10/09/2025
💛 "Cuando donar es amar con todo lo que uno es..."
Mi historia con la donación no empezó en un hospital, ni con una campaña… empezó en mi casa, siendo menor de edad... mi hermano fue diagnosticado con leucemia.
Durante cinco años viví con él la batalla más difícil: quimioterapias, recaídas, esperanzas, miedo… y algo que nunca se me va a olvidar: la urgencia, la impotencia de ver cómo muchas veces no había sangre suficiente para él.
Yo era un niño, y por mi edad no podía donar. Pero desde entonces supe que algún día, si podía hacer algo por cambiar eso, lo haría.
A los 18 años hice mi primera donación. Fue como cerrar un círculo y abrir otro. Como si le hablara al tiempo y le dijera: "Ahora sí, hermano, estoy listo para estar aquí por ti y por otros como tú."
Pasaron los años, y en abril de 2020, en plena pandemia, conocí a Donadores Compulsivos. Fue como si la vida me hubiera estado llevando hasta ese momento. Todo cobró sentido. Me uní con todo el corazón, y desde entonces no he parado.
Hoy, a mis 32 años, donar plaquetas una vez al mes es parte de quien soy. Es mi manera de honrar la vida de mi hermano, que sigue vivo en mí. Es mi forma de regresar al centro, de recordarme qué importa de verdad.
Porque donar no es solo un acto físico. Es un acto de amor, de empatía, de valentía. Es darte completo, sin esperar nada, y recibir algo mucho más grande: propósito, humanidad, paz.
Cada vez que dono, siento que puedo hacer algo por alguien que quizá ni conozco, pero que lo necesita con urgencia. Le doy tiempo. Vida. Una oportunidad de despedirse. Una oportunidad de vivir.
Y eso... eso lo cambia todo.
Mis convicciones no son ideas. Son hechos. Son decisiones. Son actos.
Y si puedo compartirte algo, es esto:
No tengas miedo de ser vulnerable. No tengas miedo de sentir. No tengas miedo de dar. Porque el que da, también se encuentra.
Donar me hizo crecer. Me hizo libre. Me hizo humano.
Hoy, no solo dono plaquetas. Dono mi historia, mi dolor, mi amor. Dono lo mejor de mí.
Y sí... mi hermano ya no está físicamente, pero vive en cada gota que regalo.
Y eso, para mí, es eternidad Rodrigo Israel GV