27/08/2025
Lo que he aprendido de hablar con los mu***os es que no todos se arrepienten
Mucha gente me dice: “oye, pero si tienes un don, ¿por qué cobras?”. Y la verdad es que lo cobro porque me cuesta… y caro. No me refiero solo a lo económico, sino al desgaste físico, emocional y energético. Hay sesiones que me dejan fuera de órbita días enteros, cargando dolores que no son míos, sensaciones que no me pertenecen. Y sí, esas son las más caras, porque también son las más fuertes.
Por ponerles un ejemplo: en las sesiones de medium me he topado con todo tipo de almas. Desde personas comunes y queridas, hasta quienes hicieron mucho daño. Y les puedo decir que no es lo mismo un narcotraficante que un narcosatánico. Ambos dañaron, sí, pero la energía es distinta. El primero, por más oscuro que haya sido en vida, llega un punto en que se arrepiente, y su alma lo refleja. El segundo, en cambio, se siente vacío, pesado, como si hubiera entregado lo único que tenía: su esencia. Estar frente a esas energías es algo indescriptible, y créanme, no se sale intacta.
Y ojo con esto: todo en la vida tiene un costo. Nadie te regala nada, y menos en el terreno energético. Cuando yo decido no cobrar dinero por una sesión, siempre pido que recen por mí. Esa es mi forma de equilibrar el intercambio. Porque todo se cobra, quieran o no. Si alguien no lo hace, ese cobro energético de todas formas llegará, pero ya no depende de mí.
Una vez, en plena sesión, le pedí a una paciente que cerrara los ojos. De pronto los abrió, pegó un grito y rompió en llanto. Luego me dijo: “es que te vi, y no eras tú… estabas acompañada de muchas cosas que me dieron miedo”. Yo solo me reí y le respondí: “pues claro, yo soy solo el medio. No soy la que sana, yo presto el cuerpo para que esas energías hagan lo que tengan que hacer”.
Y no crean que esto solo me pasa en el consultorio. Cuando me toca salir fuera de la ciudad, incluso del país, siempre voy acompañada. Mi padre es mi guardaespaldas, chofer, consejero y mejor amigo. Y mi hijo, mi motor más grande. No es por capricho: hay trabajos que me dejan casi inconsciente, y necesito a quienes sé que me sostienen. Este camino tiene un costo muy alto, y quienes nos dedicamos a esto lo sabemos bien. Muchas sanadoras terminamos enfermizas, porque absorbemos dolores y enfermedades que no son nuestros.
Aun así, soy agradecida. Porque mis dones me han permitido hacer mucho más que sanar: también me han abierto puertas para crear proyectos culturales, incluso internacionales, donde he unido países con nuestro Oaxaca. He trabajado con empresarios nacionales y extranjeros, acompañándolos en sus procesos, observando, sintiendo lo que ellos no ven. Y sí, estudié dos carreras: en una pudiéndome especializar como terapeuta y Administración de Empresas. La vida fue sabia, porque terminé juntando lo que parecía imposible: mi lado terapeuta con mi lado empresarial. Hoy soy consejera de empresarios, terapeuta, medium, gestora cultural… y en todas esas facetas, mis dones siempre están presentes.
No lo digo para adornarme, pero sí con mucha certeza: soy buena en lo que hago. Porque lo que soy y lo que hago no se pueden separar. No es un uniforme que me quito al llegar a casa. Esto soy. Con orgullo, con cansancio, con gratitud. Siempre soy, esté donde esté.
Y quizás todo esto pueda contarlo con más calma en el libro que estoy escribiendo. No será un libro fácil, porque empieza con mi accidente y con esas fibras sensibles que aún duelen. Pero es el libro de mi vida. Ahí quedará todo este anecdotario: cómo fue que me volví medium, qué me ha pasado en este camino y cómo aprendí a abrazar lo que soy.
Anaí Orihuela