
15/06/2025
Cuando una mujer limpia su recámara, el alma ordena
Cuando una mujer limpia su recámara, no solo sacude el polvo de los muebles. Está removiendo memorias, decisiones pasadas, versiones antiguas de sí misma.
Al sacar ropa del clóset, muchas veces también se despide de etapas de su vida. De esa blusa que usaba cuando intentaba gustar, del vestido que ya no le queda, pero que en su momento la hacía sentirse valiente. De los tacones que la hicieron sentir poderosa, aunque hoy le cueste sostenerse en ellos.
Detrás de cada prenda hay una historia. A veces fueron regalos hechos desde el cariño, otras desde la necesidad o el apego. Y en ese ejercicio de agradecer y dejar ir, una parte de ella se libera también.
A veces aparecen objetos olvidados. Una bolsa con piedritas, un cajón con papeles, una caja con cartas o fotos… Y entonces algo se remueve adentro. No por nostalgia, sino porque recuerda cuánto dejó en pausa por atender a otros, por cumplir expectativas, por sostener etapas difíciles. Y se conmueve. Pero también se enciende.
Porque al limpiar su espacio, también hace espacio en su interior.
Porque al sacar lo que ya no le queda, también se da permiso de elegir lo que hoy sí la representa.
Porque al poner orden afuera, va recuperando su lugar adentro.
No es solo una limpieza.
Es un ritual de renacimiento silencioso.
Una forma de decir: Estoy aquí. Soy otra. Y estoy lista para lo que viene.
Si hoy estás haciendo limpieza profunda en tu recámara, obsérvate con amor.
Quizá no solo estás dejando ir ropa.
Quizá también estás soltando cargas, miedos, apegos o versiones de ti que ya no necesitas.
Y eso, mujer…
Eso también es sanación.
—Monserrat Alva