
29/07/2025
Seguramente ya lo has vivido…
Estás en una comida, en la playa, con tu familia o amistades, disfrutando del momento… hasta que alguien suelta el comentario de turno:
Sobre tu vida, tus relaciones, tus decisiones, tu aspecto, tus elecciones personales con la comida…
Preguntas incómodas, fuera de lugar,
que invaden y desconciertan. 🤯
Y de pronto, lo que debería ser un momento de relax, diversión y conexión se vuelve confuso, tenso, incluso doloroso.
Quizás te quedas con esa sensación de no saber qué decir, de querer responder pero no poder…
Qué mal sabor de boca queda, ¿verdad?
Pero quiero decirte que no es que “te falte carácter”.
Es que tu cuerpo está intentando protegerte.
Es una respuesta automática aprendida: una forma de priorizar la seguridad frente al conflicto.
Así que si te cuesta poner límites, puede que no sea porque no sabes… sino porque muchas veces no puedes.
Cuando hemos vivido experiencias relacionales difíciles —crític*^s, burl*^s, negligencia, abandono emocional—, nuestro sistema puede quedarse atascado en modo supervivencia.
Y en vez de responder desde la calma, te congelas… o te adaptas para no generar conflicto.
Aunque eso te pase factura.
Otras veces, quizás puedes saltar de golpe, con una reacción intensa.
Te desbordas y luego te culpas por cómo reaccionaste.
Pero no es tu culpa.
Es la reacción de un sistema nervioso que ha estado aguantando demasiado y, al fin, ha dicho basta y 💣💥
Por eso este carrusel no es una lista de “deberías”.
Es una invitación compasiva a entender lo que te pasa…
y a darte herramientas para cuidarte y protegerte.
Porque a veces, entrenar la habilidad de la asertividad, tener palabras preparadas —aunque sean simples— te ayuda a recuperar tu centro, sentirte más segura… y responder desde ahí, no desde el impulso ni el bloqueo.
💛 Poner límites también es decirte:
“Estoy contigo. Estás a salvo. Yo te cuido”
¿Te ha pasado? ¿Añadirías alguna más?
Un 🫂❤️🩹