20/09/2025
❤️❤️❤️
Los hombres, a diferencia de las mujeres, tienen un menú emocional de dos platos: “estoy bien” y “estoy enojado”. Nada más.
¿Quieres tristeza? No hay. ¿Melancolía? Se agotó. ¿Depresión? No está en la carta. Si sienten ganas de llorar, se enfurecen; si están vacíos por dentro, golpean la mesa. La ira es la única emoción con licencia de circulación. Un peaje barato, pero al menos pasa.
Y lo más pintoresco es que esos hombres que sólo manejan dos sentimientos tienen también dos personalidades: o son el rey en su palacio de infiernillo y HBO, o son el obrero de su señora, cargando bolsas, lavando platos, obedeciendo como becario en pasantía eterna.
La mujer, intuitiva y lista, debe aprender a hablar con el que tenga enfrente. Ella tiene el poder de transformación.
Si quiere un guerrero, que le hable como a gladiador. “Tú puedes, amor, mata al dragón, consigue el aumento.” Y el hombre sale, mata al dragón y vuelve con dos pizzas familiares. Pero si la mujer le habla al otro, al obrero callado, ése que se tragó las palabras porque la primera vez que intentó abrir el corazón lo mandaron a callar, entonces queda un silencio que ni Netflix puede llenar.
El drama es ese: hombres disfrazados de ogros porque nadie les permitió ser poetas. Y mujeres intentando descifrar si le están hablando al rey de la casa… o al velador de la suya.
Créditos a su autor.