
02/05/2025
El lado que nadie te muestra del alcoholismo: cuando el cuerpo grita lo que el hígado ya no puede sostener…
Durante años escuchaste que el hígado “se regenera”.
Que unas copas “no hacen daño”.
Que el alcohol, si es social, no pasa nada.
Pero nadie te enseñó esto.
—
Lo que ves no es solo un abdomen prominente.
Es el lenguaje brutal de una cirrosis hepática descompensada.
Una señal de que el daño ya no se puede ocultar.
De que el cuerpo… está colapsando por dentro.
—
¿Qué sucede en este paciente?
Cuando el hígado falla, la sangre no fluye correctamente a través de él.
La presión aumenta en el sistema portal.
Y el cuerpo intenta compensar, creando rutas colaterales:
venas dilatadas, visibles, retorcidas en el abdomen.
A eso se le llama “cabeza de medusa”.
Y es uno de los signos más visibles de la hipertensión portal.
Pero hay más.
El líquido se acumula dentro del abdomen: ascitis.
Dolor, incomodidad, dificultad para respirar…
y un riesgo creciente de infecciones o hernias.
—
Lo más grave no siempre se ve:
Una de esas venas colapsadas puede romperse.
Y cuando lo hace, la hemorragia puede ser masiva…
y mortal en cuestión de minutos.
—
Todo esto es el resultado de años de daño acumulado.
De normalizar lo anormal.
De pensar que “un trago diario” no pasa factura.
—
¿De verdad vale la pena?
¿Una costumbre que destruye silenciosamente uno de los órganos más nobles del cuerpo?
¿Un placer pasajero que deja secuelas permanentes?
—
La cirrosis avanza sin hacer ruido.
Pero cuando muestra su rostro…
muchas veces ya es tarde.
Escucha a tu cuerpo.
Cuestiona tus hábitos.
Y no esperes a que el daño sea irreversible para reaccionar.