23/07/2024
. La regularidad en las comidas es de vital importancia. Debe haber una hora señalada para cada comida, y entonces cada cual debe comer lo que su organismo requiere, y no ingerir más alimento hasta la comida siguiente. Son muchos los que comen a intervalos desiguales y entre comidas, cuando el organismo no necesita comida, porque no tienen suficiente fuerza de voluntad para resistir a sus inclinaciones. Los hay que cuando van de viaje se pasan el tiempo comiendo bocaditos de cuanto comestible les cae a mano. Esto es muy perjudicial. Si los que viajan comiesen con regularidad y sólo alimentos sencillos y nutritivos, no se sentirían tan cansados, ni padecerían tantas enfermedades.—El Ministerio de Curación, 233, 234 (1905).
283. Hay que observar cuidadosamente la regularidad en las comidas. Al niño no se le debe dar de comer entre comidas, ni pasteles, ni nueces, ni frutas, ni manjar de ninguna clase. La irregularidad en las comidas destruye el tono sano de los órganos de la digestión, en perjuicio de la salud y del buen humor. Y cuando los niños se sientan a la mesa, no toman con gusto el alimento sano; su apetito clama por manjares nocivos.—El Ministerio de Curación, 298 (1905).
285. Me asombra saber que después de toda la luz que habéis recibido, muchos de vosotros coméis entre horas. Entre las horas de comida, no dejéis entrar en la boca ni siquiera un bocado. Comed lo que necesitáis, pero comedlo en una sola comida y esperad hasta la próxima.—Testimonies for the Church 2:373 (1869).
286. Muchos rehuyen la luz y el conocimiento y sacrifican sus principios por el paladar. Ingieren alimento cuando el organismo no lo necesita y a intervalos irregulares, porque carecen de valor para resistir su inclinación. Como consecuencia, el estómago maltratado se rebela y hay sufrimiento. La regularidad en la comida es muy importante para la salud del cuerpo y la serenidad mental. Nunca debe un bocado cruzar los labios entre las comidas.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 50; Counsels on Health, 118 (1890).
287. En cuanto al dispéptico, ha llegado a esta condición porque en vez de observar la regularidad ha permitido que el apetito rija su voluntad y ceda a la tentación de comer entre horas.—Testimonies for the Church 2:374 (1869).
288. Generalmente no se enseña a los niños la importancia de cuándo, cómo y qué deben comer. Se les permite satisfacer sus gustos a voluntad, comer a toda hora, a servirse de fruta cuando les da la gana, y esto, acompañado de pasteles y tortas, pan, mantequilla y fiambres que consumen constantemente, los vuelve golosos y dispépticos. Los órganos digestivos, como molino que se hace trabajar sin cesar, se debilitan, se exige la fuerza vital del cerebro, para que auxilie al estómago en su recargo de trabajo, y así las facultades mentales se debilitan. El estímulo anormal y el desgaste de las fuerzas vitales los vuelve nerviosos, impacientes por la restricción, dominados por su voluntad e irritables.—The Health Reformer, mayo de 1877.
[Importancia del régimen regular para los niños—343, 344, 345, 346, 348]
289. Muchos padres, a fin de evitar la tarea de educar pacientemente a sus hijos en hábitos de abnegación, enseñándoles cómo aprovechar las bendiciones de Dios, les permiten que coman y beban a su antojo. El apetito y la indulgencia egoísta, a menos que sean restringidos positivamente, crecen con el crecimiento y se fortalecen con la fuerza.—Testimonies for the Church 3:564 (1875).
[Para el contexto véase 347.]
290. Es una costumbre común entre la gente del mundo comer tres veces por día, además de ingerir alimentos a intervalos irregulares entre las comidas; y la última comida es generalmente la más pesada y se la ingiere a menudo antes de acostarse. Esto es invertir el orden natural, pues una comida copiosa no debe nunca ser ingerida tan tarde. Si estas personas cambiasen sus hábitos y comiesen sólo dos veces por día, sin ingerir nada entre las comidas, ni siquiera una manzana, una nuez, ni fruta alguna, el resultado se vería en forma de un buen apetito y de un notable mejoramiento de la salud.—The Review and Herald, 29 de julio de 1884.
291. Cuando viajan, algunos están casi constantemente comiendo bocaditos si es que tienen algo a su alcance. Esta es una costumbre sumamente perniciosa. Los animales, que no están dotados de razón y no saben nada acerca del recargo mental, pueden valerse de esta costumbre sin que les perjudique; pero éstos no constituyen una norma para los seres racionales, que poseen facultades mentales que debieran usar para Dios y la humanidad.—The Review and Herald, 29 de julio de 1884.
292. Los festines de glotones y los alimentos ingeridos en momentos inoportunos, dejan una influencia sobre cada fibra del organismo.—The Health Reformer, junio de 1878.
293. Muchos comen a todas horas sin tener en cuenta las leyes de la salud. Como resultado de esto, el intelecto se anubla. ¿Cómo pueden los hombres ser honrados con una iluminación divina cuando son tan precipitados en sus hábitos, tan desatentos a la luz que Dios les ha dado? Hermanos, ¿no es tiempo de convertiros en estos puntos importantes?—Gospel Workers, 174 (1892) (edición antigua).
294. Tres comidas por día y nada entre ellas, ni siquiera una manzana, debe ser el límite absoluto. Los que van más lejos violan las leyes de la naturaleza y sufrirán la penalidad.—The Review and Herald, 8 de mayo de 1883.