19/08/2025
La inclusión es un tema polémico, como muchos otros. En ocasiones, los propios padres de familia excluyen a sus hijos al no aceptar su discapacidad o condición. Queremos incluirlos en escuelas y actividades, pero es importante reflexionar: ¿es eso lo que realmente necesitan?
Dependiendo de la naturaleza y del nivel de la condición, algunos estudiantes pueden integrarse en una escuela regular o en un taller, mientras que otros requieren una atención más especializada. Hay alumnos que necesitan aprender lo más básico: saludar, agradecer, tomar las cosas con cuidado, no arrojarlas o alimentarse de manera autónoma (manejo de habilidades sociales).
La inclusión no consiste únicamente en colocar a los estudiantes en un espacio porque “tienen derecho a estar ahí”, sino en elegir entornos que respondan a sus necesidades y garanticen su seguridad. De acuerdo con la UNESCO (2020), la inclusión educativa no se limita a compartir un mismo salón, sino a generar condiciones de aprendizaje y participación para todos los estudiantes, sin discriminación.
Un ejemplo común ocurre en el aula. Imaginemos un grupo de 30 alumnos: uno de ellos tiene síndrome de Down, pero es funcional dentro de sus capacidades, participa, respeta y convive con sus compañeros. Sin embargo, otro alumno puede tener otra condición en nivel 2 o 3, lo cual requiere atención casi total del docente. Entonces surge la pregunta: ¿qué pasa con los otros 29 estudiantes? ¿Se quedan atrás? ¿Los excluimos para atender a uno?
Aquí aparece la controversia: no se trata solo de inclusión, sino de equidad. Según Echeita (2021), la escuela inclusiva no puede sacrificar el derecho de unos sobre los de otros, por lo que se requiere un equilibrio entre atención individualizada y calidad educativa para todo el grupo. De manera similar, la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial (2011) señalan que no basta con garantizar el acceso, sino que es indispensable ofrecer apoyos diferenciados y recursos específicos para que los estudiantes con discapacidad realmente puedan aprender y desarrollarse.
En este sentido, la equidad implica dar a cada persona las condiciones que necesita para aprender y crecer. Mientras la inclusión busca que todos estén presentes en los mismos espacios, la equidad se enfoca en que cada estudiante tenga lo necesario para alcanzar su máximo potencial.
Como docentes, también deberíamos tener el derecho de reconocer nuestras limitaciones y capacidades, así como la posibilidad de expresar: “No puedo, pero lo investigaré y estudiaré para mejorar”. Los profesores no siempre contamos con todas las herramientas ni estamos completamente capacitados para atender a todos los alumnos. Aunque la sociedad podría esperar lo contrario, para ello existen los equipos USAER (Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular), cuyos espacios, lamentablemente, el gobierno ha ido reduciendo progresivamente.
Esta situación no depende únicamente de los docentes; se trata de un fenómeno estructural, ya que se están cerrando escuelas de educación especial y disminuyendo los apoyos proporcionados por los maestros USAER.
En este contexto, los docentes no deberíamos desempeñarnos con miedo, preocupándonos constantemente de que un gesto, un levantamiento de voz moderado, un toque distinto o incluso un empujón ligero pueda ser interpretado como exclusión o maltrato.
Como profesional de la educación, debo conducirme con sumo cuidado y, aun así, he enfrentado situaciones problemáticas debido a estas restricciones. Como conclusión, la empatía debe ser mutua.
Atte. Viviana P. G.
Referencias.
Echeita, G. (2021). Educación inclusiva: transformar la educación para transformar el mundo. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, 15(2), 17-34. https://doi.org/10.4067/S0718-73782021000200017
Organización Mundial de la Salud & Banco Mundial. (2011). Informe mundial sobre la discapacidad. Organización Mundial de la Salud. https://www.who.int/publications/i/item/9789240685215
UNESCO. (2020). Education and inclusion: Global education monitoring report 2020. UNESCO. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000373718
Imagen tomada de la red.