
28/05/2025
El psicoanálisis no es una teoría "completa" para hablar de "todos los fenómenos humanos": no es positivismo. Es una teoría que se basa en la incompletud para dar espacio a lo singular del síntoma marcado por la negatividad del deseo, que no es simplemente una conducta aprendida a través de la asociación de estímulos y respuestas, sino que es el representante de la falta: una negatividad incolmable que ha devenido un malestar subjetivo insoportable para quien llega a hacerse analizar.
Nuestra función es generar un cambio en la posición subjetiva del analizante con respecto a su síntoma a través del barramiento del Otro, por ello es que no se define como ciencia, sino como un sesgo práctico para sentirse mejor. La relación subjetiva con el Otro no cambia por una asosiación o desasosiación de elementos externos, ya que es un discurso interno que se desarrolla tanto a nivel consciente como inconsciente, por lo que una serie de condicionamientos (trucos extrapolables a perros como dar la patita), no modifican la relación del sujeto con los introyectos de ley.
Además como sólo existen inconscientes singulares, la muestra siempre sería n=1, lo que imposibilita el estatuto de ciencia Popperiana. Sin embargo no todo es tan subjetivo, existe un elemento muy concreto de quien se analiza que quizá le parecerá insuficiente a los empiristas, pero es un elemento nada despreciable para quien lo experimenta: la satisfacción. Muchas veces no es necesario hacer cambiar o desaparecer el síntoma sino modificar la forma subjetiva de abordarlo.
"El espejismo de la verdad, del que solo cabe esperar la mentira, no tiene otro término que la satisfacción que marca el fin del análisis". (Lacan, 1970). No hay manera más sobria y delicada de decirlo: hay fin del análisis cuando hay satisfacción. (Miller, 2014)
(Reyes, 2025)