
31/07/2025
No es su berrinche lo que te enloquece.
Es tu falta de recursos para sostenerlo.
El problema no es que tu hijo haga un berrinche.
👉 El problema es que cuando él se desborda… tú también.
Y entonces el hogar se convierte en un campo de batalla emocional:
un niño fuera de control y un adulto sin herramientas que reacciona en automático. Los niños no hacen berrinches para manipularte:
👉 Lo hacen porque su sistema nervioso no puede más.
Y necesitan de ti un adulto regulado, no otro niño herido que responde a gritos.
TESTIMONIO REAL:
“Me gritaba, lloraba, me decía que no quería bañarse. Yo exploté. Lo cargué con rabia y lo metí en la ducha llorando. Esa noche me abrazó dormido… pero yo no pude dormir de la culpa. No me perdoné mi reacción. Él sí. Pero yo no.”
EJEMPLO + EJERCICIO PRÁCTICO:
Tu hijo grita, se tira al piso, patea, llora. Tú lo tomas como una provocación personal.
Y reaccionas: gritas, amenazas, lo sacudes. Luego te arrepientes.
🎯 Alternativa práctica (3 pasos):
1. Haz pausa corporal. No respondas en automático. Respira. Baja a su altura.
2. Pon palabras al caos: “Sé que estás enojado. Aquí estoy.”
3. Redirige con firmeza sin escalar: “Puedes estar enojado, pero no puedes pegar. Vamos a respirar los dos.”
🧩 ¿Y si el berrinche es tan fuerte que no logras bañarlo?
🔹 No lo fuerces. No conviertas la rutina en castigo.
🔹 Haz una pausa contigo mismo.
🔹 Puedes decirle: “Hoy no vamos a bañarnos. Mañana lo intentamos de nuevo. Lo importante ahora es calmarnos.”
⚠️ Elegir la calma sobre el cumplimiento inmediato no es rendirse. Es priorizar el vínculo y la autorregulación.
🧷 Recuerda esta frase
“Tu hijo no necesita que lo controles. Necesita que lo sostengas mientras no puede solo.”
CONSEJO FINAL:
El berrinche no es una guerra de poder.
Es una oportunidad para enseñarle a tu hijo a transitar lo que aún no sabe manejar.
👉 Pero no puedes enseñarle autocontrol… si tú pierdes el tuyo cada vez.
No es que tu hijo te saque de quicio.
Es que ese quicio ya estaba roto… y su llanto lo empuja.
Y mientras tú gritas por fuera,
él aprende a callar por dentro.
Los berrinches son incómodos, agotadores y duros.
Pero también son momentos sagrados de enseñanza.
Solo que hay que sobrevivirlos sin romper al niño en el proceso.