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Los Devas, el Temazcal y la Evolución del Sacrificiopor Haridas BabajiVínculos Antiguos entre CivilizacionesAcadémicos c...
29/09/2025

Los Devas, el Temazcal y la Evolución del Sacrificio
por Haridas Babaji

Vínculos Antiguos entre Civilizaciones

Académicos como Alexander von Humboldt, Sylvanus Morley y Paul Kirchhoff¹ han reconocido desde hace tiempo los vínculos antiguos entre los pueblos indígenas de México y las civilizaciones de la India. Señalaron similitudes en las raíces lingüísticas, los relatos de la creación cósmica, el uso ritual del fuego y los estilos arquitectónicos: pruebas de una memoria cultural compartida que conecta a estos dos mundos antiguos.

Obstáculos desde la Academia Secular y el Exclusivismo Abrahámico

Sin embargo, los sectores seculares y ateos de la academia han intentado repetidamente descartar o refutar estas claras conexiones, no porque falte evidencia, sino porque reconocerlas desafiaría su visión materialista del mundo. Además, tales hallazgos también incomodan a ciertas interpretaciones erróneas dentro de las religiones abrahámicas —el cristianismo, el judaísmo y el islam— que afirman que la revelación pertenece exclusivamente a una sola tradición, rechazando la posibilidad de que la sabiduría divina pueda manifestarse en diferentes culturas y regiones².

Arquetipos Sagrados: Fuego y Sol

Tanto en las tradiciones védicas como en las mesoamericanas, el fuego trasciende su forma física para convertirse en un arquetipo divino: Agni en los Vedas y Xiuhtecuhtli entre los pueblos nahuas. Un arquetipo es un símbolo o patrón universal que expresa experiencias e ideas fundamentales de la humanidad. En ambas culturas, el fuego es venerado como la boca de los dioses, el canal sagrado por el cual las ofrendas son llevadas a planos superiores.

El sol, de igual manera, es mucho más que una esfera luminosa; como Sūrya o Tonatiuh, es el ojo radiante del universo, que sostiene la vida y recibe el sacrificio. Junto al fuego y el sol, los elementos agua, tierra, aire y cielo se entrelazan en una red sagrada, personificada en figuras divinas que reflejan los ritmos de la creación y el orden cósmico.

El Significado del Sacrificio

El sacrificio es fundamental para comprender estos arquetipos. En la India antigua y en Mesoamérica, el orden cósmico se sostenía mediante el yajña o sacrificio y las ofrendas de la fuerza vital, a menudo expresadas en sangre. Sin embargo, dentro de estas tradiciones surgieron reformadores: figuras que transformaron el sacrificio de lo literal a lo simbólico, de lo violento a lo sublime.

Así como la autoentrega de Prajāpati se convirtió en el modelo cósmico para el yajña védico, Quetzalcóatl fue recordado como un sacerdote-rey tolteca que se apartó del derramamiento de sangre humano y promovió ofrendas de flores, jade, canto y devoción. Destacó la austeridad y el rechazo de los sentidos y la carne como una forma más elevada de sacrificio, enseñando que el verdadero poder espiritual proviene no de la indulgencia sino del autocontrol.

De esta manera, su camino se alinea con el principio védico de tapasya —literalmente “calor”—, la aceptación voluntaria de la incomodidad y la disciplina para quemar las impurezas y despertar una visión superior. Como declaró Ṛṣabhadeva en el Śrīmad-Bhāgavatam (5.5.1):⁷

tapo divyaṁ putrakā yena sattvaṁ śuddhyed yasmād brahma-saukhyaṁ tv anantam

“Esta forma humana de vida no está destinada a la gratificación de los sentidos, sino a la austeridad mediante la cual el corazón se purifica, y con tal purificación uno alcanza la bienaventuranza trascendental ilimitada.”

La Esperanza del Retorno

La influencia de Quetzalcóatl fue tan profunda que, después de su partida, las historias sobre su esperado regreso se difundieron por toda la tierra⁸. Sus reformas lo convirtieron en un maestro y benefactor, y la gente no podía imaginar que su presencia desapareciera para siempre. Como resultado, la esperanza de su retorno se convirtió en una expectativa viva, similar a la fe de los cristianos que esperan la segunda venida de Jesucristo, el gran reformador de Occidente⁹. Ambas tradiciones reflejan el anhelo de la humanidad por un guía que alguna vez los elevó de la oscuridad a la luz.

Pero en ambas tradiciones, ¿debemos ver estos eventos como literales o simbólicos? Así como los cristianos esperan el regreso de Jesucristo—tanto como un acontecimiento literal al final de los tiempos como la renovación de Su espíritu en los creyentes—del mismo modo, el “retorno” de Quetzalcóatl no es solo la reaparición de un personaje del pasado, sino el renacimiento de su espíritu y enseñanzas en tiempos de necesidad.

Desde esta perspectiva, el renacer del temazcal—con su fuego, v***r, oración y canto—significa su retorno en nuestra propia época¹⁰. El temazcal encarna los principios esenciales que se dice que Quetzalcóatl defendió: la purificación, las ofrendas no violentas, la austeridad y la comunión con lo divino a través de la respiración y el canto¹¹. Cada vez que hombres y mujeres entran en su cámara semejante a un útero, ofreciendo no sangre sino devoción, renuevan la profecía.

Así, la promesa de Quetzalcóatl se cumple, no mediante la conquista, sino a través del resurgir de las llamas sagradas en humildes casas de sudor, donde la memoria ancestral renace. Su retorno está presente—no solo en el ritual, sino en las voces que cantan con el corazón abierto, cuyas súplicas son llevadas por los devas y en la recuperación de tradiciones antes suprimidas pero ahora revividas.

A la misma luz, el regreso de Jesús también puede verse, no meramente como un acontecimiento distante que hay que esperar, sino como la renovación viva de Su presencia allí donde se reavivan la fe, el sacrificio y el amor. Dondequiera que los corazones encarnen Su primer mandamiento—amar a Dios, el Supremo, con todo el corazón—ahí Él regresa, radiante y vivo¹².

El Sacrificio Supremo en la Era de Kali

Desde esta perspectiva, el sacrificio evoluciona. En la actual era de Kali, el śāstra, la Escritura védica, afirma que la forma más elevada de sacrificio es el saṅkīrtana-yajña—el canto congregacional de los santos nombres de Dios, el sacrificio supremo para esta era¹³.

Donde antes la sangre se derramaba sobre los altares en Oriente y Occidente, la nueva dispensación de esta era exige sacrificar el ego, el orgullo y el egoísmo, ofreciéndolos al fuego del sonido divino. El saṅkīrtana no consiste en convertir, unirse o abandonar una tradición, sino en despertar a nuestra posición natural en el sanātana-dharma.

El mismo Kṛṣṇa declara: “Abandonen todas las variedades de religión y ríndanse únicamente a Mí”—una verdad sostenida y reiterada por sādhus, sabios, santos y ṛṣis, todos siervos de Dios, que la afirman como la culminación de todos los caminos dhármicos.

De este modo, los símbolos cósmicos del fuego y el sol no se abolieron, sino que se cumplieron, transformándose en instrumentos de devoción. Así como las reformas de Quetzalcóatl en el México antiguo anticiparon una comprensión más elevada, Śrī Kṛṣṇa Caitanya Mahāprabhu, el Avatāra Dorado y el mayor reformador de todos los tiempos, reveló el sacrificio supremo: el canto de los santos nombres de Dios como el yajña, el sacrificio universal para todos los pueblos y todas las tierras¹⁴.

Incluso dentro de la historia de Israel, vemos este mismo patrón de ascenso. Cuando los judíos languidecían en Babilonia, atados por el exilio y perseguidos por el recuerdo de los crueles altares de Moloc, donde se ofrecían niños en el fuego, una nueva luz amaneció desde Persia. Las reformas de Zoroastro desviaron los ojos de los hombres de las llamas de la destrucción hacia la llama de la verdad, y bajo Ciro—el instrumento elegido por el Señor—los exiliados fueron liberados.

Como ha escrito Jagad Guru Swami B. G. Narasiṅgha:

“Varios miles de años después de Zoroastro, aproximadamente en el 500 a.C., el Imperio Persa llevó las ideas zoroastrianas del monoteísmo a Judea. En Judea, los judíos abandonaron sus muchos dioses paganos y adoptaron la idea de un solo Dios, a quien llamaron Yahvé, el dios tribal de las montañas o el dios de Abraham. La idea de que existe un solo Dios Supremo echó raíces en Judea…”

Estas corrientes persas no borraron el pacto de Israel, sino que lo enriquecieron, llevándolos un paso más arriba en su peregrinaje hacia el único Dios. Donde Moloc exigía muerte, Zoroastro señaló la vida. Más tarde, Cristo se alzaría en Jerusalén para llamar a los hombres a abandonar los rituales vacíos por el sacrificio del amor, y, en la plenitud de los tiempos, Śrī Caitanya Mahāprabhu revelaría el sacrificio universal del canto de los santos nombres de Kṛṣṇa: la culminación de todos los caminos dhármicos y el armonizador de todas las tradiciones.

Los Testigos Elementales

En esta visión, los antiguos elementos —tierra, agua, fuego, aire y éter— se convierten en los testigos eternos del sacrificio, enlazando los mundos védico y nahua mediante un lenguaje compartido de devoción.

Así como el sacrificio evoluciona, los elementos antiguos se elevan más allá de la materia y permanecen como testigos eternos de la devoción, uniendo los mundos védico y nahua en un solo aliento sagrado.

Pṛthivī (Bhū-devī) Coatlicue/Tonantzin — La tierra, madre nutricia, dadora de vida y receptora de la muerte.

Varuṇa Tlaloc — Las aguas, la lluvia, la fertilidad, el clima, el tiempo y las mareas.

Agni Xiuhtecuhtli — El fuego, la boca de los dioses, la boca de Viṣṇu, el corazón del hogar y del sacrificio.

Vāyu Ehecatl — El aire y el viento, aliento de vida, impulsor de las nubes y la lluvia.

Ākāśa Tezcatlipoca (como Señor del Cielo/Espacio) — El éter, el vasto elemento que llena y rodea todas las cosas. Como ha señalado Jagad Guru Swami B. G. Narasiṅgha, este principio sutil puede incluso verse reflejado en lo que la ciencia moderna llama “materia oscura”, la sustancia invisible que constituye la mayor parte del universo material y que, sin embargo, sigue siendo un misterio¹⁵.

Los Testigos Celestiales

Sūrya Tonatiuh — El Sol, fuente de energía, visión y tiempo. En ambas tradiciones, el sol es el gran testigo del sacrificio, el ojo radiante que ilumina y sostiene al mundo¹⁶.

Candra (Soma) Metztli — La Luna, néctar de soma, ritmos de fertilidad, mareas y ciclos. En el pensamiento védico, la luna gobierna el soma, el alimento y el flujo y reflujo del tiempo¹⁷. En la tradición nahua, Metztli fue visto a veces como masculino y a veces como femenino.

Cuando se le asociaba con el cazador solitario en el cielo nocturno, la luna se veía como masculina: un vagabundo solitario que avanza silencioso por la oscuridad, vigilante y salvaje. En otros momentos, cuando se le relacionaba con la fertilidad, el tejido y el ciclo menstrual, la luna se consideraba femenina: la madre nutricia cuyos ritmos guían el cuerpo de las mujeres y el calendario de siembra, entrelazando los ciclos de la vida.

Esta visión dual muestra que los nahuas reconocían la naturaleza fluida de la luna, que encarna tanto la fuerza protectora de un guardián como el poder nutricia de una madre¹⁸.

En conjunto, estas similitudes revelan no solo una cosmología compartida, sino una visión sagrada común de la realidad, en la que ambas civilizaciones veían el mundo vivo con presencia divina y se relacionaban con él mediante rituales vivos.

A diferencia de la perspectiva judeocristiana posterior, donde lo divino fue retirado gradualmente de la naturaleza, los pueblos védicos e indígenas de las Américas nunca perdieron de vista la divinidad presente en la naturaleza misma¹⁹. Los cinco elementos formaron el fundamento sagrado de la vida, mientras que el sol y la luna sirvieron como testigos celestiales, regulando el tiempo, el sacrificio y los ciclos de renovación.

El Temazcal y los Sacrificios de Fuego Védicos

El ritual del temazcal nahua y los sacrificios de fuego védicos se asemejan entre sí, lo cual respalda la idea de que estas dos culturas comparten raíces comunes.

El temazcal, la sagrada casa de v***r de la tradición nahua, es más que un espacio para la limpieza física. Actúa como un vientre de renacimiento, una cámara de fuego donde uno experimenta una muerte simbólica y emerge renovado.

El Fuego como Purificador y Mediador

El fuego es purificador, testigo, mensajero y boca divina a través de la cual las ofrendas ascienden a lo Divino. Ambas tradiciones entendían que el fuego no es simplemente combustión química, sino un puente entre los seres humanos y lo divino.

De hecho, el baño sagrado del temazcal es un sacrificio de fuego. Para los nahuas, las piedras incandescentes encarnan a Xiuhtecuhtli, el Señor del Fuego, también venerado como Huehuetéotl, el Dios Antiguo²¹.

Él es la llama viva del hogar y del cosmos, el mediador de las ofrendas y el poder de la transformación. Así como el sacrificador védico invoca a Agni, el dios del fuego, de la misma manera el sacerdote nahua honra a Xiuhtecuhtli en el ardiente corazón del temazcal.

Sacrificio: Perspectivas Nahuátl y Védica

Los pueblos nahuas comprendían claramente que el sacrificio era necesario para mantener el equilibrio cósmico. Sus rituales a Tonatiuh, el dios del Sol, y a Xiuhtecuhtli, el dios del Fuego, estaban enraizados en la convicción de que sin la ofrenda de la vida misma, el universo colapsaría²².

El ejemplo más vívido fue la Ceremonia del Fuego Nuevo: cada cincuenta y dos años el ciclo cósmico se renovaba al extinguir todos los fuegos, para luego reavivarse desde la cavidad torácica de una víctima sacrificial²³.

La sangre y el corazón humano se consideraban el combustible supremo para el sol y el fuego, sustentando el orden del cosmos.

El Camino de la Ofrenda No Violenta

Sin embargo, junto a estas tradiciones, la figura de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, ganó un honor perdurable por su visión no violenta del sacrificio.

En la memoria nahua, él ofreció flores, cantos e incluso su propia sangre en lugar de ofrendas humanas generalizadas, anticipando una comprensión más elevada de lo que el sacrificio podía significar²⁴.

Así como Quetzalcóatl señaló este camino más suave, Śrī Caitanya Mahāprabhu reveló su cumplimiento supremo en el saṅkīrtana-yajña—el canto congregacional de los santos nombres de Dios, el sacrificio supremo para esta era y la ofrenda universal para todos los pueblos y tierras²⁵.

Por esta razón, Quetzalcóatl es recordado no solo como un dios del viento y de la sabiduría, sino también como un reformador que buscó elevar el sacrificio de la crueldad al nivel de la ofrenda simbólica y devocional.

Y aunque la historia a menudo destaca a los aztecas y el reinado de Moctezuma, es Quetzalcóatl quien permanece mucho más venerado en el corazón del pueblo de México²⁶.

Su ejemplo demuestra que incluso dentro del mundo nahua fluía una corriente que se apartaba del derramamiento de sangre y se dirigía hacia la luz superior de la devoción.

Este mismo principio de autoentrega se refleja en la vida de Cristo, quien no exigió la sangre de otros sino que entregó Su propia sangre²⁷.

Tanto Quetzalcóatl como Cristo representan movimientos divinos hacia la no violencia y el autosacrificio, señalando la verdad de que la ofrenda más elevada no se toma de otro, sino que se entrega libremente de uno mismo.

Los Ācāryas sobre la Auto-Negación

Nuestros ācāryas, como Śrīla B. R. Śrīdhara Deva Goswāmī Mahārāja, han honrado este ideal de auto-negación mostrado por Jesucristo, reconociendo en ello un reflejo del espíritu vaiṣṇava de entrega²⁸. De esta manera, vemos una continuidad en la revelación divina—donde el sacrificio se interioriza progresivamente, pasando de ofrendas externas a la entrega del propio ser.

La Evolución del Sacrificio Védico

En la tradición védica, el principio del sacrificio (yajña) constituye el fundamento del orden cósmico²⁹.

El Bhagavad-gītā (3.9) declara:
yajñārthāt karmaṇo ’nyatra loko ’yaṁ karma-bandhanaḥ

“El trabajo debe realizarse como sacrificio para Viṣṇu; de lo contrario, el trabajo ata a este mundo material.”³⁰

El fuego (Agni) es la boca del Señor Viṣṇu/Kṛṣṇa que lleva las ofrendas a lo divino³¹. En épocas pasadas, los sacrificios de sangre —incluyendo las ofrendas de animales— también se practicaron en ciertos rituales védicos, reflejando el espíritu de ofrenda total y de transformación a través del fuego³².

Sin embargo, estos sacrificios estaban estrictamente regulados, a menudo eran simbólicos y, en épocas posteriores, fueron reemplazados por ofrendas de granos, ghee y hierbas sagradas, destacando el principio de la no-violencia (ahiṁsā)³³.

La verdad esencial siempre fue la āhuti—el acto voluntario de ofrenda—más que la crueldad, y a medida que las edades avanzaron, el modo de sacrificio evolucionó para alinearse con mayor claridad con la compasión y la devoción.

Revelación Divina y la Evolución del Sacrificio

La revelación nunca permanece estática—se adapta según el tiempo, el lugar y las circunstancias. Lo que antes se expresaba mediante sacrificios de sangre externos, se refina en ofrendas de granos, flores y cantos.

La preferencia de Quetzalcóatl por ofrendas simbólicas y el don de la propia sangre de Cristo revelan que el sacrificio evoluciona hacia la no-violencia y la auto-entrega³⁴.

Finalmente, en la era presente, el sacrificio alcanza su máxima plenitud.

El Bṛhan-nāradīya Purāṇa (38.126) declara enfáticamente:

harer nāma harer nāma harer nāmaiva kevalam
kalau nāsty eva nāsty eva nāsty eva gatir anyathā

“En esta era de Kali no hay otro camino, no hay otro camino, no hay otro camino para la liberación más que cantar el santo nombre, cantar el santo nombre, cantar el santo nombre de Hari.”³⁵

El canto de los Santos Nombres de Dios es un proceso completamente más allá de los límites sectarios. No requiere ningún cambio de identidad externa, solo el llamado sincero del corazón, emprendido bajo la guía de un vidente realizado dentro del guru-paramparā, la corriente viva de instrucción divina³⁵ᵃ.

Por medio de esta única práctica, uno obtiene los frutos del sacrificio y del yoga sin la carga de esfuerzos externos. Tan sublime es este proceso que incluso los niños pueden comenzar desde sus primeros años en el sendero del bhakti-yoga, aprendiendo a servir al Señor Supremo con amor y devoción³⁵ᵇ.

El Caitanya-caritāmṛta (Antya 7.11) confirma:

kali-kālera dharma—kṛṣṇa-nāma-saṅkīrtana
kṛṣṇa-śakti vinā nahe tāra pravartana

“El principio religioso fundamental en la Era de Kali es el canto del santo nombre de Kṛṣṇa. A menos que uno sea empoderado por Kṛṣṇa, no puede propagar el movimiento de saṅkīrtana.”³⁶

Y el siguiente verso, Cc. Ādi 17.22, proclama:

kali-kāle nāma-rūpe kṛṣṇa-avatāra
nāma haite haya sarva-jagat-nistāra

“En esta Era de Kali, el santo nombre del Señor, el mahā-mantra (hare kṛṣṇa hare kṛṣṇa kṛṣṇa kṛṣṇa hare hare / hare rāma hare rāma rāma rāma hare hare) es la encarnación misma del Señor Kṛṣṇa. Simplemente al cantar el santo nombre, uno se asocia directamente con el Señor. Cualquiera que lo haga ciertamente será liberado.”³⁷

Ahora el sacrificio primordial es el nāma-saṅkīrtana, el canto del Santo Nombre.

Aquello que los nahuas buscaban mediante la sangre, lo que Quetzalcóatl y Cristo encarnaron a través de la auto-entrega, los devotos gauḍīyas de Kṛṣṇa lo alcanzan mediante el bhakti, donde el Señor acepta la entrega del corazón, no su remoción.

Sonido Sagrado: Omateol y Om

También hemos observado la sorprendente resonancia entre el canto nahua Omateol (también escrito Ometeotl), entonado dentro del temazcal, y el Omkāra védico, cantado por los brāhmaṇas en la India desde tiempos inmemoriales—al inicio de las recitaciones védicas, en los ritos de sacrificio, en la meditación y en las oraciones diarias ofrecidas al amanecer y al atardecer³⁸.

Aunque separados por océanos y culturas, ambos sonidos expresan la vibración primordial de la creación: Omateol, que en el pensamiento náhuatl significa la unión de las energías duales³⁹, y Om, que en la filosofía védica representa el equilibrio de la conciencia (puruṣa) y la naturaleza (prakṛti)⁴⁰.

Que sonidos tan similares, con significados paralelos, hayan surgido de manera independiente es altamente improbable, lo que señala, más bien, a una fuente divina común de revelación.

Agni en los Vedas

En los himnos védicos, Agni, el dios del fuego, es llamado havyavāhana, el portador de las oblaciones, y dūta-sākṣī-pāvaka, el mensajero y testigo del sacrificio⁴¹.

Él es el sacerdote sacrificial, la boca del Señor Viṣṇu—Śrī Kṛṣṇa—y el purificador de todo lo que se presenta ante él.

El Chāndogya Upaniṣad habla de la pañcāgni-vidyā, la doctrina de los cinco fuegos, en la cual el orden cósmico se sostiene a través de capas sucesivas de sacrificio: los cielos, las lluvias, la tierra, el hombre y la mujer—todos conectados mediante el fuego⁴².

Agni también aparece en su forma universal como Vaiśvānara, el fuego presente dentro de todos los seres, que digiere los alimentos y sostiene la vida, tal como lo declara Kṛṣṇa en el Bhagavad-gītā (15.14):

“Yo soy el fuego de la digestión en los cuerpos de todos los seres vivientes, y me uno con el aire vital para digerir los cuatro tipos de alimentos.”⁴³

Este fuego interior refleja las llamas rituales exteriores, uniendo el microcosmos y el macrocosmos.

El Śrīmad-Bhāgavatam (4.7.3–4) describe además cómo el poder de Agni se manifiesta en cuarenta y nueve formas—Agni mismo, sus tres hijos Pāvaka, Pavamāna y Śuci, y sus cuarenta y cinco descendientes—lo que significa que el fuego impregna cada nivel de existencia y de ritual⁴⁴.

Entrar en la Cámara de Agni

Cuando entramos en el temazcal, también entramos en la cámara de Agni. Las piedras al rojo vivo son su cuerpo, el v***r es su aliento, las llamas son su presencia.

Las oraciones y cantos ofrecidos allí son oblaciones llevadas por el fuego a los reinos divinos.

Así como el sacrificador védico se acerca a Agni con reverencia, sabiendo que él lleva las ofrendas a lo Divino, así también el practicante nahua entra al temazcal como un humilde suplicante, buscando renacer y entrar en comunión con la llama sagrada.

Para los nahuas, esa llama divina se llama Xiuhtecuhtli⁴⁵.

Así como los sabios védicos personificaron los poderes de la naturaleza bajo dirección divina, también los sabios nahuas y guardianes del fuego sagrado reconocieron rostro y forma en los misterios del fuego, el viento, el agua, el aire y el éter.

Supresión y Supervivencia

Sin embargo, esta cámara de calor y canto no pasó intacta a lo largo de la historia.

Para los conquistadores y el clero católico, el temazcal parecía una casa de superstición; sus oraciones fueron denunciadas como idolatría y sus reuniones tratadas con sospecha.

En lugares como San Juan Teotihuacán, los edictos declararon sus puertas cerradas, y en todo México su vida ritual fue suprimida de manera sistemática bajo campañas que buscaban arrancar la memoria sagrada de la tierra⁴⁶.

Pero el temazcal se negó a desaparecer.
Oculto en rincones silenciosos, sobrevivió como un acto de resistencia—sus piedras aún calentadas, su v***r aún elevándose, su aliento aún llevando las voces de quienes no querían olvidar.

Hoy, tras siglos de estigma y secreto, el temazcal ha resurgido, abrazado no solo por los guardianes indígenas de la tradición, sino también por un mundo más amplio que busca sanación, renovación y un retorno a una vida más natural, en armonía con la naturaleza⁴⁷.

Su historia refleja la de su propio pueblo—reprimido, proscrito, pero nunca extinguido, solo aguardando ser reavivado.
Así como la más pequeña brasa puede encender un gran fuego, también un nuevo renacimiento surge ahora, consumiendo siglos de opresión y abuso.

La gratitud pertenece a todos los que guardaron la llama a través de las eras, manteniendo vivo su calor hasta el día en que pudiera brillar abiertamente una vez más.

Continuidad de la Visión

Y así, en el resurgir del temazcal, vemos una continuidad de visión que une pasado y presente, Mesoamérica y la India védica, los sabios nahuas y los ṛṣis védicos.
El fuego, en todas las tierras, es el mensajero de la verdad.

A través de él, el corazón humano aprende a rendirse, a purificarse y a levantarse renovado.

El Fuego y el Principio Femenino

En el pensamiento nahua, el temazcal representa el vientre de Tonantzin, la madre primordial, y al pasar por la prueba del fuego y el v***r uno muere al viejo yo y renace como un recién nacido⁴⁸.

Esto se alinea con la imaginería védica de Agni como tanto vientre como pira funeraria—el que consume el cuerpo mu**to y el que purifica, dando nacimiento a la realización espiritual.

En ambas tradiciones, el fuego está íntimamente conectado con el principio femenino.

En la enseñanza védica, la pañcāgni-vidyā describe a la mujer como el altar final del fuego, donde la vida es concebida y el ciclo cósmico se completa⁴⁹.

El vientre es así honrado como el hogar sagrado del fuego en el que la semilla del hombre y la gracia de Dios se unen para dar vida.

El Devī Māhātmya proclama además que todas las energías, incluido el fuego, emanan de la Suprema Diosa:

yā devī sarva-bhūteṣu śakti-rūpeṇa saṁsthitā, namas tasyai namas tasyai namas tasyai namo namaḥ

“A esa Diosa que mora en todos los seres como energía, le ofrezco reverencias una y otra vez.”⁵⁰

De manera similar, el Śrīmad-Bhāgavatam (10.2.11–13; véase también 10.2.29) describe a Yogamāyā siendo adorada en toda la tierra bajo muchos nombres y muestra cómo ella desconcertó a Kaṁsa⁵¹.

Asimismo, en el pensamiento nahua, el temazcal es el vientre de Tonantzin, la madre primordial, cuya cámara de fuego purifica y regenera⁵².

Dentro de ella, las piedras incandescentes son tanto brasas de la creación como semillas de renacimiento, afirmando que el misterio del fuego reside dentro de lo femenino como el poder de transformar, nutrir y dar vida.

Austeridad y Tapasya

El temazcal es también un acto de austeridad.

Sentarse en el calor sofocante, envuelto en v***r y oscuridad, es someterse voluntariamente al desagrado en busca de purificación y renovación.

Esto se asemeja al principio védico de tapasya, la austeridad emprendida para una realización superior.

En los Vedas, el fuego mismo es el emblema de la austeridad—tapas significa literalmente “calor”.

Así como los sabios realizaban penitencias exponiéndose al fuego, al sol o al ayuno, el practicante nahua entra en el ardiente vientre del temazcal para quemar las impurezas del cuerpo y la mente.

El calor se convierte tanto en prueba como en maestro, recordándonos que el progreso espiritual no se logra mediante la indulgencia sino mediante el sacrificio disciplinado, donde el alma se vuelve del confort hacia la verdad⁵³.

Las Dos Manos de Agni: Fuego y Conocimiento

Incluso la iconografía coincide.

Agni suele representarse con dos manos, una sosteniendo el fuego y la otra el Veda.

Estas simbolizan la transformación mediante la purificación y la preservación del conocimiento divino⁵⁴.

En el ritual del temazcal, el fuego va acompañado igualmente de cantos y oraciones sagradas, encarnando la sabiduría transmitida por tradición oral.

Entre las muchas representaciones de Agni, la forma de dos manos es la más apropiada para compararse con el temazcal.

Una mano sostiene el fuego, que simboliza la transformación a través del calor y la purificación; la otra sostiene el Veda, que significa la transmisión del conocimiento divino.

En el temazcal, las piedras ardientes encarnan el poder purificador del fuego, mientras que los cantos, oraciones y cantos sagrados encarnan la sabiduría oral transmitida a lo largo de generaciones.

Así, el Agni de dos manos se convierte en el arquetipo perfecto para el temazcal nahua: fuego unido al sonido sagrado.

Agni, Sūrya y Tonatiuh

Agni es también el purificador de las ofrendas (bhoga).

Cuando se colocan ante él ofrendas como resina de copal o agua perfumada, él las santifica y las eleva a los pies de loto de Viṣṇu⁵⁵.

En este papel, no es solo la llama que consume, sino el mediador divino—el que está entre el sacerdote y el Señor Supremo.

Así como el sacrificador védico sabe que Agni lleva cada ofrenda a la boca divina de Viṣṇu, del mismo modo el fuego sagrado del temazcal es honrado como el canal vivo a través del cual las oraciones, los cantos y las ofrendas ascienden por medio de Xiuhtecuhtli, el Señor del Fuego de los nahuas⁵⁶.

Tanto Agni como Xiuhtecuhtli, aunque enraizados en culturas distintas, nunca son fuerzas aisladas; extraen su poder del fuego cósmico mayor.

Esta conexión conduce naturalmente al Sol, la fuente suprema de la llama y la luz en ambas tradiciones, de la cual descienden en última instancia todos los fuegos sacrificiales.

Agni y Sūrya, el dios Sol, están inseparablemente unidos.

El fuego sobre el altar es una chispa del fuego solar mayor que sostiene el universo.

Sūrya es alabado en los Vedas como el ojo de los dioses (cakṣur devaḥ), el vidente que ilumina tanto el mundo externo como el corazón interior⁵⁷.

Él es el gran testigo de todas las acciones, ante quien nada permanece oculto.

Sin sus rayos, ninguna llama puede encenderse, y sin su visión, ningún sacrificio puede alcanzar su meta.

El Bhagavad-gītā (15.12) declara:
yad āditya-gataṁ tejo jagad bhāsayate ’khilam

“El esplendor del sol, que disipa la oscuridad de todo el mundo, proviene de Mí.”⁵⁸

Así, Sūrya es honrado como el ojo divino del Señor, y Agni como Su boca.

Uno ve, el otro consume; juntos conectan al hombre con el Supremo.

Los nahuas también honraron al sol como Tonatiuh, el dador radiante de vida y testigo supremo del sacrificio, a quien ofrecían flores, incienso de copal y cantos⁵⁹.

Así como el sacrificador védico vertía ghee en el fuego para Sūrya y Viṣṇu, el sacerdote nahua rendía homenaje al sol a través del ritual ardiente del temazcal.

Ambas tradiciones comprendieron que el fuego del sol no solo quema—purifica, revela, renueva y sostiene toda vida.

Así, ya sea a través de las piedras incandescentes del temazcal o de las llamas ardientes del sacrificio de fuego yajña védico, el mismo principio eterno resplandece: Agni o Xiuhtecuhtli como mediador, Sūrya como testigo, Tonatiuh como el dador radiante de vida, y Viṣṇu como el disfrutador supremo de todo sacrificio

(bhoktāraṁ yajña-tapasāṁ sarva-loka-maheśvaram)⁶⁰

“Aquel que está plenamente consciente de Mí, sabiendo que Yo soy el beneficiario supremo de todos los sacrificios y austeridades, el Señor supremo de todos los planetas y semidioses, y el benefactor y bienqueriente de todos los seres vivientes, alcanza la paz, liberándose de las miserias materiales.”—Śrī Kṛṣṇa, Bhagavad-gītā

Conclusión: El Sacrificio Eterno del Santo Nombre

Los paralelos entre el yajña védico y el temazcal nahua no son accidentales, sino expresiones del mismo principio eterno: el fuego divino como purificador, mediador, renovador y dador de vida.

Ambas culturas reconocieron que el fuego y el sol no son meros fenómenos materiales, sino canales sagrados a través de los cuales el ser humano se comunica con el Supremo.

Ya sea llamado Agni, el fuego que lleva las ofrendas a los dioses y, en última instancia, al Señor Supremo Kṛṣṇa; o Xiuhtecuhtli, el señor nahua de la llama y del hogar; ya sea Sūrya, el sol radiante que sostiene toda vida; o Tonatiuh, el dios solar que recibe la devoción de los hombres; ya sea Varuṇa, guardián de las aguas y del orden cósmico; o Tlaloc, cuyas lluvias nutren la tierra—la esencia es la misma.

Son los mismos devas que aparecen con diferentes nombres y formas.

Rendimos respeto y recordamos a los grandes sabios; evocamos las reformas de Quetzalcóatl y el sacrificio de Cristo—todas estas llamas de revelación señalan el supremo sacrificio de esta era: el saṅkīrtana-yajña, el canto congregacional del Santo Nombre del Señor.

Por encima de todos ellos brilla el mayor reformador de todos los tiempos, Śrī Kṛṣṇa Caitanya Mahāprabhu, quien ha venido a armonizar todas las tradiciones en el sacrificio universal del Santo Nombre.

En las edades pasadas, el altar de fuego ardía con oblaciones, la campana del templo resonaba con ofrendas y la cruz soportaba el peso de la entrega divina.

Pero ahora, en esta era de Kali, bajo la misericordiosa dispensación de Śrī Caitanya Mahāprabhu—el Volcán Dorado del Amor Divino—el verdadero templo es el corazón, y la ofrenda se eleva a través del sonido trascendental: el supremo sacrificio del Santo Nombre del Señor.

En el nāma-saṅkīrtana, el canto congregacional del Santo Nombre de Kṛṣṇa, cada exhalación se convierte en una ofrenda, cada sílaba del Nombre en una chispa de fuego que purifica la conciencia.

Aquí, el sacrificio no se mide en animales sacrificados ni en sangre derramada, sino en la entrega del falso ego, en la quema del orgullo, la codicia, la envidia, la lujuria, la ira y todos los demás vicios.

El Santo Nombre del Señor es la llama que purifica y armoniza todo sacrificio, donde la crucifixión del ego reemplaza la mutilación del cuerpo, y el verdadero altar se revela en el interior: el corazón, donde Kṛṣṇa espera pacientemente a todas las almas.

¡OMateol Omkāra Haribol!

Hare Kṛṣṇa, Hare Kṛṣṇa, Kṛṣṇa Kṛṣṇa, Hare Hare / Hare Rāma, Hare Rāma, Rāma Rāma, Hare Hare.

¹ Alexander von Humboldt, Views of the Cordilleras and Monuments of the Indigenous Peoples of the Americas.
² Sylvanus G. Morley, The Ancient Maya.
³ Paul Kirchhoff, “Mesoamerica: Its Geographic Limits, Ethnic Composition and Cultural Characteristics.”
⁴ Véanse los paralelos en los himnos cosmogónicos del Ṛg Veda y los mitos de creación nahuas.
⁵ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro XI (sobre el temazcal como símbolo de renacimiento).
⁶ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro VI (sobre Xiuhtecuhtli/Huehuetéotl).
⁷ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro VII (sobre la Ceremonia del Fuego Nuevo).
⁸ Enrique Florescano, The Myth of Quetzalcoatl.
⁹ Relatos evangélicos; cf. Juan 19:34.
¹⁰ Bhagavad-gītā 3.9 — “Las acciones deben realizarse como sacrificio para Viṣṇu; de lo contrario, el trabajo ata a este mundo material.”
¹¹ Bṛhan-nāradīya Purāṇa 38.126.
¹² Caitanya-caritāmṛta, Antya 7.11.
¹³ Caitanya-caritāmṛta, Ādi 17.22.
¹⁴ Véase Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture; también los paralelos con los cantos védicos en el Ṛg Veda.
¹⁵ Swami B. G. Narasiṅgha, “The Scientific Puzzle of Dark Matter and the Vedic Perspective on Nabhas” (Ensayo, Science & Religion Series, 2005).
¹⁶ Sāṅkhya Kārikā 3–5, sobre el equilibrio entre puruṣa y prakṛti.
¹⁷ Ṛg Veda 1.1.1.
¹⁸ Chāndogya Upaniṣad 5.4–10 (enseñanza de la pañcāgni-vidyā o doctrina de los cinco fuegos).
¹⁹ Bhagavad-gītā 15.14 — “Yo soy el fuego de la digestión en los cuerpos de todos los seres vivientes…”
²⁰ Śrīmad-Bhāgavatam 4.7.3–4.
²¹ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro XI (sobre Tonantzin y el temazcal).
²² Chāndogya Upaniṣad 5.4–10.
²³ Devī Māhātmya 5.16 — “A esa Diosa que mora en todos los seres como energía, le ofrezco reverencias una y otra vez.”
²⁴ Śrīmad-Bhāgavatam 10.2.11–13; véase también 10.2.29.
²⁵ Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture; también Alfredo López Austin, The Human Body and Ideology.
²⁶ Śrīmad-Bhāgavatam 5.5.1 — Enseñanzas de Ṛṣabhadeva sobre tapasya (austeridad).
²⁷ Descripciones iconográficas de Agni en los himnos del Ṛg Veda y representaciones tradicionales.
²⁸ Ṛg Veda 1.1.1 — Agni como havyavāhana (portador de oblaciones).
²⁹ Ṛg Veda 1.50 — Sūrya como cakṣur devaḥ (el ojo de los dioses).
³⁰ Bhagavad-gītā 15.12 — “El esplendor del sol, que disipa la oscuridad del mundo entero, proviene de Mí.”
³¹ Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture (sobre Tonatiuh).
³² Bhagavad-gītā 5.29 — “Aquel que Me conoce como beneficiario supremo de todos los sacrificios y austeridades… alcanza la paz.”
³³ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro VI (sobre Xiuhtecuhtli).
³⁴ Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule.
³⁵ Alfredo López Austin, The Human Body and Ideology, vol. 2 (sobre el resurgimiento del temazcal).
³⁵a Bhagavad-gītā 4.2 — “Esta ciencia suprema fue recibida así a través de la cadena de sucesión discipular (paramparā), y los reyes santos la comprendieron de esa manera.”�Este verso afirma el principio del guru-paramparā, la transmisión del conocimiento divino a través de maestros realizados en una línea ininterrumpida.
³⁵b Śrīmad-Bhāgavatam 1.2.7 — “Al prestar servicio devocional (bhakti-yoga) a la Personalidad de Dios, Śrī Kṛṣṇa, uno adquiere de inmediato conocimiento sin causa y desapego del mundo.”�Este es uno de los versos más citados que definen el bhakti-yoga como el yoga supremo.
³⁶ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro XI.
³⁷ Chāndogya Upaniṣad 5.4–10 (sobre la pañcāgni-vidyā).
³⁸ Devī Māhātmya 5.16.
³⁹ Śrīmad-Bhāgavatam 10.2.11–13, 10.2.29.
⁴⁰ Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture.
⁴¹ Śrīmad-Bhāgavatam 5.5.1.
⁴² Ṛg Veda 1.1.1.
⁴³ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro VI.
⁴⁴ Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule.
⁴⁵ Alfredo López Austin, The Human Body and Ideology, vol. 2.
⁴⁶ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro XI.
⁴⁷ Chāndogya Upaniṣad 5.4–10.
⁴⁸ Devī Māhātmya 5.16.
⁴⁹ Śrīmad-Bhāgavatam 10.2.11–13; véase también 10.2.29.
⁵⁰ Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture.
⁵¹ Śrīmad-Bhāgavatam 5.5.1.
⁵² Ṛg Veda 1.1.1.
⁵³ Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, Libro VI.
⁵⁴ Ṛg Veda 1.50.
⁵⁵ Bhagavad-gītā 15.12.
⁵⁶ Miguel León-Portilla, Aztec Thought and Culture.
⁵⁷ Bhagavad-gītā 5.29.

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