17/06/2025
La tristeza no viene a destruirte, viene a abrazarte.
Aunque nos enseñaron a huirle, la tristeza no es enemiga. Es una emoción sabia, que aparece cuando algo duele, cuando algo se rompe, cuando algo importa. Tiene una función empática: nos conecta con nuestra humanidad y con la de los otros. Nos vuelve sensibles, presentes, capaces de acompañar y ser acompañados.
También es protectora: nos frena cuando ya no podemos más, nos invita al silencio, al cuidado, a retirarnos del ruido para escuchar lo que pasa dentro.
Y es profundamente reparadora. Porque en ese repliegue, en ese llanto callado o ruidoso, el alma encuentra una forma de procesar lo que dolió, de reorganizar lo que se desarmó.
No reprimas tu tristeza. Escuchala. Permití que te habite. No estás roto: estás sintiendo.
Y eso, aunque duela, también es parte de sanar.