22/07/2025
Luis tenía 42 años y una vida agitada. Comía rápido, dormía mal y siempre decía que no tenía tiempo “ni para ir al baño”. Al principio eran 2, 3 días sin evacuar. Luego una semana. Pero llegó a pasar 30 días completos sin defecar.
No lo decía por vergüenza. Usaba laxantes, tés, masajes… nada funcionaba. Su abdomen estaba distendido, duro como piedra. El dolor se volvió insoportable. En urgencias, apenas podía caminar.
La tomografía fue clara: megacolon por constipación severa. El intestino estaba lleno de materia f***l endurecida, comprimido hasta el extremo, al borde de perforarse. La presión sobre los órganos era tan alta que sus riñones ya empezaban a fallar.
Los médicos lo sometieron a una cirugía de urgencia. Tuvieron que extraer manualmente más de 7 kilos de heces compactas. Luis estuvo al borde de una sepsis abdominal mortal.
—Un día más… y no lo contaba —le dijo el cirujano.
Luis aprendió, con dolor, lo que había ignorado por años:
El estreñimiento crónico no es normal.
Retener las ganas por rutina o por vergüenza puede alterar el intestino.
Una dieta pobre en fibra, agua y movimiento es una bomba de tiempo.
Y que el cuerpo habla antes de gritar… pero si no lo escuchas, grita con fuerza.
Hoy, después de su colostomía temporal y meses de recuperación, da un solo consejo:
“Ir al baño no es un lujo. Es una necesidad. Cuídala… antes de que tu cuerpo te lo cobre con intereses.”