16/07/2025
Este poema es tan hermoso… que te deja sin palabras.
Y tuve que aceptar… algo que cuesta y duele aceptar.
Escrito por una pensadora y parlamentaria alemana con sabiduría.
Tuve que aceptar que no sé nada del tiempo.
Que es un misterio para mí, imposible de entender.
Y que tampoco comprendo el sentido real de la eternidad.
Tuve que aceptar que mi cuerpo no será inmortal.
Que algún día envejecerá, y finalmente se apagará.
Estamos hechos de recuerdos, olvidos, ruidos y silencios.
De deseos, memorias, días, noches, y detalles invisibles.
Tuve que aceptar que todo lo que existe… es pasajero.
Que cada instante se va… sin posibilidad de volver.
Tuve que aceptar que vine al mundo con una misión.
Para dar lo mejor de mí antes de partir.
Para dejar huellas positivas en cada paso que doy.
Tuve que aceptar que mis padres no serían eternos.
Y que mis hijos seguirían su camino… sin mí.
Tuve que aceptar que ellos no me pertenecen nunca.
Que su libertad es un derecho que también les pertenece.
Tuve que aceptar que todo lo que tengo es prestado.
Que mis bienes no me pertenecen, son pasajeros igual.
Y que mi propia existencia también es fugaz y breve.
Lo que poseo quedará para otros cuando yo me vaya.
Tuve que aceptar que barrer mi acera cada mañana,
No significaba que fuera mía para siempre jamás.
Era solo una ilusión de pertenencia, sin fundamento.
Tuve que aceptar que mi casa no era mi casa.
Era solo un techo temporal, un abrigo mientras vivo.
Que pronto será hogar de otras personas, otras familias.
Tuve que aceptar que apegarme a lo material me lastima.
Porque el apego hace más dura la despedida del alma.
Tuve que aceptar que mis árboles, flores y animales queridos,
También son mortales, frágiles, prestados por un breve tiempo.
Fue duro, pero tuve que aceptarlo con humildad y amor.
Tuve que aceptar mis fragilidades, mis límites, mi humanidad.
Aceptar que soy mortal, finito, parte de lo efímero.
Tuve que aceptar que la vida continúa sin mí.
Y que, con el tiempo, también me olvidarán.
Confieso que tuve que librar muchas batallas interiores
Para poder aceptar todo esto… y no sufrir más.
Tuve que aceptar que el tiempo es un gran misterio.
Y que no entiendo nada de la eternidad infinita.
Escribimos tanto, hablamos tanto, intentamos entender tanto…
Y al final, rendirse es lo más sabio y humano.
Me rendí… acepté lo que debía aceptar con el alma.
Y así fue como dejé de sufrir tanto en silencio.
Tuve que soltar el orgullo, dejar mi prepotencia atrás.
Y entender que la naturaleza trata a todos por igual.
Sin privilegios, sin favoritos, todos somos uno ante la vida.
Tuve que abrir mis brazos y desarmar mi corazón
Para reconocer la vida como es, sin adornos.
Reconocer que todo es transitorio mientras estemos aquí vivos.
Y fue ahí… justo ahí… donde encontré la paz.
Una paz profunda, silenciosa… tan deseada como olvidada por muchos.
Que esta reflexión te toque el corazón, de verdad.
Y que se transforme en caridad, en fraternidad sincera.
Que te llene de amor y te haga brillar.
Con una luz propia, pero sin olvidar a los tuyos.
Un gran abrazo sincero, desde mi corazón para el tuyo. ❤️ Créditos al autor.