16/11/2025
En cada historia que toca el alma, hay un recordatorio silencioso de lo que somos por dentro. Frankenstein no habla del horror externo, sino del interno: de esas partes nuestras que nacen sin pedirlo, que buscan un abrazo y reciben distancia, que anhelan pertenecer y terminan cargando culpas que no les corresponden.
La criatura de Del Toro no es maldad.
Es dolor.
Es vacío.
Es la necesidad humana de ser visto sin ser juzgado.
Es esa alma que despierta al mundo sin nombre, sin guía y sin un hogar donde descansar. Un ser que, como muchos de nosotros, quería amar… pero se encontró frente a miradas que lo rechazaron por su diferencia, por sus cicatrices, por lo que otros no se atrevieron a comprender.
Y dime… ¿cuántas veces te has sentido así?
Incomprendida. Señalada. Convertida en el reflejo del miedo ajeno.
El verdadero horror no está en la criatura.
Está en la soledad que la envuelve.
En el abandono que ahorca.
En esa frase silenciosa que duele más que cualquier herida:
“No perteneces aquí.”
Porque lo que hiere no es ser distinto…
lo que hiere es que nadie quiera entender tu diferencia.
Cuando el alma se lastima tantas veces, aprende a defenderse desde la sombra. No porque quiera dañar, sino porque no sabe cómo sanar. Y así, lo que nació en inocencia puede transformarse en furia, y lo que era ternura puede volverse coraza.
Del Toro nos recuerda que los “monstruos” no nacen:
se forman con rechazo, abandono y amor negado.
Y eso, humanamente, es más aterrador que cualquier historia de terror.
A veces me pregunto cuántas heridas hemos acompañado sin darnos cuenta…
y cuántas hemos provocado.
A cuántas personas les hicimos sentir que no merecían ternura, que su vulnerabilidad era demasiado, que su dolor debía esconderse en silencio.
Frankenstein no es un experimento fallido.
Es un espejo.
Un recordatorio de lo que pasa cuando nadie enseña a un corazón a amar… ni a ser amado.
Del Toro transforma esta historia en una plegaria para nuestra época:
“No huyas de lo que no comprendes.
No juzgues lo que no has mirado con amor.
No abandones lo que solo necesita acompañamiento.”
Porque todos, en algún momento, hemos sido esa criatura.
Todos hemos sentido que no encajamos.
Todos hemos deseado que alguien nos mire sin miedo y nos diga:
“No eres un error. Tu humanidad es suficiente.”
El monstruo no nació monstruo.
Lo hicieron así.
Y esa es la reflexión que Psicotrascender abraza:
𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚 𝙨𝙖𝙡𝙫𝙖𝙧.
𝙎𝙪 𝙖𝙪𝙨𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚 𝙦𝙪𝙚𝙗𝙧𝙖𝙧 𝙞𝙣𝙘𝙡𝙪𝙨𝙤 𝙡𝙤 𝙢á𝙨 𝙥𝙪𝙧𝙤.
𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙚𝙡 𝙖𝙘𝙤𝙢𝙥𝙖ñ𝙖𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙘𝙤𝙣𝙨𝙘𝙞𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚 𝙩𝙧𝙖𝙣𝙨𝙛𝙤𝙧𝙢𝙖𝙧 𝙘𝙪𝙖𝙡𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧 𝙨𝙤𝙢𝙗𝙧𝙖 𝙚𝙣 𝙘𝙖𝙢𝙞𝙣𝙤.