20/11/2025
A pesar de ser hijas verdaderas de Dios, somos maltratadas
Una reflexión bíblica para la mujer
Ser hija de Dios no te hace inmune al dolor.
No te pone una coraza que te evita el rechazo, la traición o el abuso emocional.
No te garantiza que las personas harán contigo lo que Dios dice que deben hacer.
Porque nuestra identidad es perfecta en Cristo,
pero el mundo no lo es.
Y muchas mujeres piensan que si fueran “más espirituales”, o “más obedientes”, o “más sumisas”,o “más buenas”, entonces nadie las maltrataría.
Pero la Biblia jamás te prometió eso.
1. A las hijas de Dios también las maltratan los hombres rotos
A Agar la humillaron.
A Ana la provocaban constantemente.
A Lea la despreciaron.
A Tamar la traicionaron.
A Estér la amenazaron.
A María la calumniaron.
Y ninguna de ellas dejó de ser hija de Dios por ser herida.
El maltrato que recibiste sea emocional, espiritual o físico; no es evidencia de que Dios te abandonó,
sino evidencia de que el pecado existe y daña.
2. Dios no te culpa por lo que otro te hizo
La mujer que ha sido herida carga culpas que no son suyas:
“Fui tonta.”
“Fui débil.”
“Lo permití.”
“Me lo busqué.”
Pero Dios nunca habló así a las mujeres heridas.
Cuando Cristo encontró a la mujer junto al pozo, la mujer con flujo,
la adúltera, la sirofenicia, la mujer encorvada…
Él no las acusó. Él las levantó.
La voz que te acusa NO es la voz de Dios.
La voz que te sana, sí.
3. Dios se toma personal el maltrato hacia Sus hijas
Dios no es indiferente.
Él ve, Él escucha, Él responde.
“Clamó la afligida, y Jehová la oyó.”
“Dios es el defensor de las viudas.”
“Dios está cerca de las quebrantadas de corazón.”
Cuando alguien maltrata a una hija de Dios,
se está metiendo con el Padre de esa hija.
Y Él siempre hará justicia, aunque no sea en el minuto ni en el modo que tú esperas.
4. Ser hija de Dios significa que tu dolor tiene un final y un propósito
El maltrato no define tu identidad.
El abandono no define tu futuro.
La traición no define tu valor.
Ser hija de Dios es saber que aunque otros te destruyeron,
Cristo te reconstruye.
Aunque otros apagaron tu voz,
Cristo te la devuelve.
Aunque otros te hicieron sentir usada,
Cristo te hace nueva.
Tu historia no termina en el golpe, ni en el grito, ni en el rechazo.
Tu historia termina en Cristo… y Cristo siempre restaura.
5. Eres hija de un Padre que no maltrata
El hombre puede fallar.
La familia puede fallar.
Los líderes pueden fallar.
Pero Dios no falla.
Él es el único que te ama sin abusar,
te corrige sin destruirte,
te guía sin aplastarte,
y te abraza sin esconder intenciones.
Reflexión final
A pesar de ser hijas verdaderas de Dios,
somos maltratadas en un mundo caído.
Pero ser hijas verdaderas de Dios significa también
que ese maltrato no tendrá la última palabra.
La última palabra la tiene Cristo…
y Cristo siempre escribe redención, dignidad, honra y vida.
Escrito por:
Marjorie López