02/06/2025
A veces, cuando ya no se puede más, se rompe.
Se intenta llenar el vacío como sea: distrayéndose, haciendo más, buscando soluciones urgentes.
Porque nos enseñaron que “se resuelve haciendo”, que hay que seguir, accionar, avanzar.
Y sí, hacer tiene su lugar. Es necesario para materializar deseos.
Pero... ¿qué pasa cuando ese hacer se convierte en un campo de batalla?
Cuando el camino hacia los sueños está tan lleno de pinchos, que solo se avanza desde el agotamiento.
Ahí ya no hay evolución, solo desgaste.
Por eso, la invitación es a mirar dentro.
A integrar más al niño interior: ese ser que sabe parar cuando lo necesita, que descansa cuando el cuerpo lo pide, que hace por el simple hecho de disfrutar.
El niño interior no se mueve por exigencia, sino por curiosidad, por juego, por presencia.
Sanar no es convertirse en un adulto perfecto que cumple con todo.
Sanar es reconocerse completo.
Es integrar todos los yoes: luces, sombras, ritmos y necesidades.
Es incluir a ese niño interior, con sus miedos y deseos, su sensibilidad, su verdad.
No dejes que una sociedad acelerada y saturada de estímulos defina tus tiempos.
Escúchate. Respétate.
Porque el sobreesfuerzo te saca de ti.
La mejor sanación es volver a ti: un gesto de amor hacia la creación misma.
Con amor,
Luna💕