19/05/2024
EL AMOR TIENE TRES DIMENSIONES
Una es de tipo animal: es sólo deseo, un fenómeno físico. La otra es humana: va más allá del deseo, de la sexualidad, de la se*******ad. No consiste únicamente en una explotación de la otra persona como un instrumento.
La primera consiste sólo en una explotación; en la primera, la otra persona es utilizada como instrumento. En la segunda, la otra persona no es utilizada como un medio, la otra persona es igual a ti. La otra persona es un fin en sí mismo al igual que tú y el amor no consiste en una explotación sino en un mutuo compartir del ser, de vuestras alegrías, de vuestra música, de vuestra pura poesía de la vida. Y este compartir es mutuo.
El primero es posesivo; el segundo, no. El primero crea una atadura; el segundo da libertad.
La tercera dimensión del amor es divina, eterna: cuando no hay un objeto al que amar, cuando el amor no consiste en una relación en absoluto, cuando el amor se convierte en un estado de ser.
Tú simplemente amas, no amas a alguien en particular, sino que es simplemente un estado de amor, así que, hagas lo que hagas, lo haces de forma amorosa. Incluso cuando tocas una roca, lo haces como si estuvieras tocando a tu amado; incluso cuando miras a los árboles, tus ojos están llenos de amor.
El primero utiliza a la otra persona como un instrumento; en el segundo, la otra persona ya no es un instrumento; en el tercero, la otra persona ha desaparecido por completo. El primero crea una atadura, el segundo da libertad y el tercero trasciende ambos, supone la trascendencia de toda realidad. En éste ya no hay amante ni amado, sólo hay amor. Ése es el estado supremo de amor y ése es el fin que hay que buscar en la vida.
La mayor parte de la gente se queda en el primero. Sólo unos pocos entran en el segundo; y lo más escaso es el fenómeno que he explicado en tercer lugar. Únicamente un Buda, un Jesús... Sólo hay unas cuantas personas, aquí y allá, que han entrado en la tercera dimensión del amor; se pueden contar con los dedos de una mano. Sin embargo, si tus ojos siguen fijos en las estrellas lejanas, es posible. Y cuando se convierte en realidad, te sientes colmado; a la vida no le falta nada, y esa plenitud es alegría, una eterna alegría. Ni siquiera la muerte puede destruirla.
Osho.