
24/07/2025
La incapacidad de mentalizar—es decir, la dificultad para comprender y tener en cuenta el mundo interno propio y ajeno—no surge de la nada. Se va transmitiendo y profundizando generación tras generación, como una herencia invisible que marca la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el entorno.
Esta carencia crea un ciclo donde la desconexión se perpetúa, dificultando la empatía, la reflexión y la sensibilidad hacia el daño causado, tanto al contexto natural como a los vínculos humanos.
La imagen de una familia que nada en un mar contaminado, ignorando las advertencias, no puede pasar desapercibida.
Se convierte en una poderosa metáfora: muestra cómo la desconexión entre las personas y su entorno, reforzada por la incapacidad de mentalizar, genera sufrimiento colectivo e impide la toma de consciencia necesaria para transformar la realidad.
El letrero que advierte sobre la contaminación no solo evidencia el daño al mar, sino que también señala la herida más profunda: la separación entre la humanidad y el mundo natural.
Este alejamiento se refleja en la repetición de patrones disfuncionales, pese a las señales claras de peligro, y pone de manifiesto la naturalización del sufrimiento y el deterioro.
Nadar en una “playa donde no se puede nadar” encarna la tensión entre la idea loca de ser superiores, el deseo de disfrute, y la realidad de vivir en un sistema que limita o hiere esa posibilidad.
Esta escena revela la falta de sintonía con el sistema mayor al que pertenecemos, donde la desatención y la falta de sensibilidad se institucionalizan y se transmiten.
La contaminación del mar es solo un síntoma de una crisis mayor: la de las relaciones humanas fragmentadas y la falta de conciencia relacional profunda.
Este daño sistémico se reproduce tanto en el entorno natural como en los vínculos familiares y sociales, volviéndose parte del paisaje cotidiano.
Así, la incapacidad de mentalizar se vuelve tanto causa como consecuencia de esta desarmonía, impidiendo la sanación y la restauración de la confianza.
Superar este ciclo implica reconocer la importancia de reflexión y de reconstruir la conciencia de pertenencia a un sistema más amplio y vivo.
Solo recuperando la conexión relacional y ecológica, y cultivando la capacidad de reflexionar y sentir con profundidad, podremos avanzar hacia la sanación colectiva y transformar la experiencia de la naturaleza y las relaciones humanas.
Recuperar el hilo de la conciencia podría ser el primer paso para reconstruir nuestro vínculo con el entorno y entre nosotros mismos.
DZ
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