulsos del ello (necesidades instintivas), las normas del superyó (reglas internas) y las presiones de la realidad. Este fracaso provoca sufrimiento emocional y, a veces, físico, afectando la capacidad de la persona para funcionar bien y tener relaciones saludables. En esencia, la neurosis es un conflicto interno entre lo que una parte de nosotros quiere hacer y lo que otras partes, como nuestras normas o la realidad, nos impiden.

La relación terapéutica como método de autosanación Nuestra capacidad curativa pasa por construir una relación sanadora:...
30/09/2024

La relación terapéutica como método de autosanación

Nuestra capacidad curativa pasa por construir una relación sanadora: la relación terapéutica. Los seres humanos necesitamos las relaciones con los otros para sobrevivir, para sentirnos protegidos, seguros, cubrir las necesidades de amor y pertenencia.

Cada persona necesita un ambiente suficientemente seguro para construir su sentido del yo sano y sentirse digno. Cuando se dispone de una personalidad sana y adaptativa podremos responder a las diferentes circunstancias y demandas tanto internas como externas, tomar decisiones que nos ayuden a tener esquemas para interaccionar de manera funcional.

Cuando nuestro sistema y cerebro no tiene que preocuparse de peligros ni amenazas puede dedicar sus recursos y energía a crecer, desarrollarse y organizarse. Incluso puede dedicar tiempo a curarse.
En relación con alguien que le ofrezca una presencia plena y segura, podrá mirar su mundo interior y conocer lo que cuando esta solo no se atreve por el dolor y el sufrimiento que experimenta. En ese momento su mente puede dirigir sus procesos atencionales a sanar su mundo interno y su forma de relacionarse. Podrá reapropiarse de su historia, negada rechazada o enterrada para habitar de nuevo sus experiencias. A través de nuestras vivencias construimos nuestra idea del yo, que por suerte va modificándose con las nuevas experiencias.

¿Cómo ha cambiado tu idea del yo? ¿es la misma que hace 5 años?

El terapeuta ayuda al paciente a despertar su capacidad de autosanación y sostiene el proceso para que pueda tener lugar esta cura. A raíz de ser liberados de las ataduras de las experiencias emocionales no procesadas se podrá vislumbrar nuestro yo esencial.

Las demandas de los demás y las proyecciones que hicieron sobre nosotros, nos impiden conectar son nuestro ser, nos desconectamos de nuestra esencia para adaptarnos al entorno y sobrevivir, para ser aceptados por la sociedad y por las personas que nos rodean. Estas cargas impiden vivir la propia vida y desarrollar una idea del yo saludable y que no este contaminada por los otros.

Las personas y las relaciones marcaron en nuestra psique historias traumáticas y a través de nuevas relaciones podremos sanar esas heridas.

La presencia de la relación terapéutica crea el espacio de seguridad interpersonal que facilita a las partes más profundas de la psique y de nuestro yo emerger, partes que rechazamos o negamos. La terapia es el antídoto que sane estas relaciones pasadas y facilite la autosanación mediante una relación, segura, presente y en sintonía.

En la terapia cambia el paciente y el psicoterapeuta, ambos se influyen. El terapeuta ofrece sus conocimientos, pero su potencial esta en la capacidad de estar presente, de responder a las emociones difíciles del paciente y estar con ellas, sostenerlas y ayudar al paciente hacer lo mismo, a integrarlas y acompañarle en este proceso a su ritmo. Esta es la única manera de que el otro se sienta comprendido y sentido en plenitud.

Allan Schore, neurocientífico, explica que el hemisferio derecho de los dos interactúa en una danza que facilita la curación. Por eso es tan importante la propia salud mental del psicólogo, no las técnicas utilizadas la forma de estar es la que produce el cambio neurológico.

En la infancia aprendemos y creamos un yo, un personaje, con las introyecciones que los demás van dejando en nosotros. Y de adultos vivimos dentro de esa creación.

Habitamos un yo que creamos hace años, y quizás necesitamos revisar si queremos seguir habitando ese yo o regresar a nuestra esencia.

29/09/2024

En la infancia creamos al personaje que de adulto usamos.

La aparición del miedoEl miedo aparece cuando, ante un estímulo real o imaginario, no se da una respuesta adecuada ni se...
12/09/2024

La aparición del miedo

El miedo aparece cuando, ante un estímulo real o imaginario, no se da una respuesta adecuada ni se experimenta la emoción correspondiente. Esta ausencia y la indecisión conducen a la parálisis y a la angustia. El miedo es una combinación de dudas, ansiedad, angustia, indecisión y parálisis.
Cuando, frente a las situaciones de la vida, ya sean estímulos externos, internos o de cualquier otra índole, respondemos con una ineficacia repetida de decisiones y acciones, la angustia se refuerza y surge la parálisis. Llega un momento en que nos quedamos sin capacidad de respuesta. Estas sensaciones nos llevan a no tomar decisiones ni acciones, lo que genera más miedo.

Un estímulo que nos hace reaccionar puede ser real, imaginario, físico, afectivo, intelectual o incluso no tener mayor importancia. Sea cual sea, siempre induce a una respuesta. Tanto el estímulo como la respuesta son variables: puede ser una reacción de acercamiento, un sentimiento, un pensamiento, una huida, un cambio de ánimo, una acción significativa, una paralización o incluso un movimiento imperceptible.

El miedo es una sensación de susto frente a un pensamiento. El estímulo que provoca la respuesta temerosa está dentro de nosotros: es nuestra propia percepción lo que nos asusta, nuestra idea de lo que podría suceder. Nos da miedo lo que imaginamos que sucederá o podría suceder. Para transformar ese miedo en susto y afrontarlo, debemos enfrentarnos a él. Una vez que el miedo se transforma en susto, podemos dominarlo y vencerlo. Esto es clave: hay formas de manejar el miedo, y la primera es diferenciarlo, clasificarlo, hacerlo consciente. Es fundamental entender que no es lo mismo asustarse por un tigre real que por la foto de un tigre.

Frente al miedo existen dos opciones: avanzar hacia la superación personal y la acción, o caer en la parálisis y la depresión. El miedo paraliza, y la parálisis alimenta el miedo. El miedo es el extremo opuesto a la acción. Esto se confirma porque, cuando el miedo aparece, no nos deja actuar; sin embargo, cuando iniciamos una acción, aunque no sea la más efectiva, el miedo tiende a disminuir hasta desaparecer. El miedo se vence actuando, y no hay otro camino.

Se trata de elegir entre actuar o quedarse con el miedo. Cuando decidimos actuar, podemos asustarnos ante la idea de lo que vamos a hacer, pero ya no tendremos miedo. Es imprescindible tomar una decisión para salir del miedo. Si logramos transformar la indecisión, la parálisis, la ansiedad y la angustia en una decisión, esa decisión nos llevará a la acción, y con ello, venceremos el miedo.

La creación de la ansiedadEl estrés, o distrés, es el resultado del agotamiento completo de nuestros sistemas de adaptac...
11/09/2024

La creación de la ansiedad

El estrés, o distrés, es el resultado del agotamiento completo de nuestros sistemas de adaptación ante situaciones de peligro o tensión constante. Cuando el cuerpo ya no puede responder con las señales de alerta habituales, la persona puede sentir que se desmorona. La sensación es de colapso, de no tener fuerzas para seguir adelante, lo que deriva en un estado de postración física y mental del que es difícil salir.

Una situación de amenaza o tensión sostenida en el tiempo provoca síntomas como crisis de llanto, ataques de pánico, deseos de huir, comer en exceso, consumir dr**as, nerviosismo, problemas físicos (como dolores de cabeza o estómago), temblores, entre otros. Vivir en peligro constante, aunque sea emocional o psicológico, conduce a lo que conocemos como estrés crónico.

Estrés y ansiedad: cómo reaccionamos

Cuando una situación de estrés se prolonga, nuestros mecanismos de defensa pueden verse superados. A partir de aquí, se abren dos caminos posibles:

1. Respuesta negativa: aparición de ansiedad disfuncional
En este escenario, la persona experimenta una sensación de parálisis: se siente incapaz de actuar, incluso si se le indica qué hacer. Este estado de inacción se acompaña de una sensación de opresión física, comúnmente en el pecho, lo que conocemos como angustia. Ejemplo práctico:

Imagínate a alguien enfrentándose a una situación laboral muy exigente, con plazos apremiantes y un jefe que no le da apoyo. Esta persona empieza a sentirse incapaz de cumplir con las demandas, se siente cada vez más estresada y no toma ninguna decisión para cambiar la situación. Como resultado, su ansiedad aumenta, hasta que incluso fuera del trabajo siente opresión en el pecho, no duerme bien, y empieza a sufrir problemas digestivos. Se encuentra en un estado de parálisis, atrapada en la ansiedad.
En este tipo de respuesta negativa, la persona inhibe sus acciones o realiza conductas que no están alineadas con sus valores. Por ejemplo, puede aceptar tareas que no quería hacer por miedo a la reacción de los demás o actuar de una forma que genera más malestar. Esta contradicción interna alimenta la ansiedad, ya que la tensión creada no encuentra una vía de salida adecuada.

2. Respuesta positiva: manejo del estrés y eustrés

En este caso, la persona desarrolla una capacidad de adaptación que le permite sostener el estado de alerta el tiempo necesario para resolver la situación. Puede tomar decisiones que están en línea con sus valores y necesidades, lo que reduce la tensión y la energía acumuladas. Ejemplo práctico:

Un estudiante universitario se enfrenta a exámenes finales. Aunque está nervioso y estresado, organiza su tiempo, establece prioridades y pide ayuda cuando lo necesita. Como resultado, siente una dosis de ansiedad que le impulsa a estudiar y prepararse mejor, pero no lo paraliza. Al tomar decisiones alineadas con sus objetivos, la tensión disminuye después de realizar las tareas, y el estrés se convierte en algo útil, lo que se conoce como eustrés o ansiedad positiva.

¿Cómo surge la ansiedad disfuncional?

Cuando no logramos dar una respuesta adecuada ante una situación estresante, ya sea por miedo o porque va en contra de nuestros valores, se genera un estado de tensión interna. Esta tensión, al no liberarse, se convierte en ansiedad disfuncional. La emoción que en un principio debería habernos movido a actuar, en cambio, se transforma en inquietud y parálisis.

Por ejemplo, ante una situación amenazante, como un conflicto interpersonal, si no sabemos cómo responder o tememos hacerlo, nos quedamos atrapados en la duda. Esa indecisión nos mantiene en un estado de constante movilización interna que no se descarga en acción, lo que crea ansiedad crónica.

¿Cómo prevenir la ansiedad negativa?

La clave está en aprender a gestionar el estrés antes de que se convierta en ansiedad disfuncional. Si ante un estímulo estresante somos capaces de tomar decisiones acertadas y actuar en sintonía con nuestras necesidades y valores, la ansiedad se convierte en una herramienta útil para la adaptación. En este sentido, la ansiedad sana o eustrés es aquella que nos moviliza para resolver un problema y desaparece una vez cumplida la tarea.

08/09/2024

El papel del sistema nervioso y hormonal en la respuesta al estrés y el apego

Las situaciones externas generan cambios en diferentes sistemas del cuerpo: el sistema nervioso autónomo, que nos defiende de lo que podemos percibir; el sistema inmune, que nos protege de amenazas invisibles; y el sistema endocrino, que transmite mensajes químicos a áreas donde no llegan las señales nerviosas directas.

Entre las hormonas más importantes para la vinculación emocional están la oxitocina y la vasopresina, producidas por el hipotálamo. La oxitocina favorece las conductas de apego y prosociales, incrementando la confianza y la sociabilidad. Este efecto se debe a su capacidad para regular la respuesta al miedo en la **amígdala** y estimular los circuitos de recompensa, generando placer cuando estamos cerca de seres queridos. Por otro lado, la **vasopresina** juega un papel más específico en las relaciones de pareja, fomentando comportamientos monógamos.

La integración funcional del sistema nervioso

Para que nuestras respuestas emocionales y conductuales sean adecuadas, es necesaria una integración funcional de los componentes del sistema nervioso en dos dimensiones:
- Vertical: Abarca desde el cuerpo, pasando por el sistema nervioso y el sistema límbico, hasta llegar a la corteza prefrontal, responsable de la regulación emocional.
- Horizontal: Implica la coordinación entre el hemisferio izquierdo, que se enfoca en detalles y análisis, y el derecho, más intuitivo y emocional.

Cuando esta integración falla, especialmente en momentos de alta carga emocional, se produce lo que se conoce como un "secuestro amigdalino". Este fenómeno ocurre cuando el sistema límbico, en particular la amígdala, toma el control, generando respuestas automáticas de lucha o huida sin la regulación adecuada del "corteza prefrontal", que es la parte encargada de tomar decisiones racionales. Esta desconexión puede llevar a respuestas emocionales exageradas y disociativas, comunes en personas que han sufrido traumas o maltrato.

El impacto del trauma y el maltrato en el cerebro

El trastorno por estrés postraumático (TEPT) es un claro ejemplo de cómo el cerebro puede revivir estados emocionales intensos asociados con experiencias traumáticas. Cuando recordamos un evento traumático, no solo revivimos la experiencia de forma consciente, sino que también reactivamos las áreas cerebrales involucradas en ese momento, como la corteza visual, auditiva y motora, así como las regiones emocionales como la amígdala. Esto consolida el sufrimiento y puede hacer que la vivencia traumática se perpetúe.

En personas que han experimentado abuso o maltrato, el hipocampo también juega un rol crucial, ya que sufre una alteración que afecta la capacidad de regulación emocional. Esto se traduce en una activación constante de la amígdala y una desactivación de la corteza prefrontal, lo que lleva a reacciones explosivas, agresividad e incluso fenómenos disociativos.

El desarrollo cerebral: Ventanas críticas y vulnerabilidad

El desarrollo del sistema nervioso es un proceso que comienza en el nacimiento y continúa hasta la tercera década de la vida. Durante este tiempo, existen "ventanas de oportunidad" en las que el cerebro es especialmente plástico y sensible a estímulos externos. Estos periodos críticos permiten un desarrollo óptimo si el entorno ofrece los estímulos adecuados. Sin embargo, si el niño o niña experimenta maltrato o negligencia en estas etapas, el daño puede afectar de manera duradera su salud mental y física.

La "neurogénesis", o el nacimiento de nuevas neuronas, es otro proceso fundamental en el desarrollo cerebral. Al principio, las conexiones neuronales son promiscuas y poco eficientes, pero gracias a un proceso llamado "poda neuronal", las conexiones menos usadas se eliminan y se fortalecen las más necesarias. Este proceso es esencial para mejorar la eficiencia de la red neuronal, y se da principalmente a los dos años de vida y luego nuevamente en la adolescencia.

La importancia del apego en la regulación emocional

Las figuras de apego, como los padres o cuidadores, son esenciales para el desarrollo saludable del niño. Ayudan a configurar la regulación emocional y a establecer disposiciones que moldearán el carácter y la capacidad del niño para anticipar y planificar sus acciones. Durante los primeros años, el cerebro no está completamente desarrollado; las únicas áreas funcionales son algunas del sistema límbico, que gestionan las respuestas emocionales y corporales más básicas. Por lo tanto, el bebé depende completamente de sus cuidadores para modular estas emociones y aprender a regularse.

Una adecuada "integración vertical" del cerebro, desde las áreas emocionales hasta las de control racional, depende del establecimiento de relaciones de apego seguras y estables. Si esta integración no ocurre de manera correcta, el niño puede desarrollar dificultades emocionales que persistan en su vida adulta.

El hemisferio izquierdo y derecho: Complementos en la experiencia humana

En cuanto a la división hemisférica del cerebro, el hemisferio izquierdo se encarga de procesar detalles, hechos y tareas lingüísticas, mientras que el hemisferio derecho gestiona las emociones y la percepción global. Ambos hemisferios colaboran para formar una experiencia completa, en la que el hemisferio derecho vive las emociones y el izquierdo les da voz, convirtiéndolas en un relato coherente. Cuando no existe una buena coordinación entre ellos, el relato puede ser frío y distante, o visceral y descontrolado, lo que conlleva dificultades en la regulación emocional.

Conclusión: La neuroplasticidad y las segundas oportunidades

Afortunadamente, el cerebro humano es flexible y, aunque los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo de un sistema nervioso saludable, existe una segunda ventana de oportunidad durante la adolescencia, cuando el cerebro atraviesa otro proceso de poda neuronal y reorganización. Esto permite que, con las intervenciones y el apoyo adecuados, sea posible reparar en parte las redes neuronales dañadas por el trauma o el maltrato temprano.

En resumen, el desarrollo del sistema nervioso y la regulación emocional dependen en gran medida de las relaciones interpersonales y de un entorno enriquecedor durante las etapas críticas de la vida. Un apego seguro y relaciones significativas pueden proporcionar las herramientas necesarias para desarrollar una regulación emocional efectiva y resiliencia ante las adversidades.

La depresión y las pérdidas La depresión, tal y como la entendemos hoy, no existía antes. Los pacientes se quejaban de d...
30/06/2024

La depresión y las pérdidas

La depresión, tal y como la entendemos hoy, no existía antes. Los pacientes se quejaban de desidia y cansancio, de agotamiento físico y mental. La depresión se refiere al conjunto de sentimientos dolorosos e ideas que tiene la persona ante la pérdida o la frustración. La pérdida de un ser querido y el duelo por las partes perdidas del yo llevan a dos tipos de culpa: la culpa depresiva y la culpa persecutoria. La depresión es una defensa contra la desconexión total, donde se lucha por preservar las relaciones y las imágenes internas buenas de los objetos amados. Para la persona depresiva, es preferible tener una mala relación a no tener ninguna, al igual que los niños prefieren tener padres, aunque estos los traten mal o sean negligentes, antes que verse solos.

La culpa y los duelos mal elaborados son el origen de muchas enfermedades mentales y físicas.

La neurosis es un conflicto entre la moral y la parte instintiva de la personalidad. Cuando hay un self estructurado, se tiene una buena capacidad de sublimación y unas condiciones adecuadas para elaborar el duelo y poder repararlo.

En terapia, la persona conoce su lado bueno reprimido y acepta lo malo reprimido. Cuando no hay un sano equilibrio entre las partes de la personalidad, una toma el mando y la otra es sometida. El analista ayuda al paciente a ver la verdad acerca de sí mismo, a conocer sus creencias, valores, fantasías e ilusiones que provocan angustia y ansiedad cuando no se consiguen. Una de las situaciones más dolorosas es aquella en la que se tiene que enfrentar a la verdad. El mecanismo de negación elude la realidad que provoca ansiedad y angustia.

La culpa se genera por una tensión entre el yo y el superyó. Las personas buscan satisfacer de forma inmediata sus instintos acumulados. Al no lograrlo, se genera una tensión que crece por estímulos externos y también del psiquismo interno. El yo debe percibir esta tensión y adaptarse a la realidad, actuando como amortiguador de estímulos que resultan dolorosos y angustiantes. Tiene que darse una buena introyección y proyección, tarea difícil porque el niño se identificó con ciertos aspectos de sus padres y no con otros, con deberes, prohibiciones y maneras inculcadas de cómo hay que ser. La introyección se utiliza como una forma de tolerar la pérdida; el yo se defiende incorporando y estableciendo dentro de sí al objeto.

La persona que siente culpa percibe que no es buena y merece ser castigada. Ella misma se castiga. La persona se siente culpable cuando ha cometido algo que considera malo o pensó en hacerlo. Bajo la culpa, se hacen cosas por miedo a perder el cariño y protección de otros o de uno mismo.

En la angustia y la ansiedad se da una reacción frente al peligro, donde el yo se prepara para luchar o huir. Se relaciona con situaciones futuras. La angustia funciona como una señal de alarma frente a peligros. En la depresión, el yo está paralizado porque es incapaz de enfrentar el peligro, es causada por ataques reales o fantaseados y se relaciona con experiencias pasadas. Sentimos angustia ante el peligro de la pérdida y tristeza cuando se da la separación. La respuesta normal ante una pérdida es la depresión. La depresión es una agresión contra uno mismo, una señal que avisa de un conflicto en la personalidad. Es una reacción de emergencia frente a una situación crítica. Es importante el grado de impotencia y desesperanza sentida; el yo necesita superar la situación en la que se encuentra, recuperar el objeto y repararlo para repararse a sí mismo.

La persona deprimida debe recuperar su autoestima y disminuir sus sentimientos de debilidad. Toda pérdida es vivida como una parte de nosotros, ya que la persona se asegura de que el objeto exista introyectando una parte dentro de él. Perder algo o a alguien es una privación, se siente como un déficit y se experimenta culpa por la pérdida de las partes del self que se habían puesto en la otra persona.

En el acto suicida, de forma inconsciente, la persona piensa que agrede y mata a las partes de su cuerpo y mente donde están las partes malas. La muerte es vivida como una verdadera liberación de estas partes negativas (partes que generan dolor y sufrimiento). Es un pensamiento mágico de aniquilar las partes que no nos gustan o de los objetos persecutores que nos hicieron daño, donde se juntan sentimientos maníacos que niegan también las partes buenas, y la propia muerte. Se vive el suicidio como un deseo de escapar, de dormir, de huir, donde la culpa lleva a la necesidad de autocastigo. Personas que se quieren suicidar suelen decir que lo sienten por el daño causado, evidencia del sentimiento de culpa persecutoria y del deseo de venganza y de control que se escapa tras la muerte. Es un método desesperado para expresar sentimientos de desesperanza y desamparo. La persona no se siente capacitada para enfrentar los problemas y piensa que los demás no ven todo su dolor ni su necesidad real de ser ayudada.

Se necesita una integración donde se introyecte a la madre y al padre como totalidades, aceptar la ambivalencia para reparar el objeto interno dañado. Hay que sintetizar los sentimientos de amor y odio. Mientras tanto, las defensas maníacas sirven para proteger al yo del dolor y la desesperación a la espera de que se dé una reparación mediante elaboraciones e insights. Vivir implica necesariamente pasar por muchos duelos. El yo necesita elaborar sus pérdidas; los pacientes tienen su identidad afectada, conflictos que los aquejan y, por eso, necesitan consolidar su sentimiento de identidad. Son necesarias las regresiones para volver atrás, deshacer el falso self y restaurar un self auténtico.

La terapia es una forma de renacer, de nacer de nuevo con otra identidad buscada.

El camino terapéutico El terapeuta tiene la finalidad de contribuir a que el paciente se sienta mejor consigo mismo y co...
26/05/2024

El camino terapéutico

El terapeuta tiene la finalidad de contribuir a que el paciente se sienta mejor consigo mismo y con el entorno en el que vive. Sentirse mejor con uno mismo y autoconocerse supone una mejora de quienes somos y de dónde nos encontramos. Este conocimiento afecta a nuestra realidad física y psíquica, al mundo interno y externo, haciendo que se modifique la manera en que nos relacionamos. Cada paciente es una enciclopedia de psicología y comportamiento. Uno visita al psicólogo por el motivo de consulta, pero más por las razones no manifiestas que escapan a su control. Nuestra tarea consiste en delimitar los motivos y razones ocultos que el paciente desconoce y que están afectando su situación actual. Tenemos que averiguar qué es lo que le impide descubrir la verdadera causa; esta dificultad esconde otras más complejas que tenemos que desvelar. Hablando de forma genérica, se podría decir que los pacientes acuden por estar en momentos de crisis (transicionales, estrés traumático, madurativas o psicopatológicas), de desorientación (insuficiencia o mala interpretación de la realidad y por reacciones ciegas, impulsivas, irreflexivas o situaciones problemáticas), carga y descarga inadecuadas de frustraciones, del estrés o de sobrecargas psíquicas. En resumen, una persona busca ayuda para enfrentarse a problemas personales. Las personas que acuden comparten el padecimiento de ansiedad y enfado. La ansiedad es una señal de alarma que indica un peligro, ya sea real o imaginario. Este mecanismo posibilita un estado de vigilancia que, en caso de no superar el motivo de malestar, se convierte en miedo. Otras veces, esta ansiedad se encubre con nervios, intranquilidad, mal humor, sudoración, opresión, palpitaciones, despistes, sollozos, respiraciones agitadas... La ansiedad será mayor o menor dependiendo del peligro que creo percibir y de las capacidades que considero tener para afrontarlo.

La primera relación del bebé es con su cuerpo, solo piensa en sensaciones agradables o desagradables. Estas sensaciones forjan un primer esbozo de mente, del aparato psíquico. El papel de la madre es fundamental para posibilitar la conciencia de que algo exterior existe a través de los cuidados y de nombrar con palabras lo que el bebé puede estar sintiendo y experimentando. Esto posibilita el pensamiento y la comprensión de lo que sucede a su alrededor. El psicólogo hace que el paciente recupere las habilidades y pueda desarrollar su proyecto vital. Se restauran los procesos que quedaron interrumpidos. La ansiedad surge en los bebés ante situaciones en las que las necesidades no son satisfechas. Este estado de desesperación desaparece en cuanto este instinto queda satisfecho. Se registran en la memoria estos momentos de placer y displacer que forjan los esquemas y la manera de enfrentarnos a las situaciones que nos generan malestar. Con la experiencia, las personas aprendemos qué personas o situaciones nos calman y creamos expectativas de que las necesidades que tenemos pueden ser satisfechas. Otra forma de aprendizaje es imponernos la autoexigencia de cubrir todas nuestras necesidades, lo cual se correlaciona con la exigencia que se pone hacia los demás y el entorno. Las personas que no consiguen lo que se autoimponen se sienten mal y surge la ansiedad. Por lo tanto, pueden darse dos grandes grupos de ansiedad: las que se originan por causas externas y las que surgen por nuestras propias exigencias.

El paciente acude con necesidades, ansiedades, temores y expectativas. Nosotros somos como esa madre que intuye necesidades y se adapta a ellas. Respetamos el proceso de cada paciente y permitimos la existencia de tensiones y frustraciones. Ayudamos a que la ansiedad no supere los niveles de intolerancia. Ayudamos a poner palabras allí donde no las hay; es necesario nombrar lo que no se nombró, legitimar y acoger el sufrimiento.

Somos profesionales suficientemente buenos en el sentido de Winnicott. Debemos ser capaces de desarrollar una relación que se aclara a las necesidades cambiantes del paciente. Para ello, el profesional deberá conocerse a sí mismo y tener esta misma relación con él mismo, y ser sensibles a las necesidades cambiantes del paciente.

El paciente no sabe qué es lo que desea cambiar ni qué impide el cambio. Siente un sufrimiento que le impide ser feliz; los impedimentos pueden ser una enfermedad, problemas familiares, laborales, sociales o que tengan que ver consigo mismo, sus deseos, ilusiones, etc. Ayudamos a tomar conciencia de aquellos elementos que le impiden alcanzar sus objetivos a nivel vivencial, y esto es lo que permite generar cambios, reducción de síntomas y mejoras. El analista ayuda al paciente a tener otras formas de enfrentar las dificultades, de relacionarse o comportarse. También ayudamos a que se haga cargo de sus conflictos intrapsíquicos e interpersonales para desplegar su verdadero yo y reintegrar las partes disociadas de su personalidad. Le ayudamos a pensar en aquello que parecía impensable y ser quien realmente es. Esto posibilita la reorganización de las relaciones objetales internas. Ayudamos a entender sus dificultades y su forma de enfrentarse a los conflictos.

La relación de ayuda permite a la persona asumir la responsabilidad de sus propias acciones y tomar sus propias decisiones basándose en nuevas alternativas.

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