09/06/2025
Hoy en la sección verdades de perogrullo que tenemos claras a nivel racional pero no a nivel emocional....
La perfección es una impostura. O un fake, siguiendo el anglicismo de moda.
Se trate del padre/madre perfectos, profesional perfecto, influencer perfecto, cuerpo perfecto, vida perfecta...es falso.
La perfección no existe. Y los modelos perfectos, además de ser falsos, no llegan bien, no se interiorizan, no se aprende de ellos. Solo sirven para ser admirados (y en el mejor de los casos suponer una decepción posterior).
Todos tenemos limitaciones, si llegamos a un lado no llegamos a otro, tenemos buenos y malos días, no siempre brilla el sol, y eso es la vida.
Los ideales y perfecciones a veces sirven como horizontes posibles, pero al horizonte no se llega nunca, nadie. Porque cuando crees que has llegado, hay un nuevo horizonte más adelante.
Ir de perfección es una impostura y cuando tu papel es cuidar, en alguna de sus múltiples formas, como es por ejemplo la psicoterapia, la docencia, la ma/paternidad, esa impostura además de fraude es peligrosa e ineficaz.
Porque sabemos desde el siglo XX que los modelos que realmente llegan y se interiorizan y se imitan de forma sana, incorporando de forma estable lo aprendido, son los modelos de afrontamiento (coping), no los modelos de maestría (mastery). Los que tienen dificultades, los que pelean con sus limitaciones, los que dudan, los que sufren, los que son y se muestran humanos.
Así que tu ego se puede quedar estupendo en su urna mientras no aportas nada desde tu falsa perfección. Quizás te mole, pero no enriquece, no nutre, no aporta.
Reconocer nuestras limitaciones desde nuestra imperfecta humanidad es el mejor regalo que le podemos hacer a quienes acompañamos en cualquier momento de esta vida, sean hijxs, amigxs, pacientes, alumnxs, supervisadxs...Y también y sobre todo a nosotrxs mismxs.
Rompe el fake. Nutramos de verdad nuestras relaciones.