29/05/2025
Cuanto más trabajo con en consulta, más clara me resulta una cosa:
No hemos venido a adaptarnos.
No hemos venido a obedecer normas absurdas, ni a rendir por encima de nuestras posibilidades, ni a tragarnos la culpa por sentir diferente.
Hemos venido con otro código. Uno que no sigue las reglas del sistema, porque no está aquí para repetirlas,
sino para transformarlo desde dentro.
Poseemos una sensibilidad distinta. Una percepción afilada. Una manera de procesar la vida que no cabe en moldes estándar.
Y eso nos ha hecho dudar de nosotras mismas.
Durante años. Décadas incluso.
Como si fuéramos un error de fábrica cuando, en realidad, somos parte del nuevo mundo.
Cada día, en consulta, veo mujeres que están empezando a recordar.
Recordar que no están solas.
Que su forma de ser tiene sentido.
Y que quizá no hayan venido a “arreglarse”, sino a sostener un tipo de sabiduría que este mundo aún no entiende del todo, pero necesita más que nunca.
Si este mensaje te toca, dilo.
Porque cuando una lo nombra, otra se reconoce.
Y eso, amiga, es revolución silenciosa.
¿Y si simplemente hubiéramos venido con un sistema operativo que el mundo todavía no entiende?
Un código raro. Incómodo. Brillante. Decesos que hacen saltar errores en todas partes: el trabajo, la familia, las relaciones, los grupos de WhatsApp…
¿Y si fuéramos eso? Portadoras de un nuevo código.No para salvar a nadie, sino para recordar quiénes somos y desde ahí, volver (juntas) a casa.
Esa casa no es un espacio físico. Tampoco es un portal con velas y rutina matinal. Es otra forma de habitar el mundo. Más libre. Más sostenible. Más tu.
¿Te suena? Tal vez, tú también estás empezando a recordar…
Y claro que eso a veces duele.
Porque el mundo no está preparado para tanto.
Porque estar hecha para lo nuevo en un mundo antiguo, agota.
Y porque muchas llevamos años intentando “entendernos” sin saber que simplemente funcionamos distinto.