
09/03/2024
La dualidad en el Yin y Yang
Para el taoísmo, todo está en constante cambio de forma natural. El invierno sigue al otoño y así sucesivamente, sin que hagamos algo para que esto ocurra. Lo mismo sucede con las realidades humanas. El camino de la virtud consiste en no alterar esos cambios, ni en la naturaleza, ni en la propia vida.
Los deseos y los objetivos personales son los que llevan a que alguien quiera alterar ese orden natural. La “no acción” , en cambio, permite que las cosas fluyan y se desenvuelvan como deben hacerlo, sin cambios introducidos desde fuera.
El yin y yang representan ese cambio continuo. La armonía consiste en mantener en equilibrio la dualidad expresada en esos dos conceptos. A su vez, la disarmonía tiene que ver con la predominancia excesiva de alguno de estos dos aspectos.
El yin corresponde a todo lo que es femenino , suave, húmedo, terrenal, pasivo, absorbente y oscuro. El yang tiene que ver con lo masculino, áspero, seco, aéreo, activo, penetrante y luminoso. Ambos elementos y características están presentes en todo lo existente.
Los principios que rigen el yin y yang
Según el taoísmo, los conceptos de yin y yang se rigen por una serie de principios, que les son propios. Estos principios definen la dinámica que existe entre esos dos factores y sirven como pauta para aplicarlos a situaciones concretas.
Los principios en mención son los siguientes:
El yin y yang son opuestos. Sin embargo, no son excluyentes: puede haber algo yin en una realidad yang y viceversa. Por ejemplo, en medio de la oscuridad de la noche está la luz de la luna.
Interdependencia. El yin no puede existir sin el yang y viceversa. Por ejemplo, no hay muerte sin vida, ni vida sin muerte.
Mantienen un equilibrio dinámico. Cuando el yin aumenta, el yang disminuye y viceversa. Cuando uno de los dos crece en exceso, obliga al otro a concentrarse y esto desencadena una transformación. Por ejemplo, el exceso de calor conduce al deshielo en una zona y esto a su vez provoca inundaciones.
Cuando el uno desaparece, se transforma en el otro. No forman una realidad separada, sino que coexisten. Por eso el uno desaparece, relativamente, solo para darle paso al otro. Por ejemplo, el día y la noche.
En el yin siempre hay una traza de yang y viceversa.