Cuando una persona se plantea comprar, vender o alquilar un inmueble, -bien sea para uso residencial, comercial o como oficina-, una de las primeras decisiones que debe tomar es optar por contactar personalmente con compradores o vendedores, a través de anuncios o carteles en la propiedad, o bien acudir a un agente inmobiliario. Los agentes o gestores de la propiedad inmobiliaria son las personas
que realizan la mediación en la compraventa, permuta, traspaso, cesión y alquiler de bienes inmuebles. Sin embargo, también intermedian en la concesión de préstamos con garantía hipotecaria sobre inmuebles y emiten dictámenes sobre el valor de los bienes inmuebles para venta, cesión o traspaso. Por tanto, sus servicios son utilizados no solo por particulares, sino también por bancos, empresas, juzgados y tribunales, Registros públicos, la Administración, etc. La ventaja de acudir a un profesional inmobiliario es que realiza una búsqueda entre su catálogo de propiedades (acorde a los criterios de zona, precio o superficie del comprador), contacta con los propietarios, organiza las visitas y negocia el precio entre ambas partes. Los beneficios para los propietarios es que no tienen que mostrar el piso ni estar pendientes de las llamadas de los compradores, así como tampoco contratar ningún tipo de anuncio. Su intervención supone una garantía jurídica para el consumidor, al aportar a la transacción inmobiliaria seriedad e información veraz, debido al conocimiento que se le supone del mercado inmobiliario.
