06/01/2025
Una historia para valorar los juguetes y las acciones de quienes nos aman.
Hace unos años, cuando era solamente un niño de primaria, yo miraba niños que compraban sus trompos premier, recuerdo que siempre a la escuela llegaba un señor patrocinando concursos de estos jueguitos, me imagino que todo el día practicaba o en su niñez había sido un "vago"( no por pasársela en la calle, bueno no que no tuviera beneficio alguno, así salíamos nombrarle a los niños que eran buenos en algo), y quiero pensar que le pagaban por jugar y vender estos trompos de plásticos, hubo amigos que decían que había unos que tenían un bebé haciendo referencia a un trompo más pequeño en el interior del grande que botaba fuera al hacer bailar( girar en su eje) en el suelo, y yo quería uno de esos, cuando eres niño muchas veces no alcanzas a dimensionar el valor del dinero y te enojas con tus padres por no tener un juguete de plástico que se encuentra de moda en ese instante de tu vida, con mucho deseo una tarde le pedí a mi padre que me comprara un trompo de los buenos de los mejores( yo me refería a los trompos premier), y me dijo que si, que me compraría el mejor trompo que podía tener que lo iba a encargar, acto seguido mi cabeza pensaba que lo pediría a la fabrica de trompos ( la inocencia es algo ue caracterizó mi niñez), desde ese día solo pensaba en como sería mi trompo y lo esperaba con mucho deseo, hasta que por fin llegó mi trompo y oh sorpresa era un trompo grande de madera con una punta de clavo( porque yo le dije que tuviera la punta de acero, que era lo de moda) realmente no creo que premier le pusiera a sus trompos una pieza de acero, por el costo de te lo vendía, pero en fin me lleve una sorpresa porque era difícil hacerlo girar y pesado, en ese momento sentía que mi padre me había fallado en mi deseo, lo platique apenas porque fui a un lugar tradicional donde encontré un puesto de trompos de madera y me quedé un rato observando esos jueguetes que hoy nadie mira porque todos vamos en el celular, este viaje lo hice en familia y me volvió a recordar esa infancia y que mi padre no me había fallado en verdad me compró el mejor trompo y más porque lo mando hacer con alguien que los fabricaba.
Hay historias que tenemos que vivir para contarlas.