
01/08/2025
🌒✨ La palabra de la madre es un decreto: el eco eterno del alma de sus hijos ✨🌒
(Reflexión desde la Kabbalah para las mujeres que guían y transforman el mundo)
En la Kabbalah se nos enseña que cada palabra es una vasija de luz o una puerta de oscuridad. Y que el aliento con el que nombramos a nuestros hijos puede elevarlos a su propósito o amarrarlos a sus miedos.
Ser madre no es solo un acto físico, es una misión espiritual. Traer un alma al mundo implica ser la primera voz que le hablará al alma de ese niño. Y la forma en que le hablamos no solo lo forma emocionalmente, sino que codifica parte de su destino.
Cuando le dices a tu hijo:
🔻 “¡Eres un flojo!”,
🔻 “¡Siempre haces mal las cosas!”,
🔻 “¡Me desesperas!”,
estás creando sellos energéticos que, aunque sean dichos sin mala intención, pueden sembrar limitaciones en su ser. Cada palabra crea una realidad. Y desde el lenguaje, como mujeres, construimos o deshacemos templos.
🕊️ En la Kabbalah, la madre es la Shejiná en casa —la presencia divina que habita entre las paredes del hogar. Tu voz es la voz que tu hijo escuchará en su conciencia durante toda su vida. Si esa voz es amorosa, firme y luminosa, él sabrá amar, sostenerse y respetarse.
🌱 ¿Cómo cambiar ese patrón de palabras duras? Aquí algunos caminos desde la conciencia:
Respira antes de hablar: Recuerda que tu palabra crea realidades. Silencio no es debilidad, es sabiduría.
Nombralo por lo que quieres que florezca en él:
Di: “Eres valiente”, “Confío en ti”, “Eres capaz de resolver esto”, incluso cuando no lo esté siendo del todo. La palabra lo conduce al potencial de su alma.
Haz del error una oportunidad, no una sentencia:
En lugar de decir “¡Siempre te equivocas!”, prueba con: “¿Qué podemos aprender de esto juntos?”
Habla como si tu hijo fuera una semilla sagrada:
Una semilla no se critica, se riega. Y tu voz es ese riego.
Sánate tú, para no hablar desde tu herida:
A veces gritamos desde lo que nos faltó de niñas. Obsérvate con amor. Cuídate. Háblate bonito a ti también.
✨ Mujer, recuerda esto:
Tú no solo das vida, das identidad. Tu palabra es el primer espejo donde tus hijos se miran. Si los nombras desde el juicio, caminarán dudando. Si los nombras desde la luz, caminarán sabiendo que su alma tiene permiso de brillar.
No somos madres perfectas. Pero podemos ser madres despiertas.
Y una madre despierta no reacciona, invoca.