
20/09/2025
Soy mamá de un niño autista y cada día enfrento no solo los retos propios de la vida, sino también los prejuicios que la sociedad coloca sobre él. Una de las cosas que más duele como madre es ver cómo los niños repiten las etiquetas que escuchan de los adultos: “raro”, “problemático”, “malcriado”. Palabras que hieren más que cualquier golpe.
Por eso hoy quiero suplicar, desde lo más profundo de mi corazón, que dejemos de enseñar a nuestros hijos a señalar y a juzgar a otros niños por ser diferentes. La infancia debería ser el lugar más puro, más libre de prejuicios, y sin embargo a veces es ahí donde nacen las primeras cicatrices emocionales.
Ser diferente no significa ser menos. Mi hijo no es “inferior” por ver el mundo desde otra perspectiva, por procesar las emociones de una manera distinta o por necesitar apoyos que otros niños no requieren. Al contrario: su forma de ser enriquece, enseña y nos recuerda que la diversidad es un tesoro, no un defecto.
El llamado es para los padres: la manera en que hablen frente a sus hijos y las palabras que usen para referirse a los demás, marcarán la forma en que esos pequeños se relacionen con el mundo. Eduquemos con empatía. Enseñemos que la diferencia no es amenaza, sino oportunidad de aprender algo nuevo. Mostremos con hechos que la bondad y el respeto valen mucho más que las etiquetas.
Porque la verdadera inclusión no empieza en las escuelas, ni en los discursos, ni en las leyes: empieza en casa, en la mesa familiar, en cada conversación cotidiana donde nuestros hijos aprenden a mirar al otro.
Mi hijo y todos los niños que son “diferentes” merecen crecer sintiéndose aceptados, respetados y valorados. Los padres tenemos el poder y la responsabilidad de cambiar la historia. No criemos a una generación que lastime con etiquetas, criemos a una generación que abrace con empatía.
Mi Corazón es Azúl 💙