15/10/2025
Introducción del libro
NACER AL CORAZÓN,
DUELO GESTACIONAL:
Latidos que nunca se apagan
Disponible en Amazon
Nadie nos enseña cómo despedir a quien apenas llegó. Nadie nos dice que el amor también duele cuando no encuentra dónde quedarse. Este no es solo un libro, es un abrazo, un espacio donde el dolor se valida, la maternidad se honra y el amor se reconoce en su forma más pura.
A ti, mamá, que sentiste la vida crecer dentro de ti, aunque nunca pudiste sostenerla en tus brazos. A ti, que construiste sueños con cada latido, que hablaste a un pequeño ser que ya habitaba en tu alma, aunque el mundo no le dio tiempo de quedarse. Este duelo es real. Tu amor es real. Y tu maternidad también lo es.
Sé que duele respirar cuando el pecho está vacío de lo que más anhelabas. Sé que el tiempo se vuelve extraño, que el mundo sigue su curso como si nada hubiera pasado, mientras tú intentas descifrar cómo seguir con la ausencia latiendo en tu interior. Pero hay algo que quiero decirte, algo que quizá aún no has podido escuchar entre tanta tristeza: no estás sola.
Este libro es un refugio para tu alma. No está aquí para decirte cómo sanar ni para apresurar tu duelo. No existen fórmulas mágicas para curar lo que se ha roto desde el amor más profundo. Pero sí existe el consuelo, el reconocimiento y la certeza de que cada lágrima es una semilla de amor, de que cada recuerdo es una manera de sostener la presencia de quien, aunque invisible, nunca se irá del todo.
Porque un hijo no solo nace al mundo, también nace al corazón. Y mientras vivas, mientras sigas adelante, llevándolo en la memoria, en los gestos pequeños, en los suspiros que le dediques, lo estarás haciendo eterno.
No importa lo que el mundo diga, no importa si los demás no lo comprenden: eres madre. Madre de un amor que trasciende la vida, madre de un ser que existió y sigue existiendo en la única morada donde nunca desaparecerá: tu alma.
Así que aquí estamos, tú, yo y este libro que sostienes entre las manos. No hay prisa. No hay juicio. Solo espacio para sentir, recordar, honrar y, poco a poco, aprender a respirar con un amor que, aunque duele, jamás desaparecerá.
Porque hay latidos que nunca se apagan.
Fernando D'Sandi