03/05/2025
“Blancanieves y la ambivalencia materna: entre la madre ideal y la madrastra temida”.
En Blancanieves, como en muchos cuentos, la madre original desaparece y es reemplazada por una madrastra malvada. Esta escisión no es accidental: el psicoanálisis, a través de autores como Bruno Bettelheim, interpreta esta división como un recurso simbólico para que el niño pueda proyectar sus emociones negativas sin destruir la imagen idealizada de su madre.
“Los cuentos indican que, aunque haya brujas, no olvides que también hay hadas buenas, que son mucho más poderosas”, escribe Bettelheim (1977, p. 84).
La madre buena representa el amor incondicional, el cuidado y la entrega. La madrastra, por el contrario, encarna el rechazo, los celos y la agresión. Esta polaridad ayuda al niño a lidiar con la ambivalencia sin culpa: puede amar y odiar, sin tener que dividir a su madre real.
Sin embargo, esta dualidad no solo opera en los hijos, también se internaliza en muchas mujeres. Langer (1964, p. 25) señala que cuando una mujer entra en conflicto con su deseo de ser madre, puede expresarlo con dificultades con sus hijos, en la maternidad o incluso rechazándola: “Este rechazo implica que está en desacuerdo con su propio s**o y, por lo tanto, con su propia existencia.”
Desde el psicoanálisis entendemos que la maternidad no es un destino natural, sino una construcción cultural, social e histórica. La exigencia de ser una “buena madre” —siempre amorosa, siempre disponible— puede generar culpa, insuficiencia y dolor.
Blancanieves, más que un cuento infantil, nos habla del lugar simbólico de la madre y de la necesidad de integrar ambas partes para poder amar sin destruir.