03/09/2025
El caso de Cazzu en Se Regalan Dudas pone sobre la mesa un fenómeno frecuente en las dinámicas de género y crianza: cuando los varones dejan de estar en la vida de una mujer, muchas veces no desaparece su necesidad de ejercer poder. Por el contrario, el abandono se convierte en un mecanismo de control.
Este patrón se observa también en los deudores alimentarios. La falta de cumplimiento de responsabilidades parentales no es solamente omisión, sino una práctica de presión que obliga a las madres a cubrir en solitario necesidades que deberían compartirse. Esa sobrecarga no es neutral: es un dispositivo de dominación.
Desde una perspectiva de análisis de género, estas prácticas cumplen varias funciones:
Reforzar la desigualdad estructural: la mujer queda atada a la doble jornada (cuidado y provisión) mientras el varón se desliga.
Mantener el control: aunque ausentes en la crianza, los padres aparecen como figuras que autorizan, limitan o condicionan decisiones claves de la madre.
Naturalizar la violencia económica: el impago de pensión se normaliza como un conflicto privado, invisibilizando su dimensión de violencia estructural.
En este sentido, lo que podría interpretarse como “desinterés” es, en realidad, una estrategia patriarcal de poder desde la ausencia. No participar en la crianza, no garantizar recursos y, al mismo tiempo, obstaculizar la autonomía de las madres, son formas contemporáneas de violencia que siguen siendo minimizadas bajo el discurso de “problemas de pareja” o “disputas familiares”.
La pregunta central no es por qué algunos hombres se desentienden de sus responsabilidades, sino por qué el sistema social y jurídico les permite que ese incumplimiento funcione como una herramienta legítima de control sobre la vida de las mujeres y de sus hijos.